Sacrificio

Vigésima Novena Ofrenda: Secretos



Unos días antes de que llegaran Mergo y Annia a la mansión de Morgrem, el hombre recibió una noticia extraña de uno de sus tantos aprendices mientras platicaba con Ricardo en su taller, donde parecían estar ya desde hace rato.

—Reina, entiendo que mi chiquita está haciendo movimientos arriesgados, pero es por el bien del mundo. ¡Tú mismo le dijiste que hiciera algo bueno con sus dones! ¿No fue lo que se supone que hablaron cuando se vieron? —preguntó Ricardo, sentado en una de las mesas de trabajo del anfitrión, mismo que continuaba sobre otra estación realizando su labor.

—Le dije que encontrara algo bueno y satisfactorio que hacer con las habilidades que había ganado gracias al zoquete de Kaito, no que encontrara una forma de ser odiada por el 90% de la población mundial incluida gente poderosa y, seguramente, los cinco terribles —exclamó Morgrem, fastidiado.

—Khun Aerya y el poderoso terrible de Hexlevus no la odian. La apoyan, de hecho —explicó Ricardo, cosa que hizo girar los ojos de Morgrem.

—Sabes a lo que me refiero.

—No, tú sabes exactamente de qué estoy hablando, cual es mi punto. Reina, Annia está salvando el mundo. Purifica la oscuridad en los continentes y destruye a las amenazas que son los Tenebrarum. Ella es un héroe —explicó Ricardo al ponerse de pie y caminar hacia Morgrem, cosa que hizo a su amigo detenerse y molestarse.

—Mi chiquita está haciendo todo bien, y está logrando cosas increíbles, pero no quiero que le pase nada —explayó el hombre con una voz que se iba quebrando—. Tarde o temprano, enviarán a alguien que no pueda vencer. Ella no es como Kaito y espero jamás lo sea. Ni siquiera en lo invencible —explicó el médico, observado el rostro ciego de Ricardo, cuyas cicatrices de garras estaban a la vista en el momento—. Jamás me perdonaré lo que te pasó, nena.

—Ya, Morgrem. Estoy bien, no tienes por qué seguir culpándote. Por favor. —En ese momento, tocaron a la puerta y ambos voltearon hacia quien pedía su atención.

—Lamento interrumpir su charla, maestro Morgrem —decía una muchacha que era aprendiz del anfitrión, colocados sus lentes Ricardo de momento.

—¿Qué pasó?

—Hay una chica en la entrada. Insiste en verlo, tanto que tomó de rehén a Hope. De nuevo —aclaró la mujer, cosa que hizo a Morgrem y Ricardo girar los ojos y hacer un gesto de fastidio.

—¿Cuándo va a aprender mi chiquita Hope a no abrir la puerta a desconocidos? —Se quejó Ricardo.

—Supongo que nunca. Vamos, nena. —De inmediato, ambos hombres bajaron hasta la entrada del castillo, donde varios médicos estaban a la expectativa de lo que haría la mujer que tenía sujeto a Yair del cuello por detrás. Aquella vestía una vieja capucha con capa que se notaba sucia y maltratada, misma que ocultaba su identidad, mas no su pierna prostética.

Al verla, Morgrem dio unos pasos al frente junto a Ricardo, detenidos frente a la agresora y su rehén.

—Lo siento, maestro —dijo Yair al verlo.

—Ya hablaré contigo luego, Hope. ¿Qué necesitas, mujer? ¿Tan desesperada como para amenazar a mis protegidos y perder todo mi respeto? —preguntó Morgrem molesto, cosa que hizo a la mujer retirarse su capucha para revelar a una Danielle maltratada, sucia y con el cabello corto—. Danielle Basilisco.

—Perdonen, pero si no lo hacía así, dudo que me escucharían. Vengo a proponer algo y no estoy con las manos vacías. —Al decir eso, desató algo que tenía envuelto en tela que colgaba de su cintura, descubierta al ponerla frente de ella y revelar así que era un prisma triangular nox.

—Eso es… el núcleo de un Mad Maximus —mencionó impresionado Morgrem, cosa que provocó una sonrisa en la chica.

—Así que ya los conocen y es así como los llaman —replicó alegre la chica, todavía sostenido Yair por ella, asustado el chico.

—¡Felicidades! Tienes mi total atención, y no de la manera más positiva, he de decir. Esa cosa que llevas es extremadamente peligrosa. Sólo la puedes vender en el mercado negro, pero estoy dispuesto a escuchar qué quieres de mí por ella. ¿Qué tienes en mente, Danielle? —Luego de esa pregunta, la chica sonrió de manera oscura, soltado Yair al momento.

El joven aprendiz corrió hacia Ricardo y éste lo abrazo para cerciorarse que estuviera bien, cosa que extrañó a los presentes.

—Esto, mi gran señor Morgrem, va a ser un viaje que nos va a gustar tener —aseguró la mujer, a la par que caminaba hacia el hombre para entregarle el prisma, mismo que el médico vio con miedo y fascinación.

Actualmente, Morgrem estaba en su taller. Trabajaba de manera ardua y constante en un proyecto especial que le estaba exigiendo no sólo labores medicinales sino también mecánicas, estudiados muchos planos que ya había desarrollado con otros colegas y haciendo infinidad de pruebas.

Pronto, unos pasos se harían presentes en el taller, en medio de un análisis profundo de las fallas que tuvo el último experimento hecho.

—¿Qué pasó, nena? ¿Finalmente Annia dormirá en el castillo o sigue rechazándonos? —preguntó Morgrem, mientras analizaba su trabajo.

—Aún no la he visto el día de hoy. Ya es su tercer día aquí. Supongo que sólo espera a que Mergo se recupere —comentó el hombre de cabello largo, cosa que hizo reír a su amigo.

—Ya veo. ¿Entonces hay algo en lo que te pueda ayudar o sólo vienes porque me extrañas? —bufó el científico, para luego Ricardo caminar hasta la mesa donde estaba trabajando y colocar el prisma nox que le dio Annia hace unos días—. ¡A la verga! ¿De dónde sacaste eso?

—Nuestra chiquita me lo dio el día que llegó. Estaba esperando a que tuviéramos otra discusión para usarlo de as bajo la manga y darte en tu madre, nena —confesó alegre y decepcionado Ricardo.

—Me alegro que no haya pasado. ¿De dónde lo sacó?

—Ha visto varios. Aparentemente más que nosotros. No obstante, es el único que cargaba con ella —lo dicho hizo que Morgrem dejara lo que hacía para sostener el prisma en sus manos y verlo de cerca—. ¿Crees que con este puedas cumplir lo que nuestra diosita nos pidió? —La cuestión consiguió hacer que Morgrem suspirara, mas luego levantó la mirada, confiado, y asintió, puestas manos a la obra nuevamente sobre su trabajo, inspirado.




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