Sacrificio

Cuarta Ceremonia: Gnosis

De forma rápida, el ejército de Qwinbakvus, conformado por numerosos noxakos pequeños, mad maximus y passar agilis, fue avanzando hacia el interior de la ciudad donde se encontraban Annia y Mergo, los cuales estaban ya entrando al campo de batalla, acompañados por Ricardo y muchos otros cazadores, listos para combatir.

Una vez cerca de todos, los extranjeros notaron que había unos sujetos con una extraña armadura que llevaba un orbe nox iluminado sobresaliendo de la espalda, el cual parecía emitir una especie de luz que no sólo alteraba a los noxakos cercanos, sino que también los mantenía a salvo de ser atacados por estos.

Varios de ellos utilizaron sus habilidades en contra de los cazadores de Hexlevus, mas hubo respuesta por la defensa del continente, misma que empezaba a pelear de manera efectiva en contra de la invasión, revelados cada vez más cazadores, a la par que continuaba el titánico ejército adentrándose al lugar.

 —¡Chiquita! Necesitamos que derroten al Tenebrarum —gritó Ricardo a los extranjeros, cosa que los extrañó al momento de combatir codo a codo con los cazadores de Hexlevus.

—¿Por qué? ¿Qué tiene que ver? —preguntó Mergo, lanzada su espada y eliminado un gran número de enemigos.

—¡Los orbes! Si se apagan, los noxakos dejaran de seguir las órdenes. Es obvio que esos trajes son resultado del proyecto Maestro titiritero. Yo protegeré la ciudad, confío en ustedes. —Lo dicho hizo que Annia se reuniera con Mergo cuando recuperó su arma, a lo que la chica tomó a su amigo de la cintura por detrás en un abrazo, brotadas sus alas y despegados ambos del suelo al aire para ir en dirección de la enorme estructura donde el tenebrarum descansaba.

Ricardo observó la escena y confió de todo corazón que lograrían su objeto, no obstante, algo inesperado sucedió. Una especie de espada fue lanzada desde el medio del ejército Qwinbakneano, misma que casi arroya a los cazadores, mas sí consiguió destrozar un ala de Annia, por lo que la obligó a aterrizar en medio de todo, disparadas balas de luz y el arma de Mergo a los alrededores para asegurar la caída.

De pronto, de entre toda la tierra levantada por los embates, se escuchó cómo el arma que lanzaron regresó hasta dicho lugar, preparados los cazadores de Nwarvus para ver de quién se trataba, revelado un sujeto alto, de tes morena, cabello corto y gran armadura negra con una titánica espada caminar hacia ambos. Su vestimenta poseía donde grandes orbes nox incrustados en los hombros.

—Annia Lawrence y Mergo. ¡Al fin nos conocemos! —resaltó el joven, tomada su arma en manos, misma que parecía estar echa de energía pura.

—¡Déjame adivinar! Eres un Basilisco, ¿cierto?

—¡Vaya, Annia! ¿Cómo lo supiste? —preguntó el caballero, sonriente.

—Te pareces mucho a tu madre. Supongo que tan desesperada está que se alió con Qwinbakvus —continuó Mergo, declaración que provocó risa en el hombre.

—Lamento decepcionarlos, pero sólo vine a traerles un juguetito que sin duda acabará con este juego del gato y el ratón que mi familia y ustedes han estado jugando. —Al momento de declarar eso, un noxako gigantesco apareció detrás del hombre, brotado de la tierra que apenas estaba disipándose.

Aquel ser era tremendamente alto, de cuerpo fornido, torcidos algunos músculos, grandes brazos y extraño dorso, sin cabeza visible. La criatura, muchísimo más grande que el hijo de Danya, se colocó a su lado y esperó las órdenes del hombre.

—Mátalos en nombre de mi madre —dicho aquello, el hombre retrocedió y les dio la espalda a los cazadores, lanzada el arma de Mergo hacia el muchacho, repelida por un espadazo del monstruo, el cual desenvainó desde su interior un gigantesco espadón hecho de carne tenebrosa que llevaba incrustados, a lo largo de la hoja, tres orbes nox, mientras que en la empuñadura había un prisma triangular expuesto.

Esto dejó paralizados a los cazadores, más cuando aquel ser agachó su cuerpo, colocó su mano libre en la tierra y reveló muchísimos colmillos incrustados de hombro a hombro, revelados ojos en su espalda y abdomen, abierta una gigantesca boca desde donde debería estar el cuello, observados ambos cazadores por la abominación que les rugió desde el sitio, lanzada a una velocidad vertiginosa hacia ambos contrincantes.

—¡Mierda! —gritó Annia, esquivado el embate por ambos, lanzada la criatura hacia Mergo, quien rápido consiguió tomar de vuelta su arma e interceptar el poderoso golpe de la titánica espada, escuchados los rugidos de la extraña criatura al ser empujado por ésta en el choque del acero de ambos—. Esto no puede estar pasando. —De inmediato, Annia invocó sus cuernos y disparó balas de luz al monstruo, absorbidas por él fácilmente, llamada su atención y aprovechado esto para Mergo invocar sus garras y así empujar al noxako con su arma lejos de él, esquivado un zarpazo de momento, caído de pie y sujetada su arma con ambas manos, adquirida una pose de combate que causó un temor tremendo en los cazadores.

De pronto, cuando parecía que las cosas no podían ir peor, se escuchó un fuerte rugido, proveniente del castillo abandonado al norte del lugar.

Un temblor se hizo presente luego, al igual que el movimiento de las estructuras del castillo, recuperando movilidad engranes que se percibían desde la distancia, hasta revelar que las estructuras, paredes, torres y metales estaban mezcladas con una robótica y siniestra criatura escamosa que pronto se liberó junto a un poderoso rugido.

—Esto debe de ser una broma —dijo Morgrem al observar todo desde su hospital, cómo el dragón extendía sus alas y tomaba vuelo en dirección a donde el conflicto estaba tomando forma, presenciado todo por los presentes, atemorizados de aquel ser de proporciones gigantescas que iba surcado los cielos en dirección al castillo de Morgrem.

—E-es gigantesco… —comentó Mergo, asustado, atacados ambos por el noxako armado, evadido el ataque de forma eficaz, contratacado de inmediato por los extranjeros, sin lograr nada.




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