Sacrificio

Quinta Ceremonia: Rugitus

En la frontera de Vonrvus y Qwinbakvus, donde el ejército del primero trataba de usar todo su poder para distraer y golpear a su enemigo en pro de hacer tiempo para Mergo y Annia, sucedió algo insólito. Las fuerzas armadas del continente oscuro comenzaron a retroceder, ordenes que les habían llegado de la capital, cosa que los nativos de Vonrvus percataron al ver que estaban abandonando los puestos de combate sin más.

Rayshea, la cual se encontraba en una de los campamentos fronterizos de Vonrvus, se enteró del extraño suceso por parte de unos soldados que avisó a los comandantes en turno, sospechado por ella que algo sus aliados habían hecho para que sucediera dicho acontecimiento, por lo que sugirió no dejar ir a los enemigos, ya que creía que estaban retirándose hacia la capital para defenderla, cosa que la fuerza armada de su país no pudo ejecutar por el peligro que representaba.

—Annia y Mergo se encuentran allá. Seguramente Qwinbakvus quiere defender a la criatura que llaman «Tenebrarum». ¡Debemos hacer algo!

—Señorita Rayshea. Sé que está preocupada, pero invadir de esta manera no estaba dentro de los planes ni en el acuerdo hecho. Los aliados deberán huir o hallar una manera de regresarlos a nosotros. No hay de otra. De igual manera, sólo se adentraron hacia el muro del cielo, como si quisieran defender y ya, mas no atacar a los invasores como es común —acertó a decir el comandante, molesta la terrible a pesar de todo.

—Nong Rayshea ka. Por favor, sea paciente —pidió Aerya al acercarse a su igual—. Me temo que algo más está sucediendo. Será mejor esperar a ver qué pasa ka —aseguró la terrible del sur, cosa que, luego de un suspiro, la mujer de piel negra aceptó, observado el oscuro cielo distante del continente vecino, temerosa a lo que fuera a pasar.

—Malak, ve a la capital y avisa de esto de inmediato —ordenó la terrible norteña, atendida la orden por la mujer y lanzada sobre su avión para retirarse al momento, preocupada por Annia y, sobre todo, por Mergo.

—No mueran —dijo al aire la piloto, despegada en dirección a la capital de Vonrvus.

Los extranjeros, curiosos, veían la formación de tierra que se asemejaba a un dragón. Aquella aparentaba ser natural, cosa que no les quitaba lo mortificado que estaban por el peligro que podía presentar, extrañados de ver tan tranquila a Danielle al estar tan cerca de éste ser.

—Dan, ¿cuál es la canción de Dandy en Qwinbakvus? —preguntó la pelirosa, algo que extrañó a la joven.

—¿Canción? ¿De qué hablas?

—Sí, supongo que Dandy era algún tipo de personaje infantil como en los demás continentes. Debió alguna vez presentarse con alguna canción o algo similar —secundó Mergo, notada la extrañez de la menor.

—No, para nada. Dandy no tiene canción aquí y no es un personaje infantil. Es el protagonista de una terrible leyenda —enunció la joven, provocado que los extranjeros se vieran el uno al otro, atemorizados.

—¿Puedes contarla? —Al pedir eso Annia, Danielle volteó hacia la figura que tenía detrás, ya que le había dado la espalda, y una vez que suspiró profundo, preocupada, regresó sus ojos a sus aliados y contó la historia.

—Se dice que hace unos cien años, sucedió algo terrible justo en este mismo lugar. Dandy, el dragón guardián de Vusaendal, descendió sobre la torre de nuestro continente, en donde observó los alrededores por un par de días, pensativo. Nadie sabe exactamente qué era lo que quería o qué pasaba por su mente en esos momentos, pero lo que todos recuerdan es que el escamado, de un momento a otro, lanzó un poderoso rugido al aire, nacido por encima de él un titánico circulo mágico que expulsó una extraña aura que se dispersó a los alrededores, hasta alcanzar confines que se perdían a la vista. Luego de eso, el dragón pareció palidecer, por lo que voló tan alto pudo, tiró un tremendo aullido de dolor y se partió en cinco partes. Una de ellas vino a dar acá, encontrado días después lo que tenemos aquí presente —señaló a la figura Danielle, pensativa.

—¿C-cómo demonios no se sabe sobre eso? —cuestionó Annia, confundida.

—Nuestro continente ya había entrado en guerra con Vonrvus. Es un secreto entre la gente, más que nada sabido por la familia real y los aristócratas, por lo que no es muy común que salga a tema de conversación. Además, también es un cuento de terror, una simple leyenda, ya que dicen que, por las noches, la figura que tenemos enfrente brilla en color carmesí, cuyo palpitar puede escucharse en todo este bosque.

—Entonces, las figuras que hemos derrotado, ¿son fragmentos de Dandy?

—Así parece, Mergo. Aunque luego de separarse, según dicen, se pudo ver al dragón en forma de luz pura desvanecerse dentro de un circulo mágico. Como si su alma o esencia se haya ido a otro lado.

—Sé que es muy pronto para deducir cosas, pero la estatua debe tener algo que ver —comentó Annia al analizar lo relatado.

—¿Qué estatua?

—En el palacio celeste, hogar de Dandy, hay una estatua con cinco braceras que contienen los nombres de los continentes en ellas. Cuando vencimos al tenebrarum de Nwarvus, una de ellas se encendió en fuego dorado. Tenemos la teoría que, cada uno de los enemigos que hemos derrotado, ha ido encendiendo dichas braceras con fuego —explicó el tuerto, un tanto inseguro.

—Los dragones que hemos enfrentado han sido todos de colores diferentes. Amarillo, azul, verde y púrpura. Éste es color carmesí, o sea, rojo. Posiblemente las braceras se han encendido con fuego sagrado de dichos colores. La esencia original de los dragones, según recuerdo, estaba conformada por estos tipos de llamas multicolor. Tal vez, Dandy se separó de ellas, excepto por la celeste y naranja, la cual debió irse a otro lado —concluyó la pelirosa.

—¿Cómo sabes tanto de Drakologia?

—Kaito me contaba de ello en los entrenamientos. Sabía mucho de creacionismo y luminismo —confesó la chica a su prima menor.




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