Sacrificio

Última Ofrenda: Hechicero dragón

Con gran majestuosidad, el dragón se posó sobre el podio y observó a los presentes que, asombrados, miraban al escamado con una felicidad que no les cabía en el pecho, satisfechos por haber logrado la meta que se habían propuesto ya un par de meses atrás, con la esperanza de ser esté el fin de su travesía y de la oscuridad que tanto aterra el mundo, los noxakos.

—D-Dandy —decía Geron, débil, postrado con el cadáver del alcalde en manos, cuya apariencia alertó a los presentes.

—¡Señor Geron! —gritó Annia, misma que fue hasta donde el hombre para ver qué le sucedía, pues se ponía cada vez más pálido—. ¿Qué sucede? ¿Está bien?

—Por favor, señor Dandy… Sálvenos… Se lo… ruego. —Una vez dicho eso, el hombre murió sin más.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Dio su fuego anaranjado junto con la magia que le otorgué —explicó el dragón, llamada la atención de los presentes—. Ningún ser vivo puede vivir sin una de sus siete llamas sagradas. Claro está que sin el alma caes de inmediato, las demás llevan unos segundos —ultimó Dandileon, frío y calmado.

—Dandileon… ¡Nosotros te hemos despertado!

—Sí, tienen con ustedes una gran cantidad de magia drakoniana. Tú llevas tres y él dos de los poderes que otorgaban los horrores de luz que fabriqué con mi esencia —confesó el anfitrión del castillo, anonadados los presentes ante ello.

—¿U-usted los creó? —preguntó Mergo, asustado.

—¡Claro que sí! ¿No sabían qué estaban haciendo cuando los derrotaban? ¿No les dijo nada el sacerdote mayor de Dandelan sobre esto? —El rostro de confusión de los presentes provocó al dragón molestarse, tronados los dedos de su garra delantera al instante, creadas imágenes frente a todos de lo ocurrido—. Dejé estás instrucciones —continuó el dragón, escuchada por todos la voz del mismo en lo proyectado.

Me voy a ir, Artemesis. Diles a tus hijos que, algún día, unos hechiceros con dotes que serán heredados de mí llegarán a Dandelan buscándome. Tu heredero, el más joven y capaz, deberá llevarlos por el monte Gomoth hasta mi morada. Ahí encontrarán un desafío: un horror de luz. Al derrotarlo, obtendrán un fragmento de mí mismo, manifestado como fuego en una estatua que verán en el centro del palacio. Dicha seré yo, me voy a petrificar para ser despertado por estos hechiceros que, luego de una gran odisea, derrotarán a cinco de los horrores que crearé, uno por continente, para ponerse a sí mismos a prueba y así, prepararse para el mayor reto que está por venir. —Las palabras dichas por Dandileon dejaron a los presentes, como al antiguo hombre, extrañados, por lo que, en el pasado, el escamado continuó. —Sé que tienes muchas preguntas, pero es mejor que las cosas sean así. El mal perpetuado deber ser corregido con desinterés. Los humanos funcionan mejor así, Artemesis —concluyó el hechicero en el pasado.

Mi señor Dandileon, ¿qué mal ha sido despertado? ¿Puede al menos advertirme?

Unas horribles criaturas se harán presentes, Artemesis. Pronto, uno de tus hijos recibirá un poder mágico. Cuando lo haga, enséñale a defenderse de estos monstruos oscuros, y con la luz que genere la derrota de éste, podrás defender a los no beneficiados de mi magia del mal hasta mi despertar —instruyó el dragón, para luego abandonar el sitio.

—Un momento… ¿Nuestra magia es obra suya? —preguntó uno de los aldeanos, respondido por el anfitrión.

—Así es. Fui hasta la torre bicolor en Qwinbakvus, que es el centro de nuestro querido Vusaendal, para preparar tanto mana como pudiera y así lanzar un poderoso hechizo que le otorgaría a los humanos, con una capacidad de mana mayor al promedio, un hechizo único que podrían desarrollar con entrenamiento. Éste sería suficiente para destrozar a los Diarr Luxnobaris. —Dicha contestación generó más dudas, extrañado ahora el dragón al ver los rostros de todos—. ¿Por qué siento que Artemesis…?

—Murió, mi señor —interrumpió uno de los aldeanos, avergonzado—. El tátara abuelo del señor Soriteles fue asesinado por un noxako poco después de haber nacido su tercer hijo. —La explicación mortificó al dragón, quien trató de dilucidar lo sucedido.

—Es posible que Artemesis les haya dicho a sus descendientes todo lo que le pedí, pero con el paso del tiempo, debió perderse el mensaje —concluyó el dragón, molesto.

—Al menos sabían que debían ser los herederos quien nos trajeran hasta acá —aclaró Mergo, despreocupado—. Dandileon, nosotros vinimos hasta el palacio a buscarle y dedujimos, luego de vencer al horror de luz que descansaba aquí, lo que debíamos hacer. Annia y yo viajamos por todo Vusaendal para vencer a las criaturas que serían nuestra prueba y conseguimos hacerlo. Usted dice que sabía se aproximaban los Diarr Luxnobaris, que son lo que nosotros llamamos «noxakos». ¿Percibió su presencia o saben de dónde vienen?

—Sí, yo sentí que la grieta fue abierta y claro que sé de su origen. Alguien hizo la estupidez más grande que pudo lograr en toda una vida y les dio entrada aquella vez. La única solución a ello es encontrar un ser humano que tenga la habilidad de pasar la «gran prueba». Sé que sueno muy críptico, pero no es mi deber contarles de qué va todo lo relacionado a la solución. De hecho, ni siquiera debí hacer este borlote en primer lugar. No obstante, deseaba ayudar a los humanos a conseguir de manera más eficiente al indicado para la tarea en sí. Ahora lo único que resta es que vayan a la isla Yubime a cumplir con la tarea final —concluyó Dandileon, impresionados los cazadores al escuchar eso.

—Yo… todavía no termino de entenderlo todo —comentó Annia, preocupada y molesta—. Los horrores que creaste asesinaron a muchas personas. Tenían la idea de querer acabar con el mundo, de iniciar el apocalipsis si era necesario. ¿Qué significa eso?

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde mi partida? —cuestionó el dragón, extrañado.




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