Sobre un bote impulsado por un orbe nox que Dandileon encendió, los terribles de todo Vusaendal navegaban hacia la vieja isla, temerosos a lo que pudieran enfrentar allá adentro, pues esperaban las peores pesadillas jamás vistas en su vida, algo que hiciera frente a lo nombrado «la gran prueba» por el dragón.
Distanciado, Mergo se hallaba en la proa, sostenido de la orilla de aquella, observado su hogar con algo de recelo y miedo, además de nostalgia.
Novan, quien llevaba algo para él, se acercó al hombre y le tocó su hombro delicadamente.
—Luego de que te fuiste, encontramos esto entre la nieve. Espero te sea de ayuda en la batalla —explicó el hombre, dadas las cadenas que el tuerto siempre cargaba.
—Gracias, amigo. Pensé nunca volvería a verlas. Son un regalo de un hombre al que le salvé la vida en la costa. Las usaba para pescar y fue un arma muy útil para mí durante todos estos años, un recordatorio de la amabilidad de la gente.
—Me alegra entonces haberlas regresado a su dueño. Verás que todo saldrá bien, amigo —predijo el joven, cuyos ojos vieron el apagarse de la sonrisa de Mergo, para luego su vista regresar a la isla.
—Se siente raro volver a casa luego de tanto tiempo —confesó Aerya, con su rostro apuntando al destino.
—¿Khun Aerya? ¿Usted también es un tterim? —preguntó impresionado el muchacho de Arnbvus, escuchado aquello por los demás que no estaban muy lejos.
—Abandoné la isla cuando era niña debido a un conflicto entre las tribus del lugar. Mi familia fue sobreviviente de los Palkerim, y hasta la fecha, soy lo último que queda de ello. Tengo noventa y tres años de edad, aunque no los aparente ka —explicó Aerya, impresionados todos al saber dicha historia.
—Somos más parecidos de lo que creí, entonces… —comentó Mergo cabizbajo.
—Sí, me di cuenta que sabías que también era un tterim desde que nos conocimos, pero no dijiste nada. Agradezco tu discreción, y que seamos nosotros, un Diarrrim y un Palkerim quien le ponga fin a esto.
—Lamento mucho lo sucedido en el pasado. Yo…
—No tienes porque disculparte por cosas que hicieron nuestros antepasados —interrumpió la mayor, tranquila—. Mis padres se negaron a contarme qué fue lo que sucedió, pues deseaban que mi corazón estuviera libre de deseo por venganza u odio hacia nuestros hermanos isleños. Hicieron bien, y sé que lo importante es saber unirse para un bien mayor, sin importar qué tan horrible haya sido el antes. Todo por un mejor futuro. —La sabiduría de Aerya inspiró a todos, reverenciada por Mergo primero, seguido de los demás, honrados por su presencia.
—Será un honor pelear a su lado, Khun Aerya.
—Mi nombre es Indra. Aerya es un nombre inventado para encajar en Vonrvus.
—Claro, Indra. Estoy listo para acabar con esto de una buena vez —declaró Mergo, regresados los ojos de los cazadores a la isla, la cual no parecía verse más cerca.
—¿Soy yo, o hace rato que no avanzamos? —mencionó Annia, lo que extrañó a Morgrem, revisado el mapa del barco y confirmado lo dicho por la mujer.
—Es cierto. No estamos avanzando. Estamos estancados a pesar del motor estar encendido —explicó el médico, confundidos los presentes por ello, hasta que, en el cielo, un círculo mágico luminoso apareció, de donde brotó Dandileon al momento.
—¡Lamento el inconveniente! Parece que mi hechizo de protección sigue en pie. Éste no permitía a nadie acceder a la isla. Es lo que los tiene detenidos aquí —aseguró el dragón, extrañados Annia y Mergo ante tal revelación.
—Hace años un cazador consiguió adentrarse a la isla no una, sino dos veces. ¿Cómo es eso posible? —comentó Mergo.
—¡Vaya! Debió ser una persona muy habilidosa.
—Era el mejor de todos —detalló Annia, respaldada por los demás.
—Espero estén listos, porque una vez que libere el hechizo, los diarr luxnobaris los atacarán con todo. —Al decir eso, los aliados tomaron posición de combate, acomodados alrededor de la nave, listos para pelear con Annia, Mergo e Indra enfrente. —Perfecto. Suerte, cazadores de Vusaendal —dijo el dragón y rugió desde el cielo en dirección a la isla, lo que derribó una poderosa pared mágica que él mismo había colocado en el lugar, oscurecido los alrededores de inmediato como si se hubiera hecho de noche, ocasionado por la gran concentración de noxakos dentro de la isla Yubime.
Rápido, desde las profundidades del mar alrededor de la meta, un montón de sombras se dirigieron hacia el bote de los cazadores, destrozado aquel desde el fondo, para luego saltar los atacantes a la superficie y revelarse como extrañas criaturas deformes con aletas y extremidades torcidas, adecuadas para el nado rápido, cuyos tres orbes nox sobresalían de su espalda.
—¡Ataquen! —gritó Mergo, dado un salto por Annia junto con su cola, alas y cuernos listos, disparadas múltiples balas de luz que asesinaron a varias de éstas criaturas, surgida una parvada de noxakos de dos orbes desde la isla hacia ella, proyectados láseres en su dirección, los cuales la pelirosa fácil evadió.
Antes de hundirse el bote, Novan creó una plataforma de hielo sobre el mar que abordaron todos, disparados sobre aquella hacia la isla gracias a que Ricardo tomó un trozo de madera grande para moverlo a una velocidad increíble y que éste impactara sobre el helado transporte improvisado de los cazadores, mismo que chocó y se destruyó contra la playa, recibidos por varios noxakos de un sólo orbe a los cuales despacharon sin muchos problemas Rayshea, Danya y Danielle.
Einar, al ver los problemas que tenía Annia en el cielo, lanzó un viento polar hacia los números enemigos alados, agregados los pétalos de Chūnfēng en dicha agresión, lo que consiguió abatir a la mitad de las criaturas, obliteradas las restantes por la mujer, hecha una lluvia de prismas nox como resultado.
—Bien, es justo lo que esperaba. No nos defrauden, humanos —dijo Dandileon para sí mismo y desapareció de la escena tras otro círculo mágico.