Tres días después llegó la fecha en la que ambas parejas se reunirían por la mañana en el Aeropuerto Internacional de Haneda, en Tokio, Japón.
El vuelo de Armony y Michael arribó primero, a las 7.50 AM.
A esa hora, el enorme y moderno aeropuerto se encontraba con muy pocos pasajeros deambulando por él.
—¡Vaya!, que poca actividad veo para un aeropuerto tan grande como este; me imaginaba que en temporada alta estaría mucho más lleno de personas —comentó Armony sorprendida.
—Es que aún es muy temprano —le respondió Michael—, en solo un par de horas comenzarán a llegar muchos más vuelos de cabotaje, y principalmente los internacionales, trayendo a muchos pasajeros de los más diversos países. La situación va a ser muy distinta en un rato; este es uno de los aeropuertos más congestionados del mundo desde hace años...
Para mí, es una suerte haber llegado tan temprano, no me gustan los lugares atestados de turistas —concluyó.
Luego de completar los trámites de entrada al país, ambos se dirigieron a recoger su equipaje en las cintas transportadoras.
—Tal parece que el vuelo de Daphne y Steven se encuentra demorado, su llegada ha sido retrasada hasta las 10.05 AM —comentó Michael mientras leía en la pantalla de su teléfono celular un mensaje de texto que le había enviado su hija.
—Faltan como dos horas aún —se lamentó Armony suspirando resignada, pero de inmediato agregó—. Bueno, eso nos da tiempo suficiente para un rico desayuno, un recorrido por el aeropuerto... y tal vez hasta algunas compras; por cierto, es mi primera vez en Haneda, siempre que vine a Japón mis vuelos aterrizaron en el aeropuerto de Narita.
—Entonces, permíteme ser tu anfitrión aquí —le dijo Michael—; ya he estado en este aeropuerto antes y se muy bien adonde ir... y que es lo que más te va a gustar —sugirió con un aire de misterio.
Fue así que Michael llevó a Armony a una zona temática del aeropuerto muy especial, la cual se encontraba llena de restaurantes, negocios y atracciones, pero completamente ambientada en lo que fue el floreciente período Edo en Japón, durante el cual el arte y la cultura clásica nipona brillaron con todo su esplendor.
La decoración era simplemente encantadora: los frentes de los negocios, todos con acabados en madera a la vista, contaban con las clásicas lámparas japonesas, que pendían delante de sus fachadas; mientras que hermosas flores de estación decoraban los pasillos, los cuales a su vez simulaban ser calles peatonales de un distrito comercial del Japón imperial; dandole en conjunto, a todo el ambiente, un aire especial y único a la vez.
—Este lugar es... hermoso, Michael —dijo Armony embelesada mientras ambos entraban a uno de los restaurantes temáticos para tomar un desayuno típico.
La comida fue breve, pero muy agradable, sobre todo para Armony que la disfrutó a pleno. Todos sus sentidos estuvieron inmersos en las sensaciones que el establecimiento le brindaba.
Cuando terminaron, Michael se retiró por un momento al baño y Armony se quedó sola, mirando por la ventana la decoración exterior al local...
En ese instante vio lo que parecía ser alguna clase de pitonisa, justo en frente del restaurante.
Se trataba de una mujer mayor, quien estaba sentada en un pequeño puesto y le estaba leyendo las líneas de la mano a uno de los turistas que pasaban por allí.
—¡Señorita!... dígame, ¿es esa una adivina, acaso? —le preguntó Armony curiosa a una de las mozas del restaurante.
—Sí, así és. Ella forma parte de las atracciones y de la ambientación de esta zona temática.
Más intrigada aún, Armony no pudo evitar salir del establecimiento y acercarse a la mujer... que al verla la abordó:
—Bienvenida. ¿Quieres que te diga que te depara tu futuro? —le preguntó la amable anciana.
—Sí, por favor —le contestó Armony y le extendió su mano derecha con la palma hacia arriba. La mujer la tomó y comenzó a examinarla cuidadosamente con una gran lupa que tenía para eso:
—Veo que la cabra es tu signo, tienes una predisposición natural hacia el arte; la música es como tu alma se expresa, es tu vida... y veo también... oscuridad, te deprimes con facilidad, eres una persona muy emocional.
Armony quedó estupefacta por la precisión que tuvo la mujer con el simple hecho de mirar su mano, pero su sorpresa pronto cambiaría por preocupación, ya que la anciana agregó:
—Te encuentras huyendo actualmente... pero no podrás hacerlo por siempre, el tiempo se te está agotando y pronto deberás enfrentarte a tus peores demonios.
—¿Demonios? —preguntó Armony asustada.
—Sí, ellos son terribles y se acercan a ti... Sin embargo, el dragón te protegerá, él te cuidará del mal.
En ese instante Michael se acercó por detrás de Armony, y la anciana se detuvo.
—Por favor continúa —le rogó Armony, pero la mujer se negó:
—Lo que tú necesitas saber ahora va más allá de mis capacidades, aunque en pocos días más conocerás a una joven que es mucho más poderosa que yo, ella te está esperando y te dirá todo lo que necesitas saber, pero tendrás que ser valiente para aceptarlo, lo que suceda luego de ese momento dependerá solo de ti...
—Muchas gracias —le dijo Armony a la mujer mientras le pagaba por sus servicios.
A partir de ese instante y aunque Armony trataba de disimularlo, Michael la notó incómoda y confundida, fue entonces que decidió llevarla a un lugar que le ayudaría a despejar su mente: el famoso mirador del aeropuerto.
El mirador se encontraba al aire libre, en lo que era en esencia una enorme terraza; desde allí, los visitantes podían ver de cerca a los aviones partir y llegar durante todo el día.
La vista era sencillamente espectacular y Armony una vez más quedó deslumbrada; se aproximó al cerco perimetral y se detuvo al tiempo que Michael la abrazaba por su espalda.
—¿Qué te ocurre?, ¿vas a decírmelo? —le preguntó él al oído y con delicadeza sabiendo que el carácter introvertido de ella la volvía esquiva y renuente a compartir sus problemas internos, aún con él...
—¿Recuerdas la experiencia ECM que tuve cuando casi morí, Michael?
—Sí, claro que la recuerdo bien; fue en aquel hospital en Spokane, me contaste que estuviste con tu alma en los Registros Akáshicos, donde se encuentra toda la información relacionada con las almas: sus pasados, presentes y posibles caminos futuros y que los viste como si fueran una biblioteca infinita llena de libros por doquier —le respondió él y Armony continuó:
—Allí pude consultar mi propio libro de la vida, pero cuando lo quise leer vi que estaba en blanco y aquel extraño monje que me guiaba me explicó que eso era porque el destino no me permitía verlo...
También dijo que las premoniciones que las personas tienen en este plano de la vida suceden porque, de manera inconsciente, logran atisbar las páginas del porvenir que figura en aquellos libros.
Sabes bien que desde hace un tiempo he comenzado a tener unas terribles pesadillas, y que me suceden cada vez con mayor frecuencia...
He comenzado a pensar que son premonitorias; nunca las recuerdo con claridad, se borran de mi mente demasiado rápido...
Empecé a sufrirlas poco tiempo después de aquella experiencia, creo que he quedado con alguna clase de conexión con ese lugar etéreo, una conexión que antes no tenía, Michael —manifestó preocupada.
—El mundo de los sueños forma parte de un plano intermedio entre este plano y el del más allá. No soy un experto en el tema, Armony, pero sé que en el plano onírico entran en juego tanto la mente como el alma.
Los sueños premonitorios tienen su origen en el más allá, eso es algo seguro y si bien pueden motivarse por la capacidad natural que tiene el alma para la clarividencia, también pueden ser inducidos por espíritus que nos quieren advertir de algo...
—Sea lo que sea, Michael, algo muy malo se está acercando, ya lo sospechaba desde hace un tiempo y esa anciana me lo acaba de confirmar.
—No quiero que te angusties, Armony. Yo estaré contigo y lo enfrentaremos juntos, siempre voy a protegerte, nunca lo olvides —le enfatizó él abrazándola con fuerza para darle seguridad y fueron esas últimas palabras las que hicieron pensar a Armony y preguntar:
—Por cierto ¿sabes cual signo eres en el horóscopo chino?
—Sí, soy dragón —respondió Michael y ella sonrió recordando lo dicho por la anciana adivina sin agregar nada más.
El rato pasó, hasta que finalmente el vuelo de Daphne y Steven arribó y ambas parejas se reunieron nuevamente en un muy emotivo encuentro de lo que ya era virtualmente una familia.
Mientras los cuatro caminaban hacia la entrada del aeropuerto, comenzaron a charlar:
—Cuéntame, Steven, ¿cómo les ha ido con la búsqueda de tu familia hasta el momento? —le preguntó Michael.
—Aún no he tenido resultados positivos —respondió Steven con una mueca negativa, apretando sus labios—... La tarea parece titánica, es algo de nunca acabar, solo he logrado descartar algunos posibles objetivos, sobretodo en lo referente a mi hermano, Peter.
En lo que respecta a mi madre es mucho más difícil, según los registros de la Corporación hay miles de probables personas en las que ella podría haber reencarnado.
—¿Y con respecto a tu padre? —preguntó Armony.
—Nada... mi padre lamentablemente creo que va a ser imposible de localizar, al menos con estos registros que tengo —le contestó Steven con tono de frustración y negando con su cabeza—. En su caso es todo lo contrario a mi madre, tal parece que no hay nadie que pudiera ser mi padre en la actualidad, ni siquiera hay una sola persona con vida a quién pueda investigar.
—Tal vez aún no ha vuelto del más allá, no siempre las almas reencarnan inmediatamente después de morir, a veces esperan muchos años antes de volver —le aclaró Michael.
—No lo creo, papá fue muy claro al respecto... en su lecho de muerte me dijo que tanto él, como Peter y mamá volverían de inmediato para que yo pudiera reconstruir a nuestra familia.
Sé perfectamente que justo él no me fallaría, estoy completamente seguro de eso...
Michael lo miró con ojos de compasión, él había pasado por la misma situación que Steven estaba afrontando; cuando comenzó a buscar a Melody no sabía si la encontraría y hasta que se topó con Nayara, la bella adivina zíngara que tanto lo ayudó, experimentó en carne propia lo angustiante que es buscar la reencarnación de un ser amado sin saber si alguna vez se podrá lograr.
Steven notó de inmediato la mirada de Michael y mientras se aflojaba un poco la corbata, agregó:
—Tengo que estar seguro de las palabras de mi padre, Michael, no tengo otra opción.
En ese instante se hizo un impasse... mismo que fue roto por una pregunta de Daphne:
—Explícame una cosa que no entiendo, papá. Si podías recurrir a esta compañía Ryujin, ¿por qué no lo hiciste antes? Según contaste, cuando comenzaste a buscar a mamá, lo hiciste por tu cuenta y sin la ayuda de nadie.
—En aquél entonces, cuando comencé a rastrear a tu madre, la compañía Ryujin fue mi primera opción; pero, cuando les pedí su ayuda, se negaron y no me dijeron ni siquiera el por que...
Mucho tiempo después me enteré que fue porque la corporación Rottweiler la buscaba también y ellos lo sabían; no quisieron interferir arriesgándose a romper el armisticio que ya tenían.
—Al parecer no se sentían tan obligados por la deuda de honor que tenían contigo por salvar a Hansuke —agregó Daphne irónica e indignada—. No me agradan para nada, desde ya te lo digo, papá... creo que son esa clase de gente que te fallan cuando más los necesitas, no puedes contar con ellos.
—Ahora que Hansuke está a cargo de una parte de la compañía, la situación ha cambiado, hija. Estoy seguro de que él siente una profunda vergüenza por lo que ocurrió antes y ahora, estando también en sus manos, va a tratar de reparar aquello que pasó.
Daphne no dijo nada más, su respuesta fue solamente una femenina mirada de escepticismo.
Cuando llegaron a la entrada del aeropuerto, los estaban esperando tres automóviles: se trataba de una gran limusina secundada por dos autos de escolta, ambos con varios hombres a bordo.
Todo el convoy había sido preparado especialmente para ellos por la compañía Ryujin.
Los cuatro subieron a bordo de la limusina y partieron...
El lujoso transporte los llevaría hasta donde funcionaba el corazón del poderoso grupo oriental.
El camino sería largo, pero a su vez hermoso y eso comenzó a manifestarse en cuanto salieron del área metropolitana; el verano reinaba en el hemisferio norte en esta época del año y la campiña japonesa brillaba con todo su esplendor.
La ruta los condujo hacia Fujigoko, la región de los cinco lagos situados a los pies del monte Fuji.
Aunque la limusina tenía vidrios blindados y con un polarizado muy oscuro, la belleza del paisaje era hipnótica... sobre todo para Daphne, dada su profesión de fotógrafa documental:
—¡Adoro este paisaje, es hermoso! Voy a tomar unas fotos rápidas, solo de referencia —dijo al tiempo que sacaba una de sus cámaras fotográficas de su bolso.
En cuanto estuvo lista, comenzó a pulsar el botón de la ventana eléctrica para que el vidrio bajase y poder así registrar las imágenes con sus colores verdaderos.
—¿Qué raro?... no se abre —dijo mientras lo seguía intentando una y otra vez... y unos instantes después se escuchó al chofer que, a través del sistema de comunicación interna, le dijo:
—Señorita, por favor, guarde su cámara, no está permitido tomar fotos durante el viaje y tampoco le puedo dejar abrir la ventana, es inútil que siga intentándolo.
—Pero... ¡¿por qué no, quién lo prohíbe?! —le preguntó la fotógrafa casi increpándolo indignada.
—Es por motivos de seguridad y es parte del protocolo establecido por la compañía —fue la escueta respuesta del conductor.
Daphne, frustada, no agregó nada más, solo dejó la cámara en su regazo y se cruzó de brazos, reclinándose molesta sobre su asiento.
La belleza natural y el relajante paisaje exterior contrastaban ahora con la cómoda pero asfixiante sensación de encierro que había dentro de aquel lujoso automóvil.
Y así el viaje duró cerca de dos horas más...
El camino se internó finalmente por un denso bosque, y en un punto indeterminado del mismo la limusina comenzó a avanzar por un largo sendero, atravesando incontables y grandes torii rojos, los clásicos arcos arquitectónicos japoneses, que en la religión sintoísta señalan la frontera entre lo profano y lo sagrado, los cuales, espaciados sobre el camino, se fundían con los arboles, formando juntos un bello túnel, mismo que desembocaba en un claro donde había un portón doble, muy alto y de aspecto sólido, grueso y pesado...
Las hojas de la gran entrada eran de madera maciza y estaban labradas con la efigie de un gran dragón oriental.
Esas enormes puertas eran la única entrada que se apreciaba en un gran muro blanco que se extendía hacia ambos costados hasta perderse en el bosque, delimitando así el corazón del imperio de la poderosa compañía Ryujin.
Las puertas se abrieron de manera automática ante la mera presencia de los vehículos...
El ingresar en aquel gigantesco predio, era casi como pasar a un mundo aparte:
Había calles que delimitaban manzanas, en donde se erigían conjuntos de casas de estilo oriental moderno, junto con vanguardistas edificios bajos y que en conjunto parecían conformar una pequeña ciudad amurallada.
También había pequeñas plazoletas, todas muy bien decoradas con elementos tradicionales japoneses, propios de las antiguas dinastías, pero que se fusionaban a la perfección con la modernidad y el estilo futurista de la actualidad.
Allí dentro, el pasado y el futuro de Japón eran una sólida unidad.
Todo el complejo se encontraba muy apartado tanto de la gran ciudad capital como así también de cualquier otro centro urbano por varios kilómetros y estaba inmerso en medio de una reserva natural que era también propiedad de la poderosa compañía, contando con una espectacular y perfecta vista panorámica del imponente monte Fuyi.
El viaje concluyó en un patio circular, en donde había varias estatuas y una gran fuente en medio, frente a la cual se encontraba el edificio principal de la compañía Ryujin, el más grande de todo el complejo.
Allí se bajaron y fueron recibidos por una pequeña comitiva enviada por Hansuke, la cual los condujo al interior de la edificación, en donde los esperaba su joven anfitrión acompañado por la misma mujer con la que estuvo en la noche del concierto, ambos vestidos en esta ocasión con ropa ejecutiva:
—Les doy una formal y cordial bienvenida a la compañía Ryujin; acompañenme, por favor —les expresó Hansuke haciendo la clásica reverencia oriental y los condujo así a una sala destinada a reuniones ejecutivas.
La sala era amplia y con poco mobiliario, solo había una gran mesa larga al centro y sillas dispuestas a sus costados.
En la cabecera de la mesa había un hombre mayor con una adusta expresión y pose de autoridad, vestido con un elegante traje occidental oscuro.
De pie y detrás de él, ubicadas una a cada lado, se encontraban un par de mujeres vestidas con finos kimonos, la clásica y tradicional ropa japonesa, ellas eran sus asistentes personales.
—Él es mi padre, el líder de la compañía Ryujin —dijo Hansuke presentando con orgullo a este hombre y luego se sentó junto a él, a su lado se sentó la joven asiática que lo acompañaba en todo momento.
Finalizados los saludos y las presentaciones de cortesía, todos los demás se sentaron a la mesa y las dos asistentes les sirvieron una taza de té a cada uno.
—Es un honor recibir nuevamente aquí al hombre que salvó la vida de mi hijo. Quisiera saber a que debo su visita en esta ocasión —le planteó el padre de Hansuke a Michael.
—Esta vez quiero solicitar los recursos de la compañía Ryujin para encontrar las reencarnaciones actuales de tres familiares cercanos a un buen amigo mío, aquí presente —le respondió Michael señalando a Steven.
—Como colaboración inicial, podemos proveerles los expedientes existenciales de cada uno de ellos; les serán muy útiles para acotar el trabajo de búsqueda... excepto por uno de ellos, mi padre —agregó Steven poniendo las carpetas sobre la mesa.
—¿Esos son los expedientes que le fueron robados a la corporación Rottweiler? —preguntó el padre de Hansuke, demostrando que estaba muy al tanto de todo el incidente que había ocurrido hacía unos meses en la ciudad de Nueva York.
—Sí, lo son —respondió Steven.
—Ellos tienen mejores registros que nosotros acerca de la población de occidente, así como nosotros tenemos mejores registros que ellos en el caso de oriente. Podemos ayudarlos, pero no les garantizo que obtengamos resultados positivos.
—También tengo algo más y que podríamos utilizar para obtener algo de información extra directamente de la corporación Rottweiler... en caso de ser necesario, por supuesto —agregó Steven sacando la tarjeta chip que le había quitado a Sylvia.
En cuanto vieron la tarjeta, Hansuke y su padre cruzaron una tensa mirada entre ellos. La seriedad con la que el padre de Hansuke miraba a su hijo indicaba claramente que algo no estaba bien.
—Padre, tenemos una deuda de honor con Michael. Por favor no me condenes a cargar con el oprobio de negarle nuestra ayuda otra vez, te lo pido como tu hijo.
—¡Tenemos un armisticio que también nos obliga, Hansuke! —le contestó su padre con tono firme.
Luego de un instante de silencio, que fue todo un debate entre padre e hijo, Hansuke decidió hablar:
—Lo siento mucho, pero no podemos usar esa tarjeta en nuestras computadoras. Tiene un sistema de geolocalización que es imposible de violar y que le permitiría a la corporación Rottweiler saber de inmediato que está siendo usada en una nuestras computadoras... Eso sería una clara violación del armisticio que tenemos acordado con ellos, y podría significar inclusive su ruptura.
El tono de Hansuke era de una profunda vergüenza, y su mirada hacia el suelo la enfatizaba. El hecho de que su padre se ofreciera a colaborar solo parcialmente lo afectaba de manera clara y evidente.
—Realmente es muy extraño el concepto sobre una deuda de honor que tienen ustedes —les dijo Daphne en tono sarcástico, crítico y hasta algo desafiante.
—¡¡Usted no tiene ni la más pequeña idea de lo que aquí está en juego, señorita!! —le respondió el padre de Hansuke irritado—. Usted no ha vivido las implicancias de una guerra entre grupos de poder como los nuestros. Nuestras disputas muchas veces escalan hasta implicar a países enteros, y le puedo asegurar que usted no quiere ver una guerra a nivel global...
No es fácil para mí tomar una decisión como esta... ¡El honor de mi hijo, es mi honor también! y la imprudencia no es un lujo que alguien como yo se pueda tomar... El Arte de la Guerra nos enseña que: «Quien desea luchar debe primero saber el costo.»
Armony tomó la mano de Daphne indicándole que se callara y dijo:
—Estaremos muy agradecidos por cualquier colaboración que la compañía Ryujin pueda brindarnos —el respetuoso y escueto comentario de Armony puso punto final a la reunión y el padre de Hansuke se retiró de la sala acompañado por sus dos asistentes...
—Les pido perdón... sobre todo a ti, Michael; realmente no sé ni que decirte —confesó Hansuke muy triste por no haber logrado convencer a su padre de brindar la total colaboración de su gran compañía, como él deseaba.
—Esta bien, lo entendemos, amigo mío. Esperemos que con los datos que ya tenemos podamos avanzar lo suficiente —le respondió Michael.
—Quisiera que todos ustedes fueran nuestros invitados. Podemos atenderlos en lo que necesiten; aquí en Japón, la compañía Ryujin tiene todo tipo de comodidades: complejos vacacionales de lujo, todo tipo de restaurantes y hasta hoteles cinco estrellas, en los cuales podemos alojarlos cómodamente mientras avanzamos con nuestra investigación sobre los posibles objetivos de tu familia, Steven.
Puedo asegurarte que tendremos nuestra búsqueda bastante avanzada en solo dos semanas, nuestras computadoras operan con algoritmos cuánticos que nos permiten analizar enormes cantidades de datos en muy poco tiempo y nuestro personal se encuentra presente en múltiples países —dijo Hansuke.
—No me quedaré vacacionando como un turista más mientras ustedes hacen todo el trabajo, Hansuke. ¿No puedo colaborar en nada, acaso? No me agrada la idea de quedarme cruzado de brazos mientras otros realizan toda la investigación para mí sin que yo ayude de algún modo —replicó Steven.
—Acepta su oferta, Steven... solo será por un par semanas —le dijo Daphne—. Ellos manejan mucho mejor que nosotros los idiomas y las costumbres de las distintas naciones de toda esta región.
Serán unos días de descanso, que no nos vendrían nada mal... Los últimos meses los hemos pasado de un lado para el otro, y han sido realmente extenuantes, al menos para mí —le expresó acariciándole el brazo, mirándolo a los ojos y tratando de convencerlo de un modo en el que solo una mujer puede hacerlo con un hombre.
Luego de un breve instante, en el que Steven lo pensó, respondió a regañadientes:
—Tal vez tengas razón, no me he concentrado en nada más que en mi búsqueda y no he reparado ni siquiera en ti... perdóname por eso, Daphne.
—Está bien, no te preocupes, yo te entiendo, sé muy bien cuan fuerte puede ser el deseo de recuperar a una familia perdida —le respondió ella tomándolo de las manos.
Así fue como ambas parejas accedieron finalmente a la oferta de Hansuke y pasaron casi dos semanas alojados en un hotel de lujo, propiedad del poderoso grupo y ubicado en la ciudad de Yokohama.
Durante ese tiempo, la compañía Ryujin usó sus computadoras y sus propios agentes para descartar a muchos posibles objetivos de todo el mundo, principalmente los correspondientes a Asia y Oceanía, continentes en donde sus bases de datos y presencia eran mucho más importantes...
Habiendo llegado al último día del plazo establecido por Hansuke, Armony y Michael se encontraban finalizando de almorzar en un hermoso restaurante ubicado en el centro de Tokio.
El establecimiento se encontraba en el tercer piso de un edificio que tenía una vista directa del mundialmente famoso cruce de Shibuya, el paso peatonal más transitado del mundo.
Por ese cruce de calles transitaban miles de personas todos los días. Armony jugueteaba con el sorbete de su helado de chocolate mientras, pensativa, contemplaba ese auténtico mar de gente, que en ese horario tan concurrido no se detenía ni por un instante.
—¿Cuántos de ellos se conocerán de otras vidas sin saberlo?... y pasan unos al lado de otros como auténticos extraños —comentó Armony en voz baja—. ¿Cuántos llorarán por la perdida de un ser amado que está más cerca de lo que se imaginan? —continuó preguntándose de manera retórica, más reflexiva que curiosa, mientras seguía jugando con el sorbete de su postre y su mirada se perdía entre las personas que pasaban sin parar.
—Te puedo asegurar que así sucede con muchos de ellos, Armony... algunos ya hasta se habrán tropezado directamente con seres amados en otras existencias sin darse cuenta.
Cada vez que morimos, nos llevamos deudas de favores que queremos pagar, así como también rencores que no nos dejan en paz en el más allá. Es muy normal y común que queramos volver a encarnar cerca de las personas con las que mantenemos esos fuertes lazos, sean positivos o negativos. Ese es uno de los motivos por el que la mayoría de la gente se siente atraída a pasar toda su vida en el mismo sitio o lugares cercanos, el sentido de pertenencia o arraigo se basa en eso principalmente.
Solo unos pocos viajan por el mundo y se establecen en diferentes lugares...
—Pero, por más que estén cerca, y aún viviendo en la misma ciudad, la mayoría de las personas no llegarán ni a conocerse entre sí nunca en toda su vida —replicó Armony un poco escéptica.
—El destino es mucho más complejo de lo que piensas —le respondió Michael—. No necesita de una interacción directa entre las personas implicadas en un hecho determinado para equilibrar la balanza. Es algo muy frecuente que el destino se valga de las vidas de otros para hacer que las deudas se paguen, los hechos fortuitos son una clara muestra de lo que te digo.
Es como ese juego en el que se forman varias fichas de dominó parándolas una tras otra para que se derriben en cadena, la primer ficha no necesita tocar a la última para hacerla caer; del mismo modo, un buen o mal acto que hayamos perpetrado no necesariamente va a retornar a nosotros por la mano de la persona que lo recibió.
Las cadenas de acciones se extienden entre los seres tanto como la vida misma...
Un momento después, Armony giro su cabeza hacia un televisor que se encontraba en una pared lateral a varios metros de distancia de la mesa en la que estaban, y cambió de tema por algo que se avecinaba:
—No entiendo nada de japonés, pero creo que en ese reporte meteorológico están alertando que se viene una tormenta fuerte.
—Sí... y así es —le respondió Michael preocupado al tiempo que miraba por la ventana hacia el cielo—. Esas nubes son claramente el comienzo de una tormenta tropical que no va a tardar mucho en llegar hasta aquí —aclaró. Él conocía mucho de meteorología por su afición al mar y sabía perfectamente cuan terrible podía llegar a ser una tormenta de esas características—. Va a ser mejor que nos volvamos al hotel antes de que se desate —definió.
—Bien, y, mientras tanto, voy a llamar a Daphne para avisarle de la tormenta —dijo Armony tomando su teléfono celular.
En el corto lapso de tiempo que transcurrió entre que salieron del restaurante y llegaron hasta una terminal ferroviaria, la tormenta se acercó lo suficiente como para comenzar a cubrir toda la ciudad y sus alrededores con su oscura sombra.
Rápidamente, el cielo se torno negro como la noche y las nubes más impacientes comenzaron a dejar caer sus primeras gotas.
Las personas en las calles empezaron a caminar apurando el paso mientras el viento comenzaba a crecer en intensidad y fuerza, indicando de ese modo que la enorme metrópolis se encontraba justo en el medio de un centro de baja presión atmosférica, y que pronto se convertiría en el lugar donde la tormenta descargaría toda su furia.
Armony y Michael se dirigieron al mismo sector de la estación donde los dejó el tren que los había traído desde Yokohama en la mañana:
—¡Mira, Michael! tenemos suerte, hay un tren en la plataforma —le señaló Armony mientras subía impaciente para no mojarse y buscaba un asiento junto a la ventanilla, desde donde podría ver claramente la gran tormenta que se estaba por desatar.
—Voy a comprar un par de pasajes. ¡No te muevas de ahí!, no quiero que nos perdamos —le enfatizó Michael y se retiró por un instante, dejándola sola.
Armony estaba feliz, le gustaba el momento previo a las tormentas, sobre todo las más fuertes, disfrutaba de ver la furia de la naturaleza desde un lugar seguro: los vientos, los rayos y las precipitaciones fuertes siempre le parecieron un maravilloso espectáculo de la naturaleza, algo imperdible y lleno de energía.
Mientras miraba por la ventana, se distrajo; no se percató de que muy pocos pasajeros habían abordado el tren junto con ella, ni siquiera hizo caso a las sirenas que alertaban a los pasajeros de que el tren estaba a punto de partir hasta que, de manera completamente inesperada para ella, las puertas del tren se cerraron...
Giró entonces su cabeza buscando a Michael que no había llegado aún... y en ese momento lo vio corriendo hacia el tren.
Se puso de pie alarmada y se presurosa acercó a una de las puertas:
—¡Michael! ¡¿qué está pasando?!
—Este tren no es el que teníamos que abordar para volver a Yokohama, Armony —le dijo él agitado, desde el otro lado de la puerta y ante la atónita mirada de ella.
El tren empezó a moverse en la dirección opuesta a la que tenían que ir. Michael tomó uno de los boletos que había comprado y lo deslizó por la unión que quedaba entre ambas puertas:
—¡Tómalo y no lo pierdas! —le gritó él corriendo tras el tren.
Armony agarró el boleto confundida y con cara de estupor... A medida que el tren se alejaba, Michael le hizo el clásico gesto con la mano indicándole que la llamaría por teléfono, y un par de segundos después, el móvil de Armony sonó:
—¡¿Y ahora qué hago?!... ¡¿Hacia dónde se dirige este tren, Michael?! —le pregunto ella completamente arrebatada por los nervios.
—Tranquila, no te desesperes... Primero, si viene algún guarda pidiendo los boletos, simplemente le muestras el que te acabo de dar.
—¡¿Y si me pregunta algo del pasaje, como se le explico?! el boleto no coincide con el lugar a donde voy ¡y no hablo nada de japonés!
—Él va a entender la situación, eres una turista y lo tuyo ha sido una simple confusión...
Ahora bien, estás en un tren que es un servicio especial expreso y que va hacia la ciudad de Kawagoe, es una ciudad que está muy cerca de Tokio, en menos de una hora estará arribando.
Escuchame con atención: quiero que te bajes allí, en la primera estación donde se abran las puertas y que me esperes, voy a alquilar un auto y llegaré a recogerte.
—¿Por qué no te vienes en el siguiente tren?
—No habrá más trenes hasta que la tormenta termine, parece que va a ser muy fuerte y están limitando los servicios, me lo dijeron en la boletería cuando compré los pasajes.
Gracias a la rápida intervención de Michael, la situación parecía estar encarrilándose y Armony comenzó a calmarse un poco...
—Dime, ¿por qué me pasan estas cosas a mí, Michael? —preguntó Armony lamentándose, aunque más serena y resignada.
En ese momento el teléfono se quedó sin cobertura, la tormenta se estaba desatando con una furia inusitada y estaba afectando seriamente a toda la región, incluyendo sus comunicaciones inalámbricas.
—Bien, Armony: tu situación es bastante mala... aunque parece estar bajo control, ahora lo mejor es que te sientas y esperes pacientemente a que el tren llegue a la estación y abra sus puertas —se dijo a sí misma en voz baja para darse ánimos y sosegarse un poco más.
«Al menos aún tengo a la tormenta para entretenerme», pensó.
Se sentó nuevamente en su lugar y se quedó así: contemplando el día lluvioso por la ventana del tren y rogando no tener más problemas por el momento.
Tres cuartos de hora después, el tren llegó con una perfecta puntualidad a Kawagoe.
Armony se bajó rápidamente, como le había ordenado Michael y buscó un lugar a reparo de la lluvia que todavía caía con relativa fuerza.
Había muy poca gente y el andén estaba prácticamente vacío.
Recorrió la estación con su vista y entonces caminó hacia la entrada; desde allí contempló la ciudad...
Notó de inmediato el brusco cambio de aspecto con la gigantesca metrópolis que era Tokio.
Kawagoe era una ciudad con un encanto clásico, su arquitectura estaba relacionada con la del Japón antiguo y pintoresco, con su estilo tan particularmente bello; aquí abundaban los edificios con aspecto histórico y su aire era más propio del período Edo.
Al alejar su vista de la zona de la estación, Armony se sintió como si fuera transportada en el tiempo: el paisaje urbano cambiaba de a poco y empezaban a aparecer construcciones bajas, de madera laqueada en negro, con techos de tejas grises y esa tan única semblanza con la época medieval oriental.
Tomó un folleto para turistas que había quedado abandonado en un asiento cercano y comenzó a ojearlo....
Allí se mencionaban los principales atractivos de la ciudad y también había un mapa de la misma; Armony amaba los mapas, siempre le fue muy fácil orientarse con ellos, cada vez que llegaba a una ciudad desconocida, esa era una de la primeras cosas que buscaba.
La tormenta había amainado momentáneamente, apenas caían unas gotas raleadas; en ese instante Armony se sintió algo aventurera y tuvo ganas de hacer un pequeño recorrido muy rápido por la ciudad.
Miró su teléfono una vez más y aún seguía sin cobertura.
«Solo serán quince minutos, volveré a la estación antes de que llegue a recogerme Michael», pensó... entonces subió la capucha de su piloto y entusiasmada comenzó a recorrer los alrededores de la estación...
Aunque aún era temprano, la oscuridad ya se había apoderado del final de la tarde, tornándola así en noche. Las luces de la ciudad ya se estaban encendiendo, sin embargo, eso no amilanó a la curiosa Armony que continuó.
Sin darse cuenta, comenzó a dejarse llevar por sus ansias de explorar y perdió la noción del tiempo. Caminó libremente, confiando solo en su mapa... hasta que, en un momento, se encontró frente a una callejuela muy pintoresca, la cual se internaba dentro de un barrio comercial.
«¿Qué hago ahora? ¿la recorro o no? Michael viene en camino a la estación, tal vez no debería... aunque, ¿cuánto más puedo tardarme? Solo cinco minutos y me vuelvo», pensó sin meditarlo más y se internó en la llamativa callejuela.
Una vez dentro, vio que se ramificaba intrincadamente, dando la idea de ser un auténtico laberinto urbano. Lo estrecho de los pasillos, los carteles luminosos, los edificios de dos o más plantas que la bordeaban le hacían sentir la inexplicable atracción de poder encontrar algo inesperado al girar en cada esquina...
Armony caminó sin rumbo fijo, hasta que finalmente se encontró en un sector que era más oscuro que el resto, ahí había muchos menos carteles luminosos y comenzaban a aparecer comercios que se especializaban en artículos esotéricos; había entrado indudablemente en un sector único del laberíntico barrio, una zona en donde las energías etéreas estaban mucho más presentes.
Se detuvo delante una pequeña tienda muy especial y que le llamó poderosamente la atención...
El establecimiento contaba con una muy elaborada decoración en sus molduras externas, a un costado de la puerta de entrada había una fina y detallada estatua de mármol de una antigua dama japonesa a escala real; tras la vidriera principal, gruesas cortinas negras y rojas impedían ver hacia dentro. Solo un cartel exterior definía a que se dedicaba el lugar: «visión de vidas pasadas».
«Esto no puede ser una casualidad», pensó Armony y tímidamente, aunque fascinada, entró...
Al mover la puerta, una campanilla ubicada en el ángulo superior de la misma alertó de su llegada.
El local no era muy grande por dentro. Se trataba de un ambiente rectangular, de unos tres metros de frente por cinco de fondo; estaba muy oscuro, solamente iluminado por una tenue luz la cual provenía de unos pocos artefactos lumínicos que estaban artísticamente decorados.
Una enorme y gruesa alfombra circular dominaba el centro del ambiente y sobre ella pendía del techo la lámpara principal, un aplique de bronce con dragones que partían hacia los cuatro puntos cardinales.
En las paredes se podían ver colgados algunos pergaminos con inscripciones en caracteres asiáticos que Armony no comprendía y también algunas pinturas que hacían alusión a escenas del Japón antiguo, con rituales relacionados al más allá en ellas...
Todo el ambiente se encontraba inundado por el humo de varios incensarios que aromatizaban el aire y le daban una atmósfera de mayor misterio aún, con sus delgadas columnas de humo que se desvanecían al elevarse, fundiéndose con el ambiente.
Delante de Armony, como a tres metros de distancia, había una cortina colgante, conformada por centenares de eslabones y algunos ornamentos intercalados.
Esa separación daba la sensación de ser decenas de cadenas que protegían al visitante de algo o alguien que se encontraba detrás por de esa cortina, en donde se apreciaba la silueta de una persona.
Armony se detuvo de inmediato al advertir esa presencia... solo había caminado un par de pasos dentro del local:
—Hola... —alcanzó a decir con voz temblorosa, dirigiéndose a la figura desconocida.
Un instante después, las cadenas se agitaron suavemente y de entre ellas surgió una mujer: en una de sus manos tenía un wagasa, el tradicional paraguas de papel japonés, el cual aún estaba cerrado, con su otra mano sujetaba una máscara por delante de su rostro...
La femenina figura caminó lentamente hacia ella como surgiendo de entre esas tinieblas hasta pararse debajo de la lámpara principal, justo en el centro de la habitación.
En ese momento Armony la pudo ver con claridad: se trataba de una mujer vestida al estilo clásico antiguo japones, con un profusamente estampado y hermoso kimono muy oscuro, dominado por los colores negro y bordó principalmente, anque al mismo tiempo bellamente decorado con detalles en dorado y blanco.
Su cabello era de un color tan negro como el ónix salvo por un largo mechón teñido de violeta, mismo que le caía por el costado de su frente rasgando esa oscuridad de su cabello en dos.
El prolijo peinado que ostentaba era muy elaborado y a la usanza antigua: estaba parcialmente recogido y arreglado con bellos kanzashi, ostentosos adornos brillantes que tradicionalmente han usado siempre las mujeres japonesas en sus más finos tocados.
En sus manos llevaba puestos un par de guantes de red negros, decorados con volados y transparencias, pero sin dedos, lo cual dejaba apreciar sus largas y finas uñas, pintadas absolutamente con un brillante esmalte negro.
Su rostro no se podía apreciar a causa de la máscara que sujetaba delante de él, y fue justamente esa máscara lo que inquietó a Armony sobremanera, ya que era una máscara horrible que parecía ser la cara de un furioso demonio.
Esa máscara demoníaca es conocida en el teatro japonés como hannya, tiene dos afilados cuernos saliendo de sus sienes y un par de ojos saltones que observan desde abajo de una abultada frente. La boca es un agujero profundo, con unos dientes caninos grotescamente exagerados y que emergen de ella como los amenazantes colmillos de un animal salvaje.
La máscara representa a un alma torturada por fuertes sentimientos negativos, mismos que la convierten en un peligroso demonio de furia y venganza.
—¿Mi aspecto te atemoriza? —le preguntó la mujer con una sensual voz muy femenina oculta tras la horrible máscara, su tono fue suave y su cadencia, misteriosa.
—Solo un poco —le respondió Armony conteniendo su miedo, y le preguntó—... ¿Por qué la usas?
—Por que me encantan las máscaras. Tengo muchas de ellas aquí en mi tienda.
Siempre he admirado el teatro japonés, especialmente el estilo noh; en él se utilizan diferentes tipos de máscaras... aunque, contrariamente a lo que se acostumbra en occidente, las máscaras que se usan en escena no son para disfrazar a quien las lleva, sino que muestran la verdadera manera de ser del personaje, su auténtico estado anímico... la esencia de su alma.
Armony en ese momento sintió un escalofrío que le recorrió toda su espalda, mientras que su interlocutora continuaba con su explicación:
—Soy una clase especial de adivina; cuando entra un nuevo cliente usualmente tomo la máscara que más me inspira el estado emocional de esa persona y me presento con ella puesta.
Lo que ves en este momento frente a ti es como un espejo de tu espíritu. ¿Debes ser una mujer emocional y celosa, verdad?
—Tal vez... eso me han dicho a veces, aunque yo no me considero así realmente —respondió Armony.
—Deberías de controlar ese aspecto tuyo o terminarás lastimando a quienes más amas.
Esta máscara representa eso justamente; una mujer que puede volverse un demonio a causa de sus celos... y como todo demonio, solo termina generando dolor —expuso la mujer dejando escapar una leve risa—.
Las máscaras son siempre tan mal interpretadas... se dice que son para ocultar algo, pero en realidad la máscara devela el interior de quien la elige, muestra como es la persona por dentro, desnuda su ser al ocultar su rostro.
En ese instante se hizo un impasse de silencio...
—Lamentablemente, llegaste en un mal momento. Estaba a punto de cerrar e irme, en los días de lluvia no suelen venir muchos clientes a verme —comentó entonces la misteriosa adivina.
—Perdón, no lo sabía, solo entré por...
—¿Curiosidad? —preguntó la mujer completando la frase de Armony.
En ese instante retiró la espantosa máscara de su rostro y se mostró al fin: era una mujer joven, de unos veinticinco años, dotada de una hermosura envidiable, la cual se centraba en sus ojos: bellos, exóticos, misteriosos... y que desde sus negros iris transmitían una penetrante mirada que parecía llegar incluso más allá del infinito.
Su maquillaje, cuidadosamente aplicado, estaba principalmente acentuado en sus labios que eran de un color rojo, intenso como el fuego y sus ojos se encontraban delineados por un grueso contorno negro; todo en ella era una combinación perfecta entre una dama japonesa clásica y una mujer de estilo gótico moderno.
—Me llamo Kasumi y te doy la bienvenida a mi humilde tienda —dijo con una inquietante sonrisa mientras guardaba la máscara entre los pliegues de su kimono.
—Yo soy Armony, es un placer conocerte... pero, creo que he sido un poco inoportuna; tal vez sea mejor que vuelva en otro momento —dijo asustada, retrocediendo un paso, casi a punto de irse ya.
—No, Armony, no te vayas aún... este momento es precisamente el que decidió el destino, además, puedo asegurarte que tú no volverás aquí nunca más una vez que salgas por esa puerta; es lo que siento de ti, solo piensas en huir.
Armony la miró intrigada, Kasumi parecía conocer mucho más sobre ella de lo que debería saber una perfecta desconocida.
—Nada es casual, Armony, no lo es ni el hecho que estés aquí en esta fecha ni tampoco el que esté lloviendo —Armony la miró confundida, ante lo cual Kasumi procedió a explicarse mejor—.
En Japón tenemos incontables festividades y tradiciones, este mes celebramos el Tanabata y como casi toda festividad, tiene una antigua historia asociada a ella:
Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo, vivió una hermosa joven llamada Orihime; ella era la hija de Tentei, el rey del firmamento.
Orihime disfrutaba creando magníficas telas a orillas del río Amanogawa, que es lo que conocemos como la Vía Láctea.
Sus espléndidas telas se usaban en la confección de las vestimentas de los dioses y ella encontraba en esta actividad casi todo lo que podía desear para ser feliz.
Así, Orihime pasaba plácidamente los días en la llanura alta del cielo, absorta en su tarea y al ritmo del monótono sonido de la lanzadera del telar. Sin embargo, a causa de su absorbente trabajo, la princesa no podía conocer a alguien de quien enamorarse, lo cual la entristecía y preocupaba a su padre enormemente.
Apiadándose de ella, una mañana el destino propició un encuentro entre la princesa y un joven y apuesto pastor de bueyes llamado Hikoboshi, quien vivía al otro lado del río Amanogawa.
Cuando se conocieron, se enamoraron perdidamente y al instante...
Aunque mantuvieron el romance en secreto, el rey del cielo advirtió en su hija el amor que sentía por Hikoboshi y finalmente los unió en matrimonio.
Todos estaban muy felices, sin embargo, la felicidad no iba a durar para siempre, ni siquiera por mucho tiempo.
El apasionado amor y el indescriptible gozo que sentían Orihime y Hikoboshi por el mero hecho de estar juntos provocó que descuidaran sus deberes: Orihime dejó de tejer y los dioses celestiales se quedaron sin telas para sus vestidos; Hikoboshi, por su lado, abandonó a los bueyes a su suerte, los cuales terminaron desperdigandose por el firmamento y provocando destrozos por donde pasaran.
Todo aquello enfureció Tentei. ¡¿Cómo podía ser que su trabajadora hija se hubiese vuelto tan descuidada?! En castigo, el rey del cielo, decidió alejar a los dos amantes entre sí, colocándolos a cada lado del Amanogawa, siendo a partir de entonces Orihime la estrella que llamamos Vega y Hikoboshi la estrella Altair, ambas separadas por la Vía Láctea, quedando así como los podemos ver hoy en día con solo elevar nuestra vista hacia al cielo nocturno.
El rey les prohibió terminantemente que volvieran a juntarse nunca más...
Orihime, muy triste por la pérdida de su esposo, le rogó a su padre entre amargas lágrimas que la perdonara y les permitiera volver a verse. Tentei, conmovido por ella, le prometió entonces que les permitiría reunirse una sola vez al año: el séptimo día del séptimo mes... siempre y cuando ella trabajara con dedicación y tuviera listo su trabajo para ese entonces.
La princesa cumplió con la condición que su padre le había impuesto; sin embargo, la primera vez que intentaron verse con Hikoboshi se dio cuenta de que no podían cruzar el Amanogawa, dado que no había puente alguno.
Orihime lloró tanto que una bandada de grullas vino en su ayuda y le prometieron que harían un puente para que pudieran cruzar; así las aves volaron sobre el río celestial con sus alas totalmente desplegadas y formaron un paso con sus cuerpos por el que Hikoboshi cruzó camino a los brazos de su amada, disfrutando los dos así una vez más de su mutua compañía...
Terminada la noche, él volvió a su trabajo como pastor de bueyes y ella se quedó tejiendo en su telar, anhelando ambos su próximo reencuentro el año venidero.
Desde ese entonces esta noche es la única ocasión que tienen cada año de poder verse los dos amantes.
Sin embargo, y desgraciadamente para ambos, su anual encuentro depende de las condiciones meteorológicas: si la noche del encuentro está despejada, también lo estará el camino que los unirá, pero si esa noche llueve, eso les impedirá a las grullas volar y formar el mágico puente...
La lluvia en esa noche especial es mucho más triste que las de las demás y es por ello que se llama: la lluvia de las lágrimas —concluyó Kasumi.
—¿Esta es, entonces, una de esas noches, esta es la lluvia de las lágrimas?
—Así es, Armony... tristemente hoy los amantes permanecerán separados por otro año más y ¿quién sabe que ocurrirá el año próximo?, la lluvia podría volver a repetirse...
—No entiendo por que me has contado esa historia, Kasumi.
—Es que percibo muchas similitudes con tu propia historia, Armony. Así como Orihime tenía el deber de tejer en su telar, tú también tienes un deber que cumplir, ella también se alejó de sus obligaciones para disfrutar de su amor, al igual que lo haces tú... y ella fue castigada por eso, fue separada de su amor del mismo modo en que tú ya lo has sido en tu vida pasada y como lo volverás a ser en esta si sigues actuando como hasta ahora, eso te lo puedo asegurar.
Se te está dando la oportunidad de enmendar tu camino, pero tu tiempo se esta agotando...
Nadie escapa del destino, Armony y mucho menos por varias vidas. Aún no lo logras aceptar, ¿no es así? —concluyó.
Atónita, con su rostro estupefacto y sin poder articular palabra alguna, Armony solo atinaba a mirar a Kasumi con la boca abierta.
—Déjame contarte algo más sobre mí, Armony: yo tengo una facultad muy especial de nacimiento y es algo en extremo raro de ver...
A mi don único se la conoce como: los ojos del infinito, consiste básicamente en la capacidad innata que poseo de poder ver grandes fragmentos completos de las vidas anteriores en las personas con solo tocarlos y mirarlos directamente a los ojos.
Podría decirse que es una clase especial de videncia, la cual se enfoca en la visualización de vidas pasadas, de existencias olvidadas.
Según dicen algunos sabios, solo nace una persona en el mundo cada cien años con mi don, eso es para que la humanidad solo tenga a un individuo como yo en cada generación.
—¿Tú, entonces, puedes ver quién fuí a pesar de no habernos conocido en una vida previa? —le preguntó Armony titubeando.
—Sí. Puedo ver no solo la vida anterior de cualquier persona, sino remontarme aún más, mucho más atrás todavía... aunque, claro está, eso me conlleva un esfuerzo que es cada vez mayor cuanto más hacia el pasado me interne.
Con solo verte a los ojos puedo decir que eres una gran violinista, talentosa desde niña. También veo que te persiguen desde entonces esas personas de... la corporación Rottweiler.
Percibo, además, que tú quieres recordar algo, pero el olvido sella tus memorias y te lo impide.
Yo puedo recordarlo todo por ti, Armony. Si me das tu mano, puedo llegar a ser absolutamente precisa y detallada, solo necesito hacer un contacto físico y directo contigo; déjame demostrártelo —le propuso Kasumi extendiendo su mano derecha con la palma hacia arriba.
Armony hizo el gesto inmediato de darle su mano izquierda, pero se detuvo en seco, fue un movimiento casi espasmódico, como temiendo algo, Kasumi le parecía peligrosa, algo en ella le inspiraba un profundo temor, todos los cabellos de su nuca se le erizaron juntos; aunque al mismo tiempo, sentía una fuerte atracción por el profundo misterio que de ella emanaba, era algo muy difícil de contener y similar a lo que ocurre cuando un animal se queda mirando hipnotizado a un fiero depredador que esta a punto de devorarlo.
—No hay nada que temer, Armony, esto es seguro para ti y, además, lo haré completamente gratis... esta vez. Siento mucha curiosidad y quiero sinceramente ayudarte —le dijo sonriendo falsamente al tiempo que entrecerraba sus ojos.
Armony le dio su mano de manera inocente y en cuanto la tuvo, Kasumi cerró sus dedos, agarrándola de un modo delicado, pero con firmeza al mismo tiempo.
—Mírame a los ojos y escucha mi voz —le dijo la pitonisa de manera suave y pausada, Armony lo hizo y al mirarla sintió como era envuelta por la misma fascinación que atrapa a la presa ante la mirada de la serpiente.
En la profunda negrura de los ojos de Kasumi se empezaron a vislumbrar escenas de un pasado remoto, un pasado al que Armony no podía acceder con su mente...
—Te veo claramente, Melody, eras una afamada pianista, tu vida era tan feliz y exitosa, aunque huyendo de tu destino... corriendo sin saberlo.
El por que escapabas se encuentra en otra de tus existencias vividas en este plano —en ese momento Kasumi inspiró profundamente y apretó más fuerte la mano de Armony, quien manifestó su incomodidad con una mueca de dolor.
La vidente comenzó a contonear suavemente su cabeza y hombros al tiempo que se agitaba y empezaba a sudar emitiendo cortos y esporádicos gemidos, su esfuerzo estaba manifestándose.
—Ahora, me remontaré a una vida anterior a la que recuerdas parcialmente de cuando fuiste Melody... viajaré aún más atrás —dijo mientras daba una profunda inspiración.
Pasó un instante, y agregó:
—Veo bailarinas de ballet danzando. Estuviste relacionada con el arte clásico... siempre fuiste una mujer muy talentosa y prodigiosa para expresarte con tu alma.
—Me lastimas la mano, Kasumi; suéltame, por favor —le pidió Armony en ese momento, ante la fuerza que estaba ejerciendo la adivina.
Sin embargo, Kasumi no le hizo caso alguno; en lugar de eso, inspiró profundamente de nuevo y apretó su mano aún más, provocando que Armony diera de inmediato un corto quejido de dolor.
—¡Me estás lastimando! —le gritó asustada y comenzó a tironear de su mano para liberarla.
Kasumi continuaba esforzándose y haciendo caso omiso a los incesantes ruegos de Armony al punto de que ya le costaba mantenerse en pie; estaba absolutamente concentrada y decidida a ver cuanto pudiera del pasado de ella.
—¡¡Y veo tu vida anterior a esa ahora!! —gritó Kasumi sonriendo excitada y sin soltarla, hasta que finalmente Armony logró zafar su mano del agarre de la vidente.
Armony retrocedió sujetando su dolorida mano contra el pecho, su rostro estaba pálido y tenía una expresión desencajada, había quedado muy asustada por la actitud de la oscura pitonisa.
—Nadie puede escapar de su destino, Armony. Cada vez que lo intentas mueres. ¿Qué, acaso, no puedes entenderlo? ¡Deja de huir de una buena vez y completa tu propósito existencial en esta vida o tendrás que hacerlo en la siguiente!... No importa durante cuantas vidas insistas en seguir huyendo, algún día tendrás que cumplir con tu destino, shikata ga nai...
Armony la miró confundida, ella no entendía casi ni una palabra de japones, pero esa última expresión de Kasumi la recordaría... y la recordaría muy bien.
Temiendo sin saber bien a que, Armony salió de la tienda de Kasumi y, a pesar de que la lluvia volvía a caer intensamente en ese momento, comenzó a correr aterrada por el callejón, alejándose lo más rápido que podía de ese lugar; no obstante, mientras corría, alcanzó a escuchar a la vidente, quien de lejos le gritaba:
—¡¡¡Corre si quieres y sigue huyendo, pero nunca lograrás escapar de tu pasado, princesa fugitiva!!! —Kasumi coronó esas palabras con una carcajada motivada por una inexplicable satisfacción, misma que se perdió entre el crepitar de las gotas de lluvia.
Armony continuó su frenética carrera sin detenerse, escuchando solamente el chapoteo de sus pisadas en los charcos de agua de la calle; sin embargo, en su mente las palabras de la oscura doncella resonaban sin cesar una y otra vez...
Sin darse cuenta de como lo hizo, logró llegar hasta el andén de la estación. Fue algo casi instintivo, estaba completamente mojada por la lluvia y sin aliento ya; se quedó de pie, exhausta, doblando su cintura y apoyando sus manos en las rodillas, tratando solo de recuperarse...
Instantes después escuchó que de lejos alguien pronunciaba su nombre, alzó su mirada y para su regocijo era Michael que la estaba llamando mientras se acercaba a ella angustiado.
Armony corrió hacia él, abrazandolo más fuerte que nunca esta vez y él la abrazó del mismo modo:
—¿Dónde te habías metido?... y ¿por qué estás empapada? ¿qué te pasó? Te estuve buscando desde hace un buen rato. Creí que te había perdido, me preocupé mucho, Armony.
La aventurera violinista solo atinó a responderle entre lágrimas:
—Quiero que nos vayamos cuanto antes de aquí... por favor, Michael.
Asustada y mojada, se arrepintió internamente por haberse alejado de la seguridad que le brindaba la estación de trenes e internado en ese mundo de misterio, el cual la había estado esperando, tal y como le supo anticipar la anciana del aeropuerto solo un par de semanas atrás.
Una vez en el auto junto a Michael y mientras viajaban de regreso rumbo a Yokohama, Armony permanecía callada, tratando de asimilar su extraña experiencia mientras que las palabras de Kasumi no dejaban de resonar en su cabeza: «cumple con tu propósito existencial en esta vida o tendrás que hacerlo en la siguiente», «shikata ga nai»... «nunca lograrás escapar de tu pasado, princesa fugitiva»; las escuchaba una y otra vez, atormentándose sin poder comprenderlas y dándose cuenta de que su pasado no estaba tan lejos de su vida actual como ella deseaba.
Sin embargo, y aunque aún no lo sabía, las palabras de la oscura pitonisa guiarían sus pasos y la marcarían profundamente en los días venideros...
Algo dentro de Armony había comenzado a cambiar.