"Soy el que ríe con tus alegrías,
el que llora si lloras, mi vida.
El que sueña despierto contigo.
El que muere si no estás conmigo."
Sombras.
Gulf parecía haber encontrado la manera de calmar su propio dolor, calmando el dolor de otros.
La casa de reposo, lugar tristemente habitual en cada pueblo desde el comienzo de la guerra, estaba por fin en penumbras. Había sido un día agitado. Como todos los anteriores.
Gulf, después de un entrenamiento acelerado, conocía la mejor forma de tratar los dolores y hacer las curaciones. Y de encontrar las palabras adecuadas cuando los soldados convalecientes bajo su cuidado parecían haber perdido la moral.
¿Qué podría decirle alguien a un joven recluta que junto con la pierna que ha perdido, ha perdido también su juventud y su futuro?
Porque, con los cuidados adecuados, su herida sanaría. Pero le quedaría un estigma de por vida: lo verían como un inválido, un perdedor.
Porque estar perdiendo la guerra no ayudaba a levantar la moral ni era una señal prometedora.
Los que tenían la suerte de volver, eran recibidos como parias. Muchos lisiados, quemados, heridos, ni siquiera estaban siendo bien recibidos en sus propias hogares.
Y Gulf sabía perfectamente lo que era ser un paria, aunque por razones bien distintas.
Por eso quizás, los entendía. Por eso sabía qué decir exactamente cuando alguno de aquellos jóvenes soldados se despertaba gritando en plena noche, pidiendo por su madre.
Gulf se mostraba fuerte, atento, contenedor. Y no se retiraba a descansar hasta cerciorarse de que ese joven soldado que había temblado ante una pesadilla, estuviera otra vez dormido.
Pero cuando finalmente estaba solo,Gulf no era capaz de contener sus lágrimas; lloraba por el dolor ajeno como si fuera propio. A los ojos de otros enfermeros y del médico era reprochablemente sensible. Pero escaseaba el personal, los soldados heridos eran cada vez más y Gulf hacía muy bien su trabajo. Por eso conservaba su puesto, aún cuando hablaban de él a sus espaldas.
Nadie lo conocía demasiado. Nadie se tomaba el trabajo de concerlo mejor. Lo evitaban las veces que podían, nunca lo integraban a ninguna reunión casual en el pueblo en las pocas horas libres que tenían. Y los soldados que Gulf había ayudado y cuidado durante meses, parecían olvidarse de él, apenas eran dados de alto y cruzaban la puerta a hacia una nueva vida.
Gulf se sentía invisible pero continuaba con su trabajo. Tratar de mejor la vida de otros lo hacía sentir que su propia vida mejoraba.
Pero una tarde de Mayo, esa rutina de trabajo duro y desprecio pareció empezar a cambiar. Gulf no se dio cuenta de esto de inmediato, pero la llegada de ese nuevo soldado Mew, haría que por primera vez en su vida dejara de sentirse invisible. Fue una mirada seguida de un simple gracias. Pero para Gulf fue como viajar a un nuevo mundo.
¿Acaso puede cambiarnos la vida una mirada y un simple gracias?