Capítulo dedicado a Cecilia Guajardo, en agradecimiento por sus palabras y apoyo...
Cada vez que Gulf pasaba cerca, yendo y viniendo con gasas, orinales, sábanas limpias, kerosene para rellenar las lámparas, Mew esbozaba la que creía era su sonrisa más persuasiva y le susurraba:
...Ven...
Gulf se hacía el desentendido. Meneaba la cabeza de un lado a otro y seguía con sus tareas. Su semblante apenas cambiaba cada vez que Mew le sonreía de aquella manera o le hacía esa invitación.
Pero por dentro, Gulf había dejado de tener un corazón de músculo y arteria para convertirse en un volcán, que se agitaba peligrosamente cada vez más.
Todas las veces estuvo a punto de decirle que sí pero un nudo en el estómago mantenía su boca cerrada.
La invitación era para ir al pueblo. Sólo iría un puñado de soldados, los que se encontraban en condiciones de caminar o los que estaban en silla de ruedas pero sin heridas abiertas, y solo los que anímicamente pudieran resistir una salida.
Era un paseo para que reaprendieran a estar otra vez en contacto con gente, en un espacio abierto, sin sentirse atemorizados. O acaso sentirse un poco menos atemorizados.
Gulf entendía la eficacia de aquellos paseos pero sólo una vez había acompañado a un contingente. Y no había salido del todo bien.
El jefe de cuidadores lo había dejado atrás y Gulf había tenido que regresar tres kilómetros en medio de una lluvia fría e implacable.
Se alegó que había sido un malentendido. El jefe de cuidadores juró a quien quisiera oirlo que estaba convencido de que había visto a Gulf subir al vehículo. Y todos lo creyeron.
El propio Gulf terminó de dudar mientras aquel cuidador hablaba , pero al darle la espalda a los médicos y enfermeras, aquel soldado devenido en enfermero lo miró fijamente.
Y aquella sonrisa de burla lo confirmó: había sido a propósito...
Aquel cuidador fue trasladado tiempo después a un hospital de campaña pero Gulf no pudo olvidar la indiferencia de los demás y desde entonces prefería quedarse en Brois Abby y hacerle compañía a los soldados convalecientes que se quedaban.
Y ante la última insistencia del día, cuando las lámparas se estaban apagando, Gulf movió la cabeza negativamente, y apenas sonriendo, se arrodilló al borde la cama de un soldado que tenía parte del cuerpo quemado.
Mew agudizó el oído curioso pero nada pudo oír. Un minuto después, el joven soldado le hizo señas para que Gulf se acercara un poco más. Y susurró por largos segundos palabras al oído de un Gulf que parecía completamente extasiado. Y en medio de la penumbra, le entregó un papel doblado que Gulf, sonriendo , se guardó rápidamente en el bolsillo.
Mew vio pasar a Gulf en silencio. Aún tenía la mirada extasiada y cuando caminó cerca de su cama susurrando un buenas noches, Mew notó que sus mejillas estaban sonrojadas.
Vio a Gulf desaparecer por un pasillo y sin entender porqué se sintió rabioso de repente.
Luego fijó su vista en el soldado que ahora suspiraba larga y sonoramente.
Mew gruñó por lo bajo mientras pensaba en levantarse y exigirle a Gulf una explicación y obligarle a que le mostrara esa carta -y a que la quemara como mínimo después. Pero el orgullo pudo más y maldiciendo al mundo en general y a ese soldado atrevido en particular se tapó hasta la cabeza. Y así despierto y enojado permaneció la noche entera...