Tamara
Hace eones atrás
Me encuentro descansando con una pequeña sonrisa, aunque sé que en algún momento podré salir del infierno, aquella noticia recorre todos los lados inimaginables. Sé que la noticia irá a todos los reinos de mi hermano.
Mi sobrino, Lucifer, ha consagrado a un nefilim, su primer hijo. Aquí, en el infierno, las noticias viajan demasiado rápido. Jamás he contado la verdadera razón del por qué logré salir del infierno y por qué este se ha vuelto de fuego cuando, en realidad, el infierno es de hielo que quema las almas lentamente.
Como a muchos seres, Dios, mi hermano, nos ha sacado de diferentes lugares por un propósito. En mi caso, tengo una misión de alto calibre.
Por supuesto que yo deseo hacer cualquier cosa para liberarme del sentimiento oscuro que carcome mi alma. Es tan destrozante y alocado que preferiría regresar el tiempo atrás para acabar con todos los seres de mi hermano.
—Si me ayudas con esto, no volverás más al infierno —me dice con una sonrisa impregnada en su delicado rostro.
Me quedo pensando tan solo un instante la propuesta, pero la tomo.
—Sí, claro que sí… —Hago una pequeña pausa en mis palabras y luego pregunto—: ¿Qué debo hacer?
—Lo que tienes que hacer es bastante simple. Tienes que crear seis soldados para acabar con los nefilims, creados por caos, sufrimiento y dolor.
—Muy bien. Estarán creados al anochecer.
—Bien —responde Dios y se va a continuar con su labor.
No me ha quedado demasiado tiempo para hacer lo que le he prometido a mi hermano, pero he decidido comenzar a realizar a los guerreros a mi semejanza. Tienen una parte de mí y lo único que les podría dar fin a estos seres es mi propia sangre. Por eso, sé que serán muy difíciles de matar. Lo único que puede acabar con ellos, sin mi sangre… es un sacrificio.
Cuando, por fin, termino con ellos, decido hacer un aviso a Dios. Él llega con una enorme sonrisa sobre sus labios y observa a dichos guerreros con seriedad.
—Tamara, dale las ordenes a los seis.
Doy la orden y todos mis seres son enviados al infierno. Observo a mi hermano que me ha prometido con su palabra y eso llena mi alma de felicidad, ya que no volveré nunca más a ese horrible lugar oscuro.
—Gracias.
—Lo siento… —dice y chasquea sus dedos enviándome nuevamente al infierno.
—¡No! —Grito con todas mis fuerzas sin poder creer que mi hermano me ha fallado una vez más—. Ataquen… —Veo a los ojos a una de mis guerreros oscuros—. ¡Ataca!
Se supone que los seres que he creado, solo seguirían mis órdenes, ya que no tienen mente propia, por eso ellos deben atacar a quien yo desee, pero solo es una suposición, puesto que no funciona.
Al pasar el tiempo, a todos mis guerreros les doy un nombre. Al primero que cree lo llamo Ojos rojos, pero es conocido como Alfa; al segundo, le he puesto Beta y lo llaman Luciérnaga por sus bellos ojos amarillos; al tercero, Toro, pero es conocido Oscuridad; al cuarto, Rey mejor conocido como Lluvia; el quinto, Damon este es conocido como Day; el sexto, lo llamo El tigre azul es conocido por décadas de traición, al que apodan El anticristo.
—¡Vete! —Grita al verme llegar junto con los cinco guerreros—. Luke, vete.
Al oír al Tigre azul, rápidamente envío a Toro para acabar con Luke, pero cuando llega, se oye un disparo, así que me acerco y es ahí cuando puedo ver cómo a Toro lo ha herido Luke.
Al ver la deshonra del Tigre azul, lo elimino del ejército. Al hacer esto, el hielo del infierno se comienza a descongelar y ella muere ahogada en el agua. En ese momento, es cuando todo se vuelve fuego y puedo escapar.
Sin embargo, pasa algo que no está en mis planes, puesto que nazco de nuevo, por alguna extraña razón del universo.
Los soldados destrozan a Luke en un par de meses, pero más tarde, cada uno de mis guerreros desaparece y esperan atentamente el regreso de Luke y del Anticristo.
Antes de salir del infierno, me percato de ver a alguien que sé que mi hermano ha dejado aquí. Solo voy a realizar una visita corta antes de salir de esa prisión catastrófica.
—Me resulta extraño que mi hermano te haya dejado aquí a ti antes que a mí. Supongo que ser la diosa de la creación no sirvió de mucho —le explico con una pequeña sonrisa.
Ella, como una luz poderosa, casi sin cuerpo mundano, solo me observa desde lo más lejano de su infierno. Aquella diosa está condenada a ver cómo sus hijos se pelean y destrozan, mientras que ella no hace nada por salvarlos.
—Supongo que ser la Oscuridad te ha servido de mucho —me responde con diversión—. Al menos, tú no sabes la verdad de mi encierro.
Me siento a su lado observando todo desde las sombras.
—¿Por qué él te envió aquí? —Me atrevo a preguntar.
—¿Acaso no es obvio? —Toma forma de cuerpo humano—. Intenté matar a sus hijos. Es que él no se daba cuenta de que ya tenía su familia aquí. Por eones estuve de acuerdo contigo y con Lucifer, pero no pude abrirle los ojos a mi esposo.
Un momento de silencio se apodera del infierno. No es posible que ninguna de las dos esté hablando. Todo es tan extraño, pero solo nos miramos sabiendo que esto está bien, que nuestro sentimiento está bien.
—¿Tú estabas de acuerdo conmigo y con tu hijo? —Cuestiono sin poder creerlo.
Ella asiente.
—Desde el momento cero, desde ese instante en que Dios se preocupaba más por esas cosa que por sus propios hijos… Desde ese momento supe que los mundanos eran una pérdida de tiempo —me responde con sinceridad—. Hice todo lo que estaba a mi alcance para matarlos, pero no. Dios tuvo que hacer de las suyas y enviar salvadores.