Saga Elemental I: El Legado

Jonathan

En un segundo lo tenía todo. Una familia, un hogar, amigos… y luego lo perdí. Todo se volvió un infierno desde que descubrí lo que podía hacer, no era mi culpa que ese tonto de Jaime hubiera perdido la apuesta y me golpeara haciendo que me cayera del puente en el que estábamos parados. Tampoco fue mi culpa que una ráfaga de viento levantara mi cuerpo y lo depositara sobre el puente antes de que hubiera sido impactado en el agua porque no sabía nadar. Nunca le había pedido nada a Dios, pero cuando lo hice, me trajo esto, algo que no quería y que detestaba a muerte, porque por culpa de eso mi familia me repudiaba como si tuviera una maldición, ni siquiera mis amigos volvieron a hablarme.

Me sentía muy solo, hasta que un extraño hombre se me acercó un día y me explicó que lo que me estaba pasando era algo que le pasaba a ciertos jóvenes, y que era algo natural, por ese motivo quería llevarme a un Instituto que se encontraba en una isla. Me contó que allí me enseñarían a controlarme y que aprendería a vivir con ello como si fuera un sentido más.

Al principio no le creí mucho, pero no tenía a donde ir, así que decidí acompañarlo hacia el Instituto. No tenía idea de lo que me depararía aquel lugar que prometía enseñarme a controlarme, pero de lo que sí estaba seguro, era que no podrían curar la grieta que se había abierto en mi interior.

Llegamos a un bosque en donde unas bestias nos atacaron, me enojé y una ráfaga de viento los hizo volar hacia atrás. Me caí de rodillas por el cansancio, el hombre que había venido conmigo me ayudó a levantarme. Después caminamos hasta que encontramos un muro, que se abrió como una puerta secreta revelando una enorme construcción con dos banderas que sobresalían de sus torres frontales, en ellas estaban el dibujo de un escorpión, una cobra y una araña, con las iniciales I.P.J.C.E.

A lo lejos se podía ver a jóvenes de diferentes edades que entraban y salían del Instituto, los observé un momento mientras entraba por una enorme puerta de doble hoja y veía un gran patio cubierto por césped verde, con una fuente circular en el centro y otros alumnos que se hallaban sentados en los bancos que había en ese espacio verde.

Sentí un golpecito en el hombro y cuando levanté la vista, el hombre que me había traído hasta allí, me hizo señas para que lo siguiera. Caminamos por el largo pasillo que rodeaba el patio central, doblamos la esquina y subimos por una escalera que había a la izquierda. Encontramos una puerta con un cartelito que decía “Dr. TROMS”.

Después de media hora, salimos de la oficina del Dr. y nos fuimos hacia el depósito, en donde me dieron el uniforme del Instituto que consistía en: una remera negra con el escudo del Instituto, un pantalón negro y una especie de capa con una capucha que era del mismo color que la remera y los pantalones. Únicamente podía elegir el color de los zapatos.

Luego me llevaron hacia una de las torres traseras que era en donde dormían los chicos. Me tocó compartir la habitación con tres chicos más que también tenían la habilidad de controlar el viento.

A la mañana siguiente, me llevaron a una de las salas de entrenamiento que estaba al pie de la torre frontal izquierdo, donde tuvimos clases teóricas sobre los tipos de vientos. Comimos algo en el almuerzo y volvimos a clases con algunos recreos de intervalos. A la segunda semana, recién comenzamos a utilizar algunas técnicas sobre cómo controlar el viento.

Los días pasaban y seguía pensando en mi familia y mis amigos, en lo feliz que era antes de que esta habilidad despertara. Allí en el Instituto no tenía amigos, no hablaba con nadie más que con mi profesor y con el entrenador, y casi siempre era sobre lo que daban en clase y algunos consejos de cómo ir mejorando.

No quería hablar con nadie más que conmigo mismo.

Los fines de semana, teníamos libre para hacer lo que quisiéramos siempre y cuando no saliéramos de la Isla, aunque ¿quién querría salir con todas aquellas cosas intentando matarnos allá afuera?

Me paré frente al Instituto y observé hacia el sur donde se veía una construcción en ruinas a lo lejos, casi llegando al muro. Me pareció intrigante, por lo que decidí dar un vistazo. Parecía como si hubiera sido una iglesia, pero no estaba seguro.

Empecé a caminar entre las rocas (algunas cubiertas por moho) y me senté sobre una de ellas junto a una de las paredes que aún se mantenían en pie y cerré los ojos. Se sentía tan agradable estar allí como si toda la paz del universo estuviera concentrada en ese punto del mundo.

Abrí los ojos cuando escuché un sonido. Miré hacia el Instituto para ver si el ruido venía de allá, pero solo vi a algunos chicos que deambulaban por enfrente del Instituto. Me levanté y seguí caminando entre las rocas y paredes para descubrir la fuente del sonido. Detrás de una pared se hallaba una chica rodeada de llamas, al parecer estaba intentando realizar una técnica. Me di la vuelta para volver a sentarme donde estaba, cuando la oí gritar, me giré con rapidez pensando que estaba herida, pero estaba feliz porque le había salido bien la técnica, el grito solo era de júbilo.

Cuando estaba volviendo a tomar mi posición en el suelo, vi a otra chica sentada sobre el pasto con las palmas de las manos plantadas en el suelo. No sabía si estaba intentando algo o solo estaba dormida. Me volví a sentar en mi lugar y cerré los ojos.

Todos los fines de semana me acercaba a mi lugar especial, donde me relajaba, eran los únicos momentos en los que me sentía bien conmigo mismo porque podía sentir esa extraña sensación que solamente sentía cuando estaba sentado allí.



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En el texto hay: suspenso, poderes, acción

Editado: 17.07.2022

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