Saga Elemental I: El Legado

Elizabeth

 

— ¿Has visto a Stella? —pregunté a Sofía, cuando me senté junto a ella en la banca del patio central.

La luna era un enorme globo redondo en el cielo estrellado, a veces se sentía como si se estuviera burlando de nosotros y otras nos ignoraba por completo… al menos teníamos su luz como un pequeño consuelo para que no nos sintiéramos abandonados en el medio de la nada.

—Cuando pasé a la enfermería, las enfermeras me dijeron que se había ido a su habitación —contestó ella, observando la fuente circular que había en el centro del patio.

— ¿Cómo que se fue a su habitación, cuando debería haberse quedado en la enfermería?

—No lo sé, tal vez no quería estar más allá.

— ¿Y si la vamos a visitar a su habitación? —propuse.

Cuando llegamos a su habitación, las chicas que comparten la habitación con Stella nos informaron que ella había salido, pero que no sabían a dónde se había ido. La buscamos por todo el Instituto, pero no la encontramos. Cuando nos dimos por vencidas, decidimos irnos hacia la antigua iglesia.

Nos sentamos sobre unas rocas. Un ruido nos llamó la atención, provenía desde más allá del muro, de manera que nos fuimos acercando de apoco con cautela. Nos detuvimos al ver una grieta en la pared que formaba el muro y detrás de la grieta un movimiento nos llamó la atención, nos escondimos detrás de una las paredes de la antigua iglesia que aún se mantenían en pie y observamos hacia la grieta. Al poco tiempo vimos que algo negro se movía y luego se caía.

— ¿Qué crees que sea esa cosa? —preguntó Sofía, alarmada.

—No lo sé, pero guarda silencio, que nos podrá oír —pedí.

— ¿Sentiste eso? —preguntó Sofía observando fijamente sus pies.

— ¿Sentir qué?

—La vibración.

— ¿Qué vibración? Yo no he sentido nada.

—Pues yo si lo he sentido… creo que Stella se encuentra cerca.

— ¿Estás segura de lo que estás diciendo?

—Completamente —confirmó Sofía antes de acercarse un poco más hacia la grieta.

— ¡Sofía! ¡Sofía!… ¡vuelve aquí! —exclamé en voz baja para que volviera, pero ella ya no me estaba escuchando porque estaba concentrada intentando ver qué o quién estaba detrás de la grieta. La seguí sigilosamente, pero al contrario de lo que Sofía creía ver, yo no veía absolutamente nada—. ¿Qué es lo que ves? —inquirí, antes de que ella me hiciera señas para que me callara.

Al poco tiempo sentí un pequeño movimiento en la tierra que provenía desde detrás de unos matorrales que estaban más al frente, luego vimos a Stella tambaleándose por los mismos matorrales de hace un momento hasta que se cayó de rodillas. De sus manos pude observar cómo fluía la sangre, tal vez se hubo lastimado con algo por el camino. Las pequeñas gotas de sudor que corrían por su rostro delataban que había estado corriendo.

—Stella —llamó Sofía parándose y acercándose a ella.

Stella levantó la cabeza bruscamente hacia nosotras y nos dirigió una mirada enojada.

— ¿Qué están haciendo aquí? —exclamó claramente molesta.

—Pasamos por la enfermería y nos dijeron que te habías ido, así que decidimos venir a la iglesia en ruinas. Sentimos una pequeña vibración en la tierra, venimos a investigar, fue entonces que vimos la grieta en la pared, la cruzamos y luego apareciste tú tambaleándote hasta que te caíste ¿Te encuentras bien? —dije.

—Estoy bien, gracias —contestó Stella bajando la mirada, como si se diera cuenta demasiado tarde, de lo brusca que había sido.

— ¿Tú hiciste esta grieta en la pared? —pregunté observando hacia atrás.

—Sí.

—Se enfadarán contigo si se enteran… —comenzó a decir Sofía, pero Stella la atajó:

—No dirán nada porque no lo sabrán y si se enteran, no dirán nada… ellos me lo deben —su voz sonaba fría.

— ¿Qué es lo que te deben? —insistí.

—Creo que es hora de que vuelvan al Instituto, ya es tarde.

—Nosotras no nos iremos a ninguna parte si tú no vienes con nosotras, Stella —confirmó Sofía segura de sí misma.

Stella la observó atentamente por un momento como si estuviera evaluando su reacción, al igual que yo lo hacía con ella: la manera en la que sus hombros bajaban y subían con dificultad como si le doliesen, el pequeño moretón que había en su mejilla derecha y la sangre que goteaba de sus manos ahora cerrados en puños haciendo que sus dedos destrozados quedaran iluminados débilmente por la luz de la luna.

Sofía ahogo un grito de horror.

—Quiero estar sola… lo necesito…

—No.

—No las quiero aquí conmigo.

—No me iré —declaró Sofía.

—Sofía, escúchame. No nos quiere con ella. Necesita estar sola ¿entiendes? —dije, estirando el brazo de Sofía para que me acompañara de regreso al Instituto.

—Lo que ella necesita es ayuda… —declaró desesperadamente Sofía.

—Nadie puede ayudarme, estoy sola en esto.



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En el texto hay: suspenso, poderes, acción

Editado: 17.07.2022

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