Saga Elemental I: El Legado

Elizabeth

 

Las chicas tuvieron que irse a su habitación por orden de la enfermera, así que no podía contar con que estarían a mi lado. La enfermera me dio de beber un brebaje de color oscuro que casi me hizo sentir verdaderamente enferma, tenía un gusto terriblemente espantoso, y no me podía quejar, al fin y al cabo solo estaba fingiendo.

— ¡Oiga! —llamé unas horas más tarde a la enfermera, que en ese momento le estaba depositando una nueva bolsa de hielo en la cabeza a Jonathan.

— ¿Necesitas algo?

— ¿Qué le pasó a ese chico de ahí?

Apenas sí podía entender lo que decía, estaba mareada debido al medicamento que definitivamente debía ser fuerte.

— ¿Por qué preguntas?

—Por curiosidad.

—Un profesor lo encontró tirado en el pasillo y lo trajo hasta aquí… desde entonces no ha despertado…

— ¿Está muy enfermo entonces?

—No lo sé exactamente —confesó la enfermera—. Solo está allí quieto como si estuviera en trance… de vez en cuando se queja, pero sus ojos permanecen cerrados… —la enfermera desvió la mirada hacia el techo—. Una vez le pasó lo mismo a un chico… tenía prácticamente su edad… pero fue porque…

— ¿Porque? —insistí.

—Lo mejor será que descanses un poco, así te mejorarás más rápido…

— ¿Qué le pasó al chico? —la corté, al darme cuenta que estaba evitando mi pregunta.

—Mató a uno de sus compañeros —contestó—. Pero fue por defensa propia, no era su intención herir a nadie, mucho menos matar a alguien —se apresuró a decir—. Pero es que aquí, en esta tierra…

La miré expectante, pero no quiso darme más detalles sobre lo que acababa de decir.

— ¿Y dónde está ese chico ahora? —interrogué, intentando de hallar más respuestas.

La triste mirada de la enfermera me hizo entender que había muerto.

—A él no le pasará lo mismo.

— ¿Cómo puedes estar tan segura?

—Porque no lo permitiré —mi respuesta la dejó anonadada.

—Tú no puedes decidir el destino de nadie. No está en tus manos.

—No lo dejaré morir —fue lo último que dije, antes de que viera todo negro.

Al sentir una sacudida en mi brazo, me desperté desorientada, pero ya no tenía ese espantoso mareo.

— ¿Pudiste averiguar algo? —preguntó Sofía junto a mí.

La miré y luego volví mi cabeza hacia Jonathan que aún seguía inconsciente.

—La enfermera solo me dijo que lo habían encontrado tirado en el suelo, pero ni siquiera ella sabe qué es lo que tiene.

—Algo bueno no debe ser, de lo contrario el director no entraría a la enfermería a primera hora de la mañana —comentó Stella.

— ¿A primera hora de la mañana? ¿Y qué hora es? —pregunté, observado de un lugar a otro intentando orientarme.

—Son casi las nueve de la mañana —contestó Sofía.

— ¿Las nueve de la mañana? ¿Y ustedes desde qué hora están esperando aquí?

—Recién llegamos —respondió Sofía, con aire de culpabilidad—. ¿Pudiste averiguar algo más?

—La enfermera me dijo que lo mismo que le está pasando a Jonathan, ya le había pasado antes a un chico.

— ¿Pero qué es? —interrogó Stella.

—Culpa por haber matado a alguien… en el caso de Jonathan a la bestia blanca…

—Eso es ridículo —dijo Stella—. Nadie se muere de culpabilidad.

—Eso mismo me pregunto yo.

— ¿Qué le pasó a ese chico? —Sofía se apresuró a cambiar de tema.

—No lo soportó.

Las miré a las dos un momento.

—Esperen un segundo… ¿el director estuvo aquí? ¿Pero por qué?

Ninguna de las dos estaba siendo sincera conmigo, me estaban ocultando información sobre Jonathan.

— ¿Qué está pasando?

—Creo que tal vez, Jonathan tampoco pueda soportar sea lo que sea que verdaderamente le esté pasando…

—Detente —pedí, sentándome en la cama y lanzándoles una mirada dura.

—No puedes evitar su muerte Elizabeth —siguió Sofía junto a mí, pero mi atención estaba en Jonathan, su cuerpo estaba quieto como si ya no respirara.

Pasé las tres camas que nos separaban y tomé su mano para sentir su pulso. Al principio era muy débil y luego ya no pude sentirlo, estaba muriendo.

— ¡No te vas a morir! ¿Me oyes? —grité, mientras me inclinaba hacia él para poder ver bien su cara. Unos brazos jalaban de mí, sabía que era Sofía intentando separarme de él. Pero me resistí, no lo iba a dejar morir.

—Elizabeth, por favor.

— ¡No! —grité—. No se va a morir. Aún no.

—Tú no puedes hacer nada para evitarlo.

— ¡No se va a morir! —grité, antes de sentir el calor que me producía las llamas al expandirse por mi cuerpo, normalmente era un calor agradable, uno que mi cuerpo podía soportar. Esta vez, sin embargo era diferente, el calor era tan intenso que podía sentir como si estuviera ardiendo en carne viva.



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En el texto hay: suspenso, poderes, acción

Editado: 17.07.2022

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