Saga Elemental I: El Legado

Jonathan

 

Después de que Stella matara a Richard, su cuerpo había caído de rodillas en el suelo, negándose a ceder ante el agotamiento total. Sus ojos volviendo a la normalidad una vez más.

Las bestias blancas que habían venido junto a ella se reagruparon, las que habían sobrevivo a la batalla, se acercaron a ella y las chicas inconscientes detrás de mí. Apoyaron sus cuerpos a las jóvenes durante un tiempo y luego, como si hubiesen hecho algo que pasó desapercibido ante mis ojos, estas comenzaron a despertarse, sus semblantes no se veía tan cansado como antes.

Stella respiró suavemente abriendo sus ojos, el sudor que cubría su rostro había desaparecido. Incluso yo mismo me sentía más relajado, renovado, mi cuerpo ya no se sentía adolorido y pesado.

Desvié la mirada hacia un costado, percatándome que una de las bestias blancas estaba recostado en el suelo junto a mí, parte de su cuerpo estaba pegado al mío, una corriente de energía fluía de su cuerpo al mío.

Entonces entendí que lo que estaban haciendo esas criaturas, era dándonos energías para que nuestras heridas se curaran más rápido ¿dónde habían aprendido a hacer eso?

Miré a los ojos de aquella criatura peluda junto a mí, su blanco color y esos ojos celestes que reflejaban sabiduría y comprensión. Sentí entonces, unas terribles ganas de llorar, la culpa invadiendo en ese instante mi mente, torturándome otra vez por aquella vida arrebatada a un ser que posiblemente había sido parte de su familia.

Apenas me di cuenta que mis mejillas estaban húmedas, cuando la visión me quedó borrosa.

—Perdón —susurré apenas, sintiendo a la criatura apoyar su cabeza en mi hombro como si intentara consolar mi dolor.

A mis espaldas las chicas comenzaban a despertarse, preguntándose qué había pasado.

Una mano en mi otro hombro me sobresaltó, levanté la mirada para encontrarme a Stella.

—Ella siente tu dolor —dijo con voz suave—. Y te perdona.

Asentí en silencio, no sabía cómo es que podía entenderlas, pero aun así agradecí sus palabras que causaron que el dolor en mi pecho no sea tan fuerte.

Eric trotó hacia nosotros, pidiendo que nos reuniéramos y cuando lo hicimos, nos miró con atención estudiando nuestras ropas sucias y rotas, resultado de haber estado en medio de una pelea que casi nos quita la vida.

—Tengo algo que decirles —dijo con voz firme, sentándose en sus cuartos traseros—. Algo que posiblemente nos les gustará.

Eché un vistazo a Lucía que estaba parada a mi derecha, la pena de haberse enterado que toda su familia había sido asesinada por Richard, se le notaba en la mirada y en la forma en la que apretaba la mandíbula posiblemente para no soltar un sollozo.

Sofía estaba callada a su lado, observando a Stella que acariciaba a una criatura blanca que se había sentado junto a ella y recostado su cabeza en su costado.

Elizabeth, al contrario de las demás, observaba el campo de batalla a nuestro alrededor, notándose sorprendida al descubrir las profundas grietas en el suelo, producto de la ira de Stella. Sus ojos se detuvieron por un tiempo más de lo habitual en el cuerpo sin vida de una bestia blanca que estaba a varios metros de distancia, era la misma bestia que la había salvado de un ataque del enemigo y que había perdido la vida por esa causa. Sus labios se fruncieron en una mueca, recordando tal vez ese momento.

— ¿Por qué dices que no nos gustará? —preguntó Sofía, sacándome de mis pensamientos.

—Esta isla no es la única que existe con un instituto para jóvenes especiales como esta.

Elizabeth dejó caer ligeramente la quijada al escuchar su confesión, y no era la única, yo también me había sorprendido.

— ¿Qué fue lo que dijiste? —cuestionó Lucía con voz firme.

—Hay nueve islas, cada una con un instituto y jóvenes al igual que ustedes.

Aquello no podía ser cierto ¿de verdad habían ocho más igual al que había aquí? De ser así, estábamos en un grave problema. Nosotros éramos los elegidos para cumplir con el legado y sin embargo, aún no estábamos preparados para lo que se venía.

—Deben entender que sus antepasados dieron todo lo que tenían para que ustedes, los Elegidos, pudieran liberar a sus descendientes.

Sus ojos nos observaron con detenimiento, estudiando cada detalle de nuestras expresiones de asombro e inquietud, por lo que pasaría si fallábamos con la misión que nos habían heredado antes incluso de haber nacido.

Era de esperarse que sintiéramos miedo, mucho más si hacía poco tiempo que habíamos despertado nuestros poderes por completo. Esos extraños tatuajes que habían aparecido en nuestros antebrazos indicaba algo que aún desconocíamos y sin embargo, el oscuro presentimiento de que nada bueno sucedería a partir de ese momento, se albergaba no solamente en nuestras mentes, sino que también en nuestras almas.

—De ustedes depende que los demás descendientes de los Celestines, puedan liberarse de las opresivas garras del enemigo —continuó Eric, su voz se notaba reformada, decidido a cumplir con su papel asignado—. Cuando todos sean liberados, el Emperador debe morir.

Fruncí el ceño confundido.



#20484 en Fantasía
#8414 en Personajes sobrenaturales
#29183 en Otros
#4036 en Aventura

En el texto hay: suspenso, poderes, acción

Editado: 17.07.2022

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.