Saga: La Marca del Eclipse

La Marca del Eclipse Capítulo 5: Sangre, Luna y Cenizas

Umbra no los recibió con silencio. Los recibió con fuego.

Lyra y Kael emergieron del portal entre mundos justo cuando la ciudad comenzaba a arder. Las calles del norte estaban tomadas por facciones enfrentadas: mafiosos leales a Lucien, clanes mágicos que habían roto el pacto, y criaturas que no pertenecían a ningún bando. El eclipse había dejado una grieta en la realidad, y algo se había filtrado.

—Esto no es solo caos —dijo Kael, observando el cielo teñido de rojo—. Es una purga.

Lyra apretó los puños. Su marca, restaurada por el sacrificio de su madre, brillaba con un tono nuevo. Ya no era solo lunar. Era fuego. Era sombra. Era sangre.

—Tenemos que reunirlos —dijo ella—. Todos. Los que aún creen. Los que aún luchan.

Kael la miró con gravedad. —Y si no quieren unirse… ¿los enfrentamos?

Lyra lo miró. —No. Los vencemos.

*

El antiguo cuartel Vescari estaba en ruinas. Las paredes marcadas por explosiones mágicas, los pasillos cubiertos de ceniza. Pero en el sótano, aún quedaba vida. Mafiosos heridos, brujos renegados, lobos exiliados. Todos miraban a Lyra como si fuera una aparición.

—Umbra está rota —dijo ella, de pie sobre los restos del trono de su padre—. Pero no está muerta. Si quieren sobrevivir, deben elegir. No entre magia y poder. Sino entre miedo… y fuego.

Un murmullo recorrió la sala. Algunos se levantaron. Otros bajaron la mirada. Pero uno habló.

—¿Y tú quién eres para liderarnos?

Lyra bajó del trono. Se acercó al hombre. Lo miró a los ojos. Y dejó que su marca hablara.

La energía que emergió de su espalda iluminó la sala. Era el eclipse completo. Pero no como antes. Ahora era suyo. Controlado. Vivo.

—Soy la hija del traidor. La portadora del eclipse. Y la mujer que eligió arder para salvarlos.

Nadie respondió. Pero todos se levantaron.

*

La alianza se formó en tres días. Los lobos del bosque, liderados por Kael, juraron proteger los límites de Umbra. Los brujos renegados ofrecieron sus hechizos para sellar las grietas. Los mafiosos leales a Lyra recuperaron las calles. Y en el centro, Lyra se convirtió en símbolo.

Pero los Umbrae no se quedaron quietos.

Desde las ruinas del sur, comenzaron a invocar Sombras más antiguas. Criaturas que no obedecían. Que solo devoraban. Y detrás de ellos, una figura nueva emergía.

—¿Quién es? —preguntó Kael, observando desde la torre.

Lyra cerró los ojos. —Mi hermano.

Kael se giró. —¿Qué?

Lyra asintió. —Lucien tuvo otro hijo. Oculto. Criado por los Umbrae. Alimentado con odio. Él quiere el eclipse. Y no lo quiere compartir.

*

La batalla final comenzó bajo una luna roja.

Lyra lideraba a los suyos desde el altar reconstruido. Kael, en su forma híbrida, comandaba a los lobos. Los brujos formaban círculos de protección. Los mafiosos, barricadas de fuego.

Y desde el sur, el ejército de sombras avanzaba.

En el centro, el hermano de Lyra. Alto, pálido, con una marca incompleta en el pecho. Su mirada era hielo. Su magia, veneno.

—Lyra Vescari —dijo, alzando la voz—. Dame el eclipse. O destruyo tu mundo.

Lyra avanzó. —Ven por él.

La batalla fue más que física. Fue mágica. Espiritual. Cada hechizo lanzado por Lyra era una memoria. Cada golpe de Kael, una promesa. Los Sombras caían, pero se regeneraban. El hermano de Lyra absorbía poder, pero no podía controlar la marca.

—¡Kael! —gritó Lyra—. ¡El juramento!

Kael corrió hacia ella. Se tomaron de las manos. La marca brilló. El eclipse se completó. Y el mundo… se detuvo.

Una explosión de luz negra envolvió Umbra. Los Sombras se desintegraron. El hermano de Lyra gritó, su cuerpo fracturándose. Y luego… silencio.

*

Cuando todo terminó, Lyra y Kael estaban de pie en el altar. La ciudad, en ruinas. Pero viva.

Los clanes se arrodillaron. Los mafiosos bajaron las armas. Los lobos aullaron.

Lyra miró a Kael. —¿Y ahora?

Él sonrió. —Ahora… reconstruimos.

Y en el cielo, el eclipse desapareció.

Pero la marca… permaneció.

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