Saga: La Marca del Eclipse

La Marca del Eclipse Capítulo 6: Cenizas del Renacer

Umbra ardía en silencio.

Las calles estaban cubiertas de ceniza, los edificios marcados por fuego mágico, y el aire olía a sangre vieja. Pero por primera vez en años, no había gritos. No había Sombras. No había guerra.

Lyra caminaba por el centro de la ciudad con Kael a su lado. La gente la miraba con respeto, algunos con miedo, otros con esperanza. Ya no era solo la hija del capo. Era la mujer que había enfrentado el eclipse… y sobrevivido.

—¿Cuántos murieron? —preguntó ella, sin detenerse.

Kael bajó la mirada. —Demasiados. Pero también nacieron nuevos pactos. Los clanes están hablando. Los lobos están protegiendo. Y los mafiosos… obedecen.

Lyra se detuvo frente al altar reconstruido. Su marca brillaba con una luz tenue. Desde que selló el portal, su poder había cambiado. Ya no era explosivo. Era constante. Como una llama que nunca se apaga.

—No basta con reconstruir —dijo—. Hay que reinventar Umbra. Desde las raíces.

Kael la miró. —¿Y cómo se hace eso?

Lyra sonrió. —Con fuego. Y con verdad.

*

El nuevo Consejo de Umbra se reunió en el antiguo teatro del norte. Las butacas estaban rotas, el escenario quemado, pero el lugar tenía historia. Allí se firmaron los primeros pactos entre magia y mafia. Allí se traicionó a la madre de Lyra. Y allí, ahora, ella hablaba.

—El eclipse nos dividió —dijo, de pie sobre el escenario—. Pero también nos reveló. Cada uno de ustedes vio lo que somos capaces de hacer cuando dejamos de temer. Cuando dejamos de obedecer. Cuando elegimos arder.

Los líderes de los clanes, los capos sobrevivientes, los guardianes del bosque… todos escuchaban.

—No quiero gobernar —continuó—. Quiero que Umbra se gobierne sola. Que cada facción tenga voz. Que cada pacto sea voluntario. Pero si alguien vuelve a invocar Sombras… si alguien vuelve a romper el equilibrio… yo estaré allí. Y no perdonaré.

El silencio fue absoluto. Luego, un aplauso. Luego, todos.

*

Esa noche, Lyra y Kael regresaron al bosque. El altar brillaba con una luz nueva. No era lunar. No era solar. Era suya.

—¿Crees que funcionará? —preguntó Kael.

Lyra se sentó sobre la piedra. —Por ahora. Pero el eclipse dejó huellas. Y no todas están en Umbra.

Kael se tensó. —¿Qué quieres decir?

Lyra cerró los ojos. —Desde que sellé el portal… he sentido cosas. Voces. Sueños. Como si algo me llamara desde otro mundo.

Kael se acercó. —¿El mundo oculto?

Lyra negó. —No. Más allá. Como si el eclipse hubiera tocado otros planos. Como si mi marca… fuera un faro.

Kael la abrazó. —Entonces no estás sola. Si algo viene… lo enfrentamos juntos.

Lyra lo besó. Fue un beso suave, lleno de promesas.

Pero en el cielo, una estrella cayó.

Y en la tierra… algo despertó.

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