El cielo sobre Umbra se rasgó como un lienzo viejo.
No fue una tormenta. No fue magia. Fue algo más antiguo. Más hambriento. Una grieta se abrió sobre el Santuario del Eclipse, y desde ella descendió una sombra que no tenía forma, pero sí intención.
Los árboles se inclinaron. Las raíces se retorcieron. El altar tembló.
Lyra lo sintió antes de verlo. Su marca ardía como nunca. No con fuego, sino con miedo.
Kael estaba a su lado, su cuerpo tenso, sus ojos brillando con luz dorada. —Está aquí —dijo, sin necesidad de explicar.
La grieta se expandió. Y de ella emergió una figura.
No tenía rostro. No tenía cuerpo. Era una amalgama de oscuridad, luz rota, y fragmentos de magia. Su presencia hacía que el aire se quebrara. Que el suelo se hundiera. Que los recuerdos se borraran.
—¿Qué es eso? —preguntó Lyra, retrocediendo.
Kael lo sabía. —El Devorador del Velo.
*
El Consejo de los Clanes se reunió de emergencia. Los líderes estaban pálidos. Incluso los Solari, que nunca temían, tenían las manos temblorosas.
—No es una criatura —dijo la líder Noctis—. Es una idea. Una fuerza. Una ruptura.
Lyra se puso de pie. —¿Y cómo se combate una idea?
El líder Aetherion, un ser de aire y luz, respondió: —Con otra. Con unidad.
Kael se adelantó. —Entonces uniremos nuestras magias. Todas. En una sola marca.
Hubo silencio. Luego, asentimientos.
*
El ritual comenzó al amanecer. Cada clan ofreció su esencia. Lyra se colocó en el centro del altar. Kael a su lado. Los líderes formaron un círculo. El cielo se oscureció. La grieta se abrió más.
Y el Devorador descendió.
No caminaba. No volaba. Simplemente… estaba.
Lyra cerró los ojos. Su marca brilló. Los símbolos de los cuatro clanes se fusionaron en su espalda. Kael tomó su mano. Su cuerpo comenzó a cambiar. No en forma, sino en energía.
—¿Estás lista? —preguntó él.
Lyra asintió. —No. Pero eso nunca me detuvo.
*
La batalla fue más que física. Fue mágica. Espiritual. Filosófica.
El Devorador no atacaba con garras. Atacaba con dudas. Con miedo. Con recuerdos falsos. Lyra vio a su madre morir mil veces. Vio a Kael traicionarla. Vio Umbra arder.
Pero no creyó.
Kael, por su parte, sintió su alma dividirse. El fragmento que había quedado en el Otro Lado intentaba regresar. Intentaba tomar el control.
—¡Lyra! —gritó—. ¡No puedo contenerlo!
Ella corrió hacia él. Lo abrazó. Su marca brilló. El fragmento se detuvo.
—Eres más que magia —susurró ella—. Eres mío.
Kael la besó. El Devorador gritó.
*
Los clanes comenzaron a canalizar su poder. Umbrae invocó sombras vivas. Solari, fuego solar. Noctis, sueños convertidos en cuchillas. Aetherion, vientos que cortaban.
Lyra absorbió todo. Su cuerpo se elevó. La marca se expandió. El eclipse apareció en el cielo. No como antes. Ahora era completo. Controlado. Vivo.
—¡Ahora! —gritó ella.
Kael se lanzó hacia el Devorador. Lo atravesó. La criatura se fracturó. Lyra canalizó la magia. El eclipse descendió. La grieta comenzó a cerrarse.
Pero el Devorador no cayó.
Se transformó.
En ella.
*
Lyra vio su reflejo. Pero no era ella. Era una versión corrompida. Una Lyra sin Kael. Una Lyra que aceptó el poder sin amor.
—¿Quién eres? —preguntó.
La figura sonrió. —Lo que podrías haber sido. Lo que aún puedes ser.
Kael se interpuso. —No lo escuches.
Lyra dudó. Solo por un segundo. Pero el eclipse tembló.
La figura se acercó. —Acepta el poder. Olvida el dolor. Sé eterna.
Lyra cerró los ojos. Recordó a su madre. A Kael. A Umbra. A los clanes. A sí misma.
—No quiero ser eterna —dijo—. Quiero ser real.
La figura gritó. El eclipse estalló. La grieta se cerró.
Y el Devorador… desapareció.
*
El Santuario quedó en silencio. Los clanes se arrodillaron. Lyra cayó en los brazos de Kael. Su marca brillaba. No como antes. Ahora era estable. Completa.
—¿Lo logramos? —preguntó él.
Lyra sonrió. —Por ahora.
El líder Umbrae se acercó. —¿Y si vuelve?
Lyra se puso de pie. —Entonces volveremos a luchar. Juntos.
Kael la tomó de la mano. —¿Y ahora qué?
Ella miró el cielo. —Ahora… reconstruimos. No solo Umbra. El mundo.
Y en el cielo, el eclipse desapareció.
Pero la marca… seguía brillando.
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