Umbra respiraba distinto.
Desde la derrota del Devorador del Velo, el cielo se había estabilizado. Las lunas volvían a sus fases. Las raíces del bosque se aquietaban. Y el Santuario del Eclipse, aunque marcado por la batalla, brillaba con una luz nueva: la luz de los cuatro clanes unidos.
Lyra caminaba por las calles de Ciudad Blanca con Kael a su lado. La gente la saludaba con respeto, pero también con algo más profundo: confianza. Ya no era solo la portadora. Era la protectora. La que cruzó el Otro Lado y volvió.
—¿Crees que dure? —preguntó Kael, observando los estandartes de los clanes ondeando juntos.
Lyra lo miró. —Nada dura. Pero eso no significa que no valga la pena construirlo.
*
El Consejo fundó la Alianza de Umbra, un pacto entre los clanes mágicos, los líderes políticos y los guardianes del Santuario. Por primera vez en siglos, las decisiones se tomaban en conjunto. Las magias se compartían. Los secretos se revelaban.
Lyra propuso algo más: entrenar nuevos portadores.
—No para que hereden mi marca —explicó—. Sino para que creen la suya. Para que el eclipse no dependa de una sola alma.
Kael fue el primero en ofrecerse como mentor. Su vínculo con la magia lunar, su experiencia como guardián, y su alma fragmentada lo hacían ideal para enseñar a quienes vivían entre mundos.
Los primeros elegidos fueron cuatro jóvenes, uno de cada clan:
- Neris, de Umbrae: silenciosa, con ojos como tinta y una habilidad para manipular sombras vivas.
- Solan, de Solari: impulsivo, con fuego en las venas y una sonrisa que podía iluminar una caverna.
- Eira, de Noctis: soñadora, capaz de entrar en los recuerdos de otros y alterar sus emociones.
- Thalen, de Aetherion: etéreo, casi sin peso, con una conexión profunda con los vientos y las corrientes mágicas.
Lyra los reunió en el Santuario. —No quiero que sean como yo —les dijo—. Quiero que sean mejores.
*
Mientras los jóvenes entrenaban, Lyra comenzó a estudiar una profecía olvidada. Un texto antiguo, escrito en una lengua que solo los dioses elementales comprendían. Con ayuda de Noctis y Aetherion, logró traducirlo.
"Cuando el eclipse se complete por voluntad, no será el inicio. Será el cierre del ciclo. Y lo que fue sellado… buscará renacer."
Lyra se estremeció. —¿Qué fue sellado?
La líder Noctis, con voz temblorosa, respondió: —Una conciencia. Una entidad. Algo que existía antes de la magia.
Kael frunció el ceño. —¿Y si el Devorador no era el final?
Aetherion sopló una brisa helada. —Entonces el eclipse fue solo una advertencia.
*
Esa noche, Lyra soñó con el Santuario… pero en ruinas.
Los estandartes estaban quemados. Los árboles, muertos. Y en el altar, una figura.
No era su hermano.
No era el Devorador.
Era ella.
Pero sin alma.
—¿Qué eres? —preguntó en el sueño.
La figura sonrió. —Lo que queda cuando el eclipse se consume. Lo que vendrá si no se prepara el legado.
Lyra despertó con la marca ardiendo.
*
Convocó al Consejo al amanecer. —La profecía habla de un ciclo. Y si el eclipse fue el cierre… entonces algo más está por abrirse.
El líder Solari se levantó. —¿Y qué propones?
Lyra respiró hondo. —Crear un nuevo Santuario. No para sellar. Sino para proteger. Para entrenar. Para resistir.
Kael añadió: —Y para que el legado no dependa de una sola marca. Sino de muchas.
Los líderes aceptaron.
*
El nuevo Santuario se construyó en el corazón del Bosque de los Portales. No era de piedra. Era de magia viva. Las raíces lo sostenían. Las lunas lo iluminaban. Y en su centro, una fuente de energía que contenía fragmentos de las marcas de Lyra, Kael, y los cuatro aprendices.
Cada noche, los jóvenes entrenaban. Aprendían a canalizar, a resistir, a soñar. Cada uno desarrollaba su propia marca, distinta, única.
Lyra los observaba con orgullo. —No son míos —le dijo a Kael—. Pero son parte de mí.
Kael la abrazó. —Y tú, parte de ellos.
*
Un día, mientras exploraban el bosque, Neris encontró una piedra con símbolos desconocidos. Lyra la examinó. No era de Umbra. No era del Otro Lado.
Era de antes.
La profecía se activó. La marca de Lyra brilló. El cielo se oscureció.
Y en el horizonte… una nueva luna apareció.
No era creciente.
No era llena.
Era hueca.
Vacía.
Y desde ella… algo observaba.
*
Lyra reunió a los aprendices. —El eclipse fue el cierre. Pero esto… es el eco.
Kael se acercó. —¿Y si el legado no es suficiente?
Lyra lo miró. —Entonces seremos más que legado. Seremos historia.
Y en el cielo, la luna hueca comenzó a girar.
El ciclo… había comenzado.
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