Saga: La Marca del Eclipse

La Marca del Eclipse Capítulo 14: El Santuario de los Ecos

El Santuario flotante ya no era suficiente.

Desde que los portadores comenzaron a viajar entre planos, Umbra se volvió demasiado pequeño para contenerlos. Las lunas compartidas se multiplicaban, y cada una parecía reflejar una emoción distinta: miedo, esperanza, duda, amor. El cielo era un espejo. Y los espejos… comenzaban a hablar.

Lyra lo sintió primero. Su conciencia, ya dividida, empezaba a recibir ecos. No pensamientos. No recuerdos. Ecos. Fragmentos de sí misma que no había vivido. Versiones que no había elegido.

—Estamos tocando el tiempo —dijo una noche, mientras Kael intentaba estabilizar su forma—. No solo los planos. El tiempo.

Kael la miró con ojos oscuros. —¿Y si lo rompemos?

Lyra lo abrazó. —Entonces lo reconstruiremos. Juntos.

*

Los aprendices propusieron fundar un nuevo templo. No en Umbra. No en el Otro Lado. En el espacio entre planos. Un lugar donde los ecos pudieran ser escuchados, comprendidos, guiados.

Lo llamaron El Santuario de los Ecos.

Thalen encontró el punto de anclaje: una grieta estable entre el plano de los olvidados y el plano de los reflejos. Neris tejió sombras para sostener la estructura. Solan encendió fuego solar para iluminarlo. Eira lo llenó de sueños.

Lyra colocó su marca en el centro. Kael, su vínculo.

Y el Santuario… nació.

*

Al entrar, todo era silencio.

Pero no vacío.

Las paredes eran líquidas. Reflejaban momentos que aún no habían ocurrido. Las puertas no llevaban a habitaciones, sino a decisiones. Y en el centro, un altar que no era de piedra, sino de memoria.

Lyra sintió que algo la llamaba.

No desde fuera.

Desde dentro.

*

Esa noche, mientras meditaba en el altar, apareció una figura.

No era sombra.

No era reflejo.

Era ella.

Pero mayor.

Con ojos cansados. Con una marca apagada.

—¿Quién eres? —preguntó Lyra.

La figura sonrió. —La que no pudo evitarlo. La que perdió a Kael. La que dejó que el tiempo se rompiera.

Lyra se estremeció. —¿Y por qué estás aquí?

La figura se acercó. —Para advertirte. Para mostrarte lo que ocurre cuando el vínculo se rompe.

Lyra vio imágenes. Kael, solo. Umbra, dividido. Los aprendices, corrompidos. El Santuario, destruido.

—¿Cómo lo evito?

La figura tocó su frente. —No olvides quién eres. Ni por qué lo haces.

Y desapareció.

*

Kael, mientras tanto, comenzó a sentir el tiempo moverse dentro de él.

No como una línea.

Como un río.

A veces recordaba cosas que no habían pasado. A veces olvidaba cosas que acababan de ocurrir. Y en sus sueños… Lyra moría. Una y otra vez.

—Tu vínculo está tocando el tejido —le dijo Eira, mientras lo ayudaba a estabilizarse—. No solo emocional. Temporal.

Kael la miró. —¿Y si lo rompo?

Eira negó. —Entonces no solo perderás a Lyra. Perderás el mundo.

*

El Consejo fue convocado en el Santuario de los Ecos. Los líderes caminaron entre recuerdos. Vieron versiones de sí mismos que nunca existieron. Y comprendieron.

—El legado compartido no es solo magia —dijo Lyra—. Es historia. Es posibilidad. Es peligro.

El líder Solari se adelantó. —¿Y qué hacemos?

Kael respondió. —Elegimos. Cada día. Cada decisión. Cada vínculo.

*

Los aprendices comenzaron a registrar los ecos. Cada uno tenía un libro. No de papel. De memoria. Escribían lo que veían. Lo que sentían. Lo que no entendían.

Y en cada página… aparecía Lyra.

No como líder.

Como guía.

Como faro.

*

Una noche, mientras el Santuario vibraba, Lyra sintió que su conciencia se expandía más allá de lo permitido. Vio todos los planos. Todos los futuros. Todos los errores.

Y en el centro… Kael.

Su vínculo era el ancla.

Pero también la grieta.

—¿Qué significa? —preguntó ella al altar.

El altar respondió con su propia voz.

"Que el amor puede unir. Pero también romper. El tiempo no distingue."

*

Lyra decidió dividir su conciencia por completo.

No para desaparecer.

Para proteger.

Cada aprendiz recibió un fragmento. No de poder. De ella.

Y el Santuario… se estabilizó.

Kael, al verla fragmentarse, sintió que algo dentro de él se rompía.

—¿Estás segura? —preguntó.

Lyra lo miró. —No. Pero eso nunca me detuvo.

*

El Santuario de los Ecos se convirtió en el centro del legado.

No solo de magia.

De historia.

De posibilidad.

Y en el cielo, las lunas compartidas comenzaron a girar en armonía.

El tiempo… respiraba.

Pero en el rincón más oscuro del Santuario, una puerta se abrió.

Y desde ella… algo observaba.

No el pasado.

No el futuro.

El error.

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