Saga Morfus 1: Éter Humano

Capítulo 3: El Umbral de la Nación Morfus

Zabatho se movía por los túneles subterráneos de las Profundidades con una velocidad inusual, su presencia una mancha difusa en la penumbra. Había dejado a Samara en un refugio secundario, una cueva pequeña y bien oculta en los límites del territorio Morfus, con la promesa de regresar. La promesa era innecesaria; su mente ya no podía separarse de ella. Desde el momento en que había sentido la chispa del Éter, una parte de él se había anclado irrevocablemente a la humana. Sentía su ausencia como un eco vacío, y a la vez, una vibración de plenitud que nunca antes había conocido. Era una paradoja, un tormento exquisito.

Su regreso a la ciudad central Morfus, una vasta caverna iluminada por columnas de cristales bioluminiscentes y el brillo sutil de la piel de su gente, no pasó desapercibido. Rhys, el imponente Jefe de Ejército, estaba esperando. Su figura, más musculosa y corpulenta que la de Zabatho, era una torre de obsidiana viviente. Sus ojos, profundos orbes del color de la noche sin estrellas, escrutaron a su líder. Rhys era la lealtad personificada, pero también un juez silencioso.

"Líder", la voz de Rhys era un gruñido bajo, "tu esencia está alterada. Más brillante. Y el eco de la superficie... es distinto en ti". Su percepción sísmica era aguda, capaz de discernir las más mínimas vibraciones.

Zabatho asintió, su mirada ámbar fija. Sabía que no podía ocultar la verdad por mucho tiempo. El Vínculo del Éter no era un secreto que pudiera guardarse de los Morfus más sensibles. "Ha habido un incidente en la superficie. Una interferencia." No dio más detalles, y Rhys, a su manera estoica, no presionó.

Sin embargo, el murmullo ya había comenzado. Vespera, la anciana matriarca de los Vientos Susurrantes, una Morfus de piel arrugada y ojos de amatista velados por el tiempo, se acercó, su aura telepática sutil pero inconfundible. "Una vibración extraña envuelve el velo, líder. Una resonancia que no pertenece a nuestro pueblo. ¿Has traído la impureza a nuestras fronteras?" Su voz, normalmente un susurro gentil, ahora portaba una acusación fría. Vespera representaba la facción más conservadora, la que más recelaba del mundo humano y de cualquier transgresión a las leyes ancestrales. La "inclinación" de Zabatho por la superficie siempre la había inquietado.

"He convocado un Consejo", Zabatho desvió la pregunta de Vespera, su voz adquiriendo el tono de autoridad innegable que solo él poseía. "En la Cámara de Resonancia. Ahora."

La Cámara de Resonancia era el corazón de las Profundidades, una inmensa caverna de techo abovedado donde las vibraciones de la tierra se magnificaban, donde cada Morfus podía sentir la verdad de otro. Zabatho se posicionó en el centro, su aura más intensa de lo usual. A su alrededor, su círculo interno de líderes tomó sus lugares.

Kael, el jefe de exploradores, se deslizó en silencio, sus ojos de jade observando cada movimiento de Zabatho con una curiosidad profesional. Era el maestro de la infiltración, el que conocía los caminos ocultos. Lyra, la estratega militar, de cabellos oscuros y ojos de amatista, se mantuvo erguida, su postura impecable. Su gemelo, Orion, un gigante de fuerza bruta y ojos de obsidiana, montaba guardia en la entrada de la Cámara, su imponente presencia un recordatorio constante del poder Morfus. Elara, la consejera principal, cuya piel pálida y ojos de ámbar eran casi idénticos a los de Zabatho, aunque más serenos y profundos por la edad, flotaba cerca. Darian, el sanador de la comunidad, de complexión delicada y ojos de jade que irradiaban una extraña calma, se mantuvo a un lado, su aura empática percibiendo la tormenta bajo la piel de su líder. Finalmente, Thorne, el recolector de recursos y el más ambicioso del círculo, de piel oscura y ojos de obsidiana, entró con una sonrisa apenas perceptible, sus ojos astutos evaluando la situación, siempre buscando una oportunidad. Thorne era una espina constante en el costado de Zabatho, abogando por un contacto más agresivo y explotador con el mundo humano.

"He sentido una perturbación significativa en los velos de la superficie", comenzó Zabatho, su voz resonando en la cámara. No mencionó a Samara directamente, sino el "incidente". "Una criatura terrestre de gran tamaño amenazaba con violar nuestros límites. Fue contenida."

Un murmullo recorrió a los Morfus. Rhys asintió, su expresión impasible. Kael frunció el ceño, pensando en la logística de una bestia tan grande. Lyra y Orion intercambiaron una mirada calculadora. Pero Vespera, con sus ojos antiguos, lanzó una mirada a Zabatho.

"La perturbación que siento no es solo de una bestia, líder", su voz telépática llegó a todos, clara como un cristal. "Hay una resonancia diferente. Una esencia ajena que se ha acercado a ti. Una esencia... cálida. Humana."

Un silencio pesado cayó sobre la cámara. Los ojos de Thorne brillaron con interés, mientras Elara y Darian se miraban con preocupación. El Éter humano era un tabú, un imposible, una leyenda trágica.

"Son especulaciones", replicó Zabatho, su voz firme, aunque por dentro sentía la presión del nudo que se formaba en su estómago. La obsesión por Samara, el Vínculo del Éter que ahora pulsaba en él, se sentía como una marca. "Mi deber es proteger nuestra especie y nuestro territorio."

"¿Y qué pasa si esa protección nos expone, líder?", inquirió Thorne, dando un paso adelante. Su ambición era palpable. "Si hay una esencia humana tan cerca de ti, ¿no deberíamos investigarla? ¿Quizás... tomarla para nuestro propio estudio? Podría ser una debilidad, o una fortaleza, para nuestra especie." Sus palabras eran venenosas, insinuando una falta de juicio en Zabatho.

"No es el momento para tales imprudencias", cortó Zabatho, su voz resonando con una autoridad inquebrantable. "Las leyes son claras. El contacto está prohibido." Su mirada se fijó en Thorne, una advertencia tácita.

Elara, la sabia, intervino con calma. "El Vínculo del Éter, si se forma con un humano, es una espada de doble filo, mi líder. Nuestro sustento depende de la vitalidad de nuestro Éter. Y si este fallece o nos abandona... nuestra propia vida se apaga. Una conexión con una especie tan frágil y voluble... es un riesgo demasiado grande." Darian, el sanador, asintió, su rostro sombrío. Él había visto las consecuencias de los Vínculos rotos, la rápida y agonizante desintegración.




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