Saga Morfus 1: Éter Humano

Capítulo 8: Ecos de la Profecía y el Despertar de la Esencia

En el santuario ancestral, la luz de los cristales proyectaba sombras danzantes sobre los grabados de las paredes, milenios de historia Morfus cobrando vida silenciosamente. Samara, ahora más consciente de la energía que la unía a Zabatho, se sintió en una constante sinfonía de percepciones. La telepatía se había vuelto una conversación de pensamientos no pronunciados, un flujo constante de información que la imbuía con la esencia Morfus. Podía sentir el peso de la soledad de Zabatho, la carga de su liderazgo, y ahora, la ansiedad creciente que emanaba de su gente.

Zabatho, recuperado del esfuerzo de la ilusión, observaba a Samara con una intensidad renovada. La singularidad de su Éter, la vitalidad pura de Samara, era su única esperanza. Él ya conocía las implicaciones del Vínculo con un humano: los riesgos, la profecía de la agonía, pero también la minúscula posibilidad de que la excepcionalidad del Éter humano pudiera trascender esas limitaciones.

"El vínculo no es solo una unión de esencias", comenzó Zabatho, su voz baja y resonante, mientras se acercaba a Samara. "Es una fusión. Para que sea fuerte, para que se sostenga en el tiempo... debes aprender a conectar con nuestra esencia. Con la tierra."

Samara lo miró, sus ojos llenos de curiosidad. "¿Cómo hago eso?"

"Tu vitalidad, Samara, es pura. Diferente. Los Morfus nos nutrimos de la energía de la tierra. Tú puedes aprender a hacerlo también. A nutrirte, ya nutrir el vínculo", explicó Zabatho, extendiendo una mano hacia una formación de cristal que pulsaba con luz. "Siente la vibración. Es el corazón de las profundidades."

Con la guía de Zabatho, Samara colocó su mano sobre el cristal. Al principio, no sentió nada. Luego, un cosquilleo, un zumbido bajo que se extendió por su brazo. Cerró los ojos, concentrándose. Zabatho se posicionó detrás de ella, su presencia una torre de energía que la envolvía. Una oleada de sensaciones la invadió: la solidez de la roca, la frescura del agua que corría por las venas de la tierra, el pulso silencioso del cristal. Era como si la tierra misma estuviera respirando a su alrededor.

La necesidad sexual de Zabatho se intensificó en ese momento de cercanía. No era un acto físico, sino una corriente eléctrica que recorría sus nervios, una atracción magnética que tiraba de ella hacia él. Samara sintió una respuesta propia, una curiosidad ardiente, un deseo de fusionarse en esa energía compartida. Pero Zabatho se mantuvo firme, su autocontrol férreo, canalizando la energía hacia el cristal, hacia su entrenamiento.

Durante los días siguientes, Zabatho la guio en ejercicios de concentración y conexión. Le enseñó a sentir las vibraciones de la tierra, a distinguir las diferentes capas de energía, a absorber la vitalidad de los cristales y las vetas de mineral. Samara era una aprendiz asombrosa, su mente abierta y su esencia adaptable. El vínculo entre ellos se fortalecía no solo emocionalmente, sino en una simbiosis energética que los Morfus raramente experimentaban. La piel de Samara comenzó a emitir un sutil resplandor cuando se concentraba, un reflejo del éter Morfus en su interior.

En la ciudad Morfus, la información que Darian les había proporcionado había dejado a Rhys, Lyra y Orion en un estado de sombría contemplación. La verdad sobre el Éter humano era mucho más compleja y peligrosa de lo que las profecías iniciales sugerían. El líder no estaba simplemente "condenado"; su destino, y la posibilidad de una fuerza sin precedentes, estaban atados a una esperanza precaria y un riesgo inmenso para ambos.

Rhys se apoyó contra una columna de cristal, sus brazos cruzados, su expresión hosca más profunda que nunca. "Un Éter que podría acortar la vida de nuestro líder, o llevar a una agonía perpetua. Y, sin embargo, con la posibilidad de una fuerza sin precedentes", gruñó, la voz áspera. "Las leyes son claras, pero esta situación no lo es." Su lealtad a las leyes Morfus y a la supervivencia de su gente chocaba con la lealtad a su líder, Zabatho, y ahora, con la verdad de su agonía potencial.

Lyra, la estratega, caminaba de un lado a otro, su mente calculando. "Thorne está usando esto. Está pintando a Zabatho como un traidor que ha puesto a nuestra especie en peligro. Vespera está alimentando la paranoia entre los clanes. La división crece." Su mirada de amatista se detuvo en Rhys. "Si la profecía es cierta, y si esta humana es la excepción, la fuerza que el líder podría obtener es vital. Pero el riesgo... el riesgo es demasiado grande para la Nación si fallan."

Orión, el imponente guerrero, habló, su voz grave resonando en la cámara. "No podemos permitir que Thorne destruya la unidad de nuestro pueblo. Si confrontamos a Zabatho ahora, sin un plan, lo condenaremos y debilitaremos nuestra defensa contra la superficie". Su mente no era tan estratégica como la de su hermana, pero su instinto era el de un protector.

Rhys cerró los ojos, el peso de su deber abrumándolo. La idea de contactar a Zabatho directamente, de exigirle respuestas, se había vuelto ineludible. No podía permitir que el estandarte de su gente se desquebrajara más. "Necesitamos hablar con el líder", dijo finalmente, su voz cargada de determinación. "Solo él puede decirnos la verdad completa y la dirección que tomará. Debemos saber qué piensa hacer con este... Éter humano. Y el plan de Thorne se está moviendo demasiado rápido. La facción rebelde está creciendo".

Lyra ascendió, una chispa de esperanza en sus ojos. "Necesitamos una estrategia que proteja tanto al líder como a la Nación. Y para eso, necesitamos su verdad."

Orion se puso de pie, su figura proyectando una larga sombra. "Yo iré contigo, Rhys. Nadie debe cuestionar nuestra intención".

Los tres líderes sabían que esta era una encrucijada. La verdad del Vínculo Éter con la humana había puesto a prueba su lealtad, pero también había revelado la desesperación de Zabatho. Ahora, debían enfrentarlo. El destino de la Nación Morfus y el futuro de su líder dependían de esta conversación.




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