Saga Unidos Por La Sangre #1

CAPITULO 8

Cuando llegamos al apartamento había anochecido, y mientras Julia guardaba sus cosas me puse a cocinar la pasta con queso recién comprada. 
Comimos la mayoría del tiempo en silencio escuchando las noticias; cuando los platos estuvieron vacíos nos levantamos y Julia comenzó a lavarlos mientras yo los secaba. Acordamos luego que yo fuera la primera en ducharme, y que más tarde seguiría ella. Una vez listas y cómodas nos sentamos en el salón, Julia habló  primero:  

—¿Empezamos, o quieres esperar a mañana? 

—Empecemos de una vez, más rápido, mejor. 

—Voy por los expedientes.

Unos minutos después, Julia apareció con la maleta negra con ruedas, sin poder ocultar mi sorpresa Julia se rió un poco al ver mi expresión. 

—La misma cara hice yo cuando Junior me trajo todo esto, de hecho me dijo que ni pena valía fotocopiarlos ya que duraría toda la noche en ello. 

—Me imagino, ¿por dónde empezamos? 

—Sugiero comenzar con los que han fallecido a ver si encontramos puntos en común sobre la causa de la muerte; después podremos establecer un cuadro comparativo: género, edad, actividades, lugar… Bueno ya sabes. 

Expiré por la amplitud del trabajo, nos iba a tomar por lo menos una semana  nada más para la primera etapa. Julia se quedó en el sofá, y yo me senté en el piso con las piernas cruzadas, y comencé a leer el primer expediente.  
Ahí estaba todo, la declaración de un pariente, de algunos amigos, seguido por las fotos del cuerpo encontrado. Nunca en mi vida, ni en mi carrera estudiantil me había enfrentado con fotografías de personas muertas, en esa, la víctima ni siquiera parecía humana, el color, y su tono de piel era definitivamente de un muerto. El resultado de la autopsia evidenciaba un alto grado de alcohol en la sangre, es decir que el chico en el momento de su muerte estaba totalmente ebrio. ¿Qué habrá podido enfrentar este hombre? Leí el reporte forense con sumo interés, parecía que la víctima había sufrido varias fracturas abiertas antes de su muerte incluyendo en la columna vertebral y los brazos, en todas las fracturas la médula ósea había sido extirpada. ¡Qué horror!  Sin embargo, esa no era la causa de la muerte según el médico forense, el deceso había sido provocado por una hemorragia de origen indeterminado, ¿una hemorragia? 

—¡Tú también! —Parecía haber hablado en voz alta sin haberme dado cuenta. 

—¿Cuántos expediente has leído ya? Me imagino que no los trajiste todos. 

—No, en efecto, ya le devolví unos cuantos. 

—Sí claro, pero no crees que deberíamos llamar a Gabriel para que nos ayude, sino vamos a estar encerradas unos cuantos días. ¿Cuándo tienes que devolverlos? 

—Pensaba devolvérselos poco a poco, en función del avance. 

—Entonces, ocupamos a Gabriel. Llámalo. 

Asintió marcando su número, y después de haberle explicado la situación, colgó. 

—Ya viene, me dijo que preparáramos café. 

Suspiré, eso significaba una larga noche, no me molestaba en lo personal, solamente  que mi ánimo sufría mucho con la carencia de sueño, tendría que arreglármelas. Frente a la cafetera, una vez más, la llené hasta el tope de agua.  

Pensé en las imagines de aquella fotografía, ¡qué escalofriante! El pobre, de seguro no debió tener ni una oportunidad para escapar. ¿Qué podría haberle pasado? Tenía que admitir que mi espíritu policíaco se encontraba en grave peligro, por primera vez no tenía ni la menor idea de lo que pudo haber ocurrido. 

—¿Julia, qué piensas de todo eso?  

La oí desplazarse hasta la cocina y apoyó la espalda sobre el mueble los brazos cruzados en su pecho. Las luces jugaban con su cabello lacio y rubio marcando su delicado rostro, su mirada enfocaba al piso, concentrada y callada. Esperé a que volviera a la superficie. 
Cuando Julia levantó la cabeza sus ojos azules tenían una tonalidad fría y, había en ellos una especie de miedo mezclado con la excitación del periodista en una investigación misteriosa. 

—No lo sé, no tengo ninguna explicación racional que darte —dijo finalmente alzando las manos en el aire en signo de derrota. 

Racional, esa palabra me martilló el cerebro. Nos miramos en silencio, nadie se arriesgó a decir las posibles teorías que cruzaban por nuestras mentes. En un acuerdo tácito supimos que las dos íbamos a tener que esperar hasta leer la mayoría de los expedientes para poder emitir una hipótesis, o por lo menos eso esperábamos, aunque en el fondo nuestra intuición nos soplaba que no era necesario seguir porque ya sabíamos la verdad. 




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