Estacioné mi vehículo en el aparcamiento de la entrada a mi apartamento, Gabriel estaba sentado a la par de mi amiga, muy pero muy cerca, sonreí al pensar que mis sospechas se confirmaban; sin embargo, mi sonrisa se borró con la mirada furibunda de Julia.
Juntos subimos en silencio las escaleras de mi apartamento. La comodidad de mi dulce hogar apaciguó mis nervios relajándome; no hay nada como el nido caluroso de uno. Tiré todas mis cosas sobre la mesa de la entrada y me dirigí directo a mi cuarto para cambiar mi ropa por un buzo y una T-shirt, doblando la camisa de Adam con cuidado, oliendo de paso su perfume igual de cautivador que él: una mezcla fresca de menta, de limón con naranja amarga y ciprés. Olía a bosques mojados por la lluvia, a frescura picante y a mi libertad apenas encontrada. Sonriendo la deposité debajo de almohada.
Al volver a la sala los dos estaban sentados esperándome. Alzaron la vista, Julia fue la primera en tomar la palabra:
—Compré un mapa del pueblo, se me ocurrió que si localizamos a las víctimas, con suerte podremos encontrar algunos hechos en común.
—¡Es una excelente idea! ¿No te parece Nina?
—Sí por supuesto, no se me hubiera ocurrido algo mejor.
Claro, ni siquiera había tenido la posibilidad de volver a pensar en ello; Adam había acaparado toda mi tarde, no es que me queje, pero ahora frente a mis amigos sentía que les había fallado de alguna manera. No estaba preparada. Ni siquiera había revisado mis apuntes y para el colmo había llegado tarde. Miré discretamente mi celular, sabía que todavía era muy temprano para recibir alguna llamada de él, hacia una hora que nos habíamos separado. Sin embargo, tuve un pensamiento menos agradable, que quizá no me iba a llamar del todo.
—¡Nina! —De la sorpresa brinqué y al alzar la mirada noté que dos pares de ojos me miraban sorprendidos—. No estás prestando atención, estás segura de querer seguir adelante, no pareces estar enfocada. ¿Tal vez mañana sería un mejor día para ti?
—No, perdónenme, estoy un poco desconcentrada eso es todo.
—Te decíamos que en función de tus apuntes marcáramos la localización exacta de cada crimen con un peón de color negro, y con otro peón de color azul el lugar a donde vivía la víctima, nosotros ya posicionamos los nuestros—me hablaba como si estuviera dirigiéndose a un niño, articulando y mostrándome los peones…estaba exagerando no estaba tan despistada.
—Está bien, entendí, es una idea bastante astuta, no se me hubiera ocurrido.
—¡Te gusta la estrategia, entonces! ¡Genial! Pensé por un momento que no te agradaba mucho la idea. Tengo que admitir que estoy bastante orgullosa de mí misma, soy un genio.
—¡Cuando se te prende el bombillo! —Se burló Gabriel riéndose sin parar, no tanto por su mal gusto en chistes, sino por la expresión de Julia falsamente enojada con él. Para hacerle parar su risa burlona Julia golpeó con el codo sus costillas.
—No tienes por qué ser tan agresiva, ¡no es mi culpa si no sabes admitir la verdad! —Y empezaron de nuevo.
—¡Julia!... ¡No!...... ¡Vas a ver!
Frente a ese caos, bastante divertido, decidí intervenir.
—Dicen que en los romances no oficiales, las parejas o futuras parejas, tienden a expresar su atracción física mediante intercambios de palabras y gestos, con los cuales el hombre trata de dominar a la mujer con el objetivo de mostrar su virilidad; mientras que la mujer defiende su terreno con todas sus fuerzas hasta que sutilmente se rinde para que el hombre pueda conquistarla y probar su virilidad.
El efecto buscado fue un éxito total, los dos pararon en seco: primero, pusieron los ojos en blanco y luego se distanciaron cada uno al extremo del sofá enrojecidos. Gabriel se incorporó con más rapidez y en respuesta le guiñó el ojo a Julia para luego añadirme:
—Que puedo decir, suelo provocar esa reacción en las mujeres.
—¡Puah! No tomes tus deseos por realidades Casanova.
—Qué les parece si volvemos a nuestro trabajo—propuso Julia para darse cierta compostura y seguridad mirándome furiosa.
No pensaba arrepentirme de mi golpe bajo, era demasiado chistoso, aunque a lo más seguro, por la mirada que me dirigía Julia ahora en cualquier momento se las iba a desquitar conmigo. Mismo si ahorita, no tenía con quién, al pensar en ello… Adam no me había llamado, bah, me lo suponía; sí, Julia tenía razón, era mejor volver a nuestra investigación. Resignada agarré los apuntes de los expedientes que había estudiado. Yo poseía unas diez víctimas, no me alegraba mucho la idea de volver a leerlos, me iban a poner de un humor negro. Al alzar la vista, noté que Gabriel y Julia estaban ya poniendo el mapa sobre la mesa del comedor y sacando los peones. Mejor me apuraba, además, mientras más temprano terminaba esa pesada lectura, más rápido saldríamos de eso.
Primera hoja, primera víctima: se llamaba Laura tenía 19 años, según el testimonio de su compañera de apartamento, Laura siempre solía ir a trotar de madrugada por el parque ubicado al frente del apartamento para luego irse directamente al campus; su compañera de apellido Cadwell, se extrañó al volver al apartamento en la tarde noche y constatar que su amiga no había vuelto todavía. A altas horas de la noche, Karen Cadwell trató de llamar al celular de su amiga, pero éste estaba apagado o fuera de cobertura. En las primeras horas de la mañana siguiente, Karen fue a la policía a poner una denuncia por la desaparición de su amiga. Según el criterio de la señorita Cadwell, a Laura le había sucedido algo al ir a trotar. En mis apuntes, la investigación confirmó la sospecha de la amiga de Laura, al chequear su asistencia a la universidad, Laura no había asistido a clases.
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Editado: 13.10.2019