Saga Unidos Por La Sangre #1

CAPITULO 14

En el compartimento empecé a buscar mi asiento, 48 D. Una vez encontrado me senté considerándome afortunada de no tener alguien a la par mía, o por lo menos hasta ahora. Planeé dormir durante el viaje, pero eso fue antes de tener la cita con Adam, ahora sólo podía pensar en él.

Pensaba conocer a Adam un poco más, pero hoy me demostró que no era el hombre sereno y controlado como aparentaba ser, más bien, debajo de su apariencia de hombre paciente y distinguido, se escondía una persona calurosa, amorosa e impulsiva. Qué lío, mientras más conocía a Adam, menos lograba entenderlo. Sin embargo, no lo había visto con otros para realmente saber si él actuaba de esa manera con todo el mundo o si la causante de ese Adam impulsivo era yo. Por otro lado, era un hombre que se dedicaba a ayudar a las personas, ser médico era todo un desafío, e incluso con su forma de ser conmigo probaba que Adam era una persona que realmente se preocupaba por los demás: tierno y seguro.

Hablando de ayuda, me vendría realmente bien su apoyo en la investigación, con esos dos a la par iba a terminar creyendo en los cuentos de Julia y Gab; sí, nada mejor que un médico de confianza, dudo mucho que fuera a comentarle a alguien sobre nuestra investigación y mucho menos si se orientaba sobre los disque vampiros. ¡Qué locura!

Aburrida, sin tener mucho que hacer, decidí indagar un poco más sobre nuestros amigos los vampiros, podía ser después de todo que la creencia de Julia no estaba mal, sino mal enfocada; si esas criaturas no existían, podía ser que buscando el origen de las creencias obtendría una pista. Hasta ahora no había nada que me llamara la atención a la excepción de una enfermedad llamada Porfiria Eritropoyética congénita, según lo leído era un problema con la enzima que producía los mismos síntomas que el “vampirismo” debido a la carencia del componente hemo en la hemoglobina que transportaba el oxígeno en la sangre; consecuentemente, los pacientes que sufrían dicha enfermedad padecían de fotosensiblidad, deformidades faciales, intolerancia al ajo, palidez extrema y ansiedad por la sangre.

Por lo visto eso era, tendría que hablar con Gab y Julia al llegar para comunicarles esa posibilidad, la cual era muchísimo más racional que la de ellos. Adam seguramente me podría explicar un poco más de cómo operaba esa enfermedad, e incluso, si le preguntaba de una forma muy sutil, lograría decirme si hay pacientes que sufrían de esa enfermedad. ¡Genial! Sí, esa idea se mantenía en pie, parecía ser que esa enfermedad era hereditaria, sería lógico que una familia esté atacando jóvenes para tomar su sangre con el fin de compensar esa carencia de hemo; sin embargo, eso no explica cómo lograban sacarles a las víctimas su sangre. Las víctimas podrían ser voluntarias por una transfusión sin necesidad de matarlas. Era una buena probabilidad, pero eso tampoco explicaba la víctima del bosque jugando futbol con sus amigos. ¡Qué frustrante! Cada vez que encontraba una respuesta aparecía una nueva pregunta.

Cansada mentalmente de pensar en ello, preferí ver el paisaje por la ventana. El tren iba bastante rápido, no me permitía ver las áreas verdes con lujo de detalles, con el tiempo sentí el sueño hacer acto de presencia y lo dejé entrar poco a poco hasta que me dormí.

Sentí un movimiento sobre mi hombro, al abrir los ojos, noté que era el controlador para sellar mi tiquete, me levanté para alcanzar mi bolso y se lo presenté.

—Va a llegar en cinco minutos, suerte que la haya despertado señorita, buen viaje.

—Gracias.

En efecto, apenas guardé el tiquete en mi bolso, oí la voz anunciar mí parada; con pereza y un poco abrumada, junté mis cosas y caminé hasta la puerta del tren.

El clima no parecía ser muy distinto al que había dejado, lluvia, con una  mueca recé para que mi tío no estuviera atrasado y hubiera traído sombrilla. La última vez llegó tarde y sin sombrilla, tuvimos que correr hacia el auto para no llegar empapados: había pasado todas mis vacaciones enferma.

La puerta se abrió y con paciencia esperé que los demás pasajeros se bajaran del tren para luego yo tener acceso a la vía. Al poner el pie en la tierra, vi a un señor con sombrilla haciéndome señas, con una sonrisa de alivio me dirigí hacia mi tío y nos saludamos.

—Hola Nina, ¿tuviste buen viaje?

—Sí, no estuvo mal, ni me di cuenta que había llegado por suerte el controlador llegó en ese momento para chequear los boletos.

—Ay, Nina. No cambiarás nunca, siempre tan despistada,  estás segura que quieres ser periodista.

Como respuesta le dirigí una cara de pocos amigos, lo cual le dio mucha risa y de pronto me abrazó.

—¿De qué proviene tanta dulzura de repente?

—¡Qué tu tío no te puede abrazar! Bueno apresurémonos, compré chocolate en barra para derretir y leche fresca para que tomes un rico y sabroso chocochaud.

—Uyyy, Sam. Cómo me han hecho falta tus chocolates calientes, intenté hacer unos allá pero no eran tan buenos como los tuyos, por lo que opté por la manera artificial, pero no es lo mismo.




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