Saga Unidos Por La Sangre #1

WILLIAM

En el  momento del descenso del avión, la azafata anunció la temperatura y recordó a los pasajeros abrochar sus cinturones.

—Abróchese el cinturón, William. —Sonreí por la particular atención de la azafata sobre mí durante el viaje al punto de recordar mi nombre desde el embarque—. Estamos por aterrizar.

Abroché mi cinturón un poco divertido por el contexto, no es que ningún impacto pudiese lastimarme, pero tenía que pretender ser humano, sin embargo, odiaba fingir: respirar más rápido, comer, dormir o aparentar  ir al baño… aquellos rituales me ponían nervioso; por ello, nunca me desplazaba hasta Hungría… demasiado lejos.

Realmente la condición humana no era fácil,  según mi memoria de hombre e incluso en ese momento de mi vida, me frustraba tener que comer tres veces al día, ir al baño, e ir a dormir. ¡Qué pérdida de tiempo!

Realmente, ser inmortal era ser parte de una raza superior, un privilegio. Con mis siglos de vida se me olvidaban fácilmente las ventajas de ser un vampiro, por esa razón siempre me divertía oír a los humanos conversar sobre temas como el clima, la comida, las medidas de seguridad, y quién sabe qué más…

Sin necesidad de un reloj calculé que mi cita con los Maestros sería en unas dos horas y media; tendría el tiempo justo. Cuando aterrizamos me apresuré para pasar los puestos de control y salir del aeropuerto. Me faltaban dos horas para llegar.

Una vez afuera detuve el primer taxi y le indiqué que me dejara en las afueras de la cuidad, el conductor asintió mirándome con curiosidad. Su mirada me recordó la del agente de la aduana al ver el símbolo en mi pasaporte indicándole “no investigar, dejar pasar”. Seguramente, concluyó que pertenecía a alguna agencia ultra secreta. Ay, ingenuos humanos.

 

Para optimizar el tiempo me enfoqué en el discurso que había preparado días atrás para la reunión. Lo más factible era que los Maestros se burlasen, se habían burlado de mí cuando recibieron la bufanda; no obstante, no podrían rechazar mi petición, en efecto, el mismo Código de La Cámara Constitucional en uno de sus numerosos artículos estipulaba que ante una eventual amenaza hacia la raza, era obligación de los Maestros investigar sobre dicho asunto con prioridad. Claro, no es que Nina en sí fuese una amenaza para la raza vampírica, sin embargo, mi instinto me alertaba que en ese olor alguna peligrosa sustancia permanecía allí latente. No obstante, al ser una suposición había decidido no mencionarlo a Adam por varios motivos: o estaba equivocado y en ese caso lo hubiera preocupado inútilmente, o la amenaza era real y en ese caso no tenía la menor idea de cómo lidiar con eso.

Creo que al final esperaba ver el interés de Adam por Nina disminuir con el tiempo, semanas después Adam seguía hablando de ella y viéndola, dejándome sin alternativa, pase lo que pase tendría que proteger la identidad de Nina y de Adam, ya que de lo contrario condenaría a la novia de Adam a una muerte segura… y su pérdida no era parte de mi objetivo.

Lo único que me importaba era descubrir el trasfondo de ese olor, lo necesitaba, era como si toda mi existencia hubiese encontrado su significado en buscar la esencia de Nina. Nunca en mis cuatrocientos y veintitrés años, un olor era el origen de semejante incógnita; mi memoria para los aromas era de tal magnitud que nada en este planeta resultaba ser un secreto para mí.

Hasta la llegada de Nina.

Esa mujer me inspiraba confianza y ternura generando en mí una especie de conflicto al momento de oler la bufanda, por un lado su aroma me era familiar, y por otro lado, mi olfato lo rechazaba. Las primeras semanas me costó admitir mi fascinación por Nina, razonando, repitiéndome constantemente:   Nina no es importante, Nina es una mortal insignificante; sin embargo, su aroma me atormentaba ella no era una mortal insignificante, ni siquiera sabía si ella era mortal o no. Aquel secreto me estaba sofocando al punto de impedirme mirar a Adam directamente a los ojos, o incluso conversar con él. Nunca le había mentido a Adam, y sentía que de algún modo lo estaba traicionando.

Pero la hora de elucidar el misterio de Nina había llegado y con suerte mi obsesión por ella se resolvería. Esas últimas semanas habían sido una verdadera tortura para mí, y fui afortunado al obtener una cita con Los Maestros en un plazo tan corto; seguro el hecho de no haber solicitado ni una reunión en mis siglos de vida ayudó a otorgarme una casi de inmediato. Y pensar que casi iba a ser aplazada inútilmente por la reunión de anteayer con los Representantes de los mismos Maestros.

—Llegamos, señor.

—Gracias. Aquí tiene.

—¡Oh! No puedo darle el vuelto, señor es demasiado.

—Quédese con el cambio.

—Muy gentil de su parte, ¡qué Dios lo bendiga!

Su bendición me pareció muy irónica, lo saludé con la mano y esperé quieto hasta no ver el vehículo.

 

Apresurado caminé hacia la capilla abandonada que me había indicado mi Creador. Me quedé unos instantes afuera admirando la arquitectura de la capilla, su delicado diseño aún abandonado no marchitaba su nobleza con sus finos-arcos dibujados y sus vitrales empolvados revelando una obra majestuosa.




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