El plan de Lucio era perfecto, cazar a Julia y Gabriel para atraer a Nina en el bosque y convertirla en vampiro era infalible, no había posibilidad alguna de fallar; aun así fracasaron miserablemente. Catalina estaba muerta, su propia Creadora, su inmortal, había muerto al frente suyo con un solo disparo se tumbó al suelo dejándolo solo y Nina estaba todavía allí en el bosque muriéndose.
Lucio estaba seguro que el cazador vendría a matarlo y por eso escapo, pero después de tener más de un día de huida sin rastro del cazador estaba comenzando a dudar, ¿será que él había venido a causa de Nina? De lo contrario no lo hubiera dejado escapar tan sencillamente. En vez de perseguirlo, en vez de cazarlo, ese sujeto se había dirigido directamente hacia el cadáver de Nina. ¿Cuántas horas realmente llevaba huyendo? No lo sabía, pero su herida dificultaba su avance y el hambre comenzaba a ponerlo nervioso e inquieto.
Mientras Lucio trataba de encontrar un lugar seguro, las mismas preguntas golpeaban sus sienes constantemente: ¿Cómo? ¿Cómo era posible que Catalina y Nina estuviesen muertas? ¿Por qué Nina no había tomado la sangre de Catalina? ¿Será que Catalina tenía un problema? ¡Nada encajaba, Catalina no podía ser el problema si ella lo había convertido en un vampiro! Entonces si no era Catalina, ¿cómo explicar que de un simple disparo de un simple humano la matara? ¿Y quién era ese tipo de pelo negro con ese tatuaje de los templarios sobre su hombro, y qué relación tenía con Nina?
Unas preguntas que posiblemente él nunca solucionaría.
De pronto, a ver por fin un pequeño pueblo no muy lejos, nada le pareció importante al sentir la necesidad de la sangre llamándolo. Corrió aún más rápido hasta alcanzar pequeños callejones de la cuidad a oscuras en búsqueda de algún ser humano. La oscuridad era total, ni siquiera la luna llena lograba iluminar los rincones oscuros del pueblo dormido dejando muchos callejones a ciegas. Lucio buscó a su próxima víctima, preferiblemente mujer, para pasar un buen rato. Al inicio quiso buscarla con detenimiento pero la sed crecía en su interior esparciéndose en cada célula de su cuerpo, hinchando su lengua, secando su garganta y rajando las paredes de su esófago dolorosamente; frente a la urgencia cayó encima del primer cuerpo disponible y plantó sus colmillos en la piel de su víctima perforándola hasta liberar su jugo rojo que tanto necesitaba.
Las primeras papilas en saborear la sangre estimularon las ganas de devorarla y con una hambre voraz succionó más profundo, más fuerte hasta arrancarle la piel para plantar sus colmillos aún más hondo succionando más sangre hasta terminar con ella, dejándola tumbada al suelo como una botella vacía. De improviso un viejo y tentador recuerdo lo sumergió, y sin pensarlo dos veces arrancó la ropa de su víctima y clavó sus dientes en los huesos buscando su sabrosa médula ósea; y como un perro rabioso tuvo que triturar el hueso por dentro frotando sus encías contra el hueso hasta alcanzar fisurarlo y apenas estuvo al contacto de su droga que una dulce letargia lo invadió al punto que sus rodillas cedieron instantáneamente y cerrando los ojos dejó la sensación de llevarlo muy lejos de aquí y por solo unos minutos se desconectó imaginándose la presencia de Nina a la par de él cazando.
De improviso sintió que alguien venía, estaba cerca, muy cerca, tan cerca que al extenderse su mano lograría tocar su pierna. Luego un grito estridente y la huida.
Su cuerpo reaccionó rápidamente agarrando a su víctima por detrás, ésta intentó debatirse para escapar, cuando Lucio le clavó violentamente sus colmillos ya manchados de sangre en su frágil cuello. Una especie de frenesí se apoderó de él, controlándolo por completo hasta liberar su instinto salvaje; comenzó a mezclar la sangre y la médula ósea, más sangre, más médula, y más médula más sangre: perforando, cortando, triturando, quebrando huesos, bebiendo, succionando…matando.
En un estado de ebriedad y demencia camino por las calles de la cuidad cazando cualquier presa que se encontrará. Dejó sus impulsos asesinos dominar sus pensamientos, sus actos y su ser entero. Él ya no era un hombre, tampoco un vampiro, era un animal salvaje que se arrastraba ebrio de tanta sangre.
Titubeando, Lucio dejo la ciudad hasta encontrar un gran bosque y un lugar bien oculto para pasar algunas noches. Una vez satisfecho de su escondite se tumbó orgulloso de sus delirios y del festín. El animal dentro de él se reía sádicamente al pensar que mañana repetiría sus logros bajo los suspiros de satisfacción de una mujer muy parecida a Nina.
Somnoliento, Lucio cerró los ojos y cayó en las profundidades de la oscuridad.
¿Estaba él durmiendo? eso pareciera, pero los vampiros no soñaban. De repente una fuerza lo arrastró de vuelta al bosque; una voz, la de una mujer le hablaba, era Nina, visiblemente contenta de verlo. Ella lo abrazaba fuertemente y lo único que pensaba era que Nina era suya. Lucio ansiaba su sangre, quería escuchar el bombeo de su corazón agitado y saborear el flujo de su sangre en sus venas.
Pero Nina lo condenaba, su voz lo cortaba, su cuerpo se tensaba, alejándose de él; la estaba perdiendo, la sentía escaparse de sus manos, ella no volvería, ellos no volverían.
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Editado: 13.10.2019