Saint Seiya Ragnarok: Canto de Siegfried

Capítulo 1: Asgardianos Reunidos


Siegfried y Sorrento continuaban en su imparable ascenso rumbo al espacio exterior, donde los dos morirían convirtiéndose en polvo de estrellas debido a la fricción. El general marino intentaba liberarse desesperadamente, pero Siegfried lo sujetaba muy bien.

—Estoy satisfecho de que pueda llevarte conmigo al otro mundo Sorrento de Sirena.

—Déjate de tonterías… ¡Vámonos de aquí Siegfried!

Sorrento, en un último esfuerzo por salvar su vida, crea una ilusión de sí mismo, viéndose como una horripilante sirena. Esto sorprende a Siegfried que baja la guardia por un instante, instante que aprovecha el general marino y libera su mano del pecho del guerrero de Asgard. Ahora Sorrento tiene las manos libres y procede a tocar su flauta, con lo que consigue salvarse apartándose del asgardiano.

—Adiós Siegfried —Sorrento se despide en forma burlona mientras desciende a tierra firme.

 

SAINT SEIYA RAGNAROK

Canto de Siegfried

Capítulo 1: Asgardianos Reunidos
 


Parece que todo terminó para en dios guerrero de Asgard, ya que él continúa elevándose a su destino final, y aunque ha perdido algo de velocidad es imposible detenerse en este punto. Sus cabellos comenzaron a congelarse y partirse; lo mismo que su rostro, sus manos y hasta su armadura. Las fuerzas lo abandonan lentamente, sus ojos se cierran y pierde el conocimiento. Es el fin.

Sorpresivamente un rayo de esperanza se atraviesa en su camino, una red dorada envuelve a Siegfried. una red que poco a poco va frenando el ascenso que lo llevaba a su muerte.

¿Pero quién fue capaz de subir tan alto y salvar la vida de Siegfried?

La responsable de este acto, se aprecia como una figura femenina montada en un corcel alado, posee un casco y armadura plateada; su cabello castaño libre al viento enmarca su rostro pálido y sonriente. Ella es una valkiria.

—Eso fue muy arriesgado —dice la valkiria a Siegfried desmayado en la red— si sales de la atmósfera te convertirás en polvo de estrellas en el espacio y no podré revivirte.

—Pegaso —logra susurrar el dios guerrero que entreabrió los ojos y pudo ver al caballo alado, luego se volvió a desmayar susurrando el nombre “Hilda”.

—Descansa ahora valiente guerrero —dice la valkiria—, te has ganado un pase directo al Valhalla, tus amigos te esperan.

Mientras tanto en la tierra, Seiya, con los siete zafiros reunidos, logró invocar la sagrada armadura de Odín y con la espada Balmung consiguió destruir el anillo nibelungo que portaba Hilda. Esto hizo que Hilda volviera a ser la persona amable, buena y justa representante de Odín. Pero como muchos ya sabrán, la paz duró muy poco, porque se iniciaban las batallas contra Poseidón y su ejército.

El palacio del Valhalla en Asgard, es un majestuoso salón donde se reúnen todos aquellos que perdieron la vida luchando. Es como una especie de cielo para los guerreros.

En una de las alcobas del Valhalla descansaba Siegfried de Dubhe Alfa, que después de la pelea que tuvo con Sorrento quedó muy mal herido.

—¿Dónde estoy? —fue lo primero que dijo al despertar.

—Siegfried ¡Siegfried despertó! —exclamaron los otros dioses guerreros.

—Eres tú, Hagen —dijo sorprendido Siegfried al verlo a él y sus compañeros vivos—, también Syd, Mime, Penril, Tholl, Alberich y Bud. Creí que habían perdido la vida luchando.

—Sí es verdad, pero fuimos revividos por las valkirias y ahora estamos en este palacio —dijo Hagen de Merak.

—Al parecer las leyendas resultaron ser ciertas y estamos en el Valhalla —comentó Mime de Benetnasch.

—Es sorprendente y puedo escucharlos bien —dice el dios guerrero de Dubhe Alfa tocando sus orejas—, a pesar de que me había destrozado los oídos en la pelea contra Sorrento.

En ese momento Siegfried recuerda la situación en la que había dejado a Hilda.

—¡¿Qué fue lo que pasó con Hilda?! ¿Ella está bien? —exclamó preocupado.

Todo se miran las caras con seriedad, salvo Alberich que en un rincón sonríe con los ojos cerrados y de brazos cruzados.

—La verdad es que —respondió Syd de Mizar Zeta—, ninguno de nosotros sabe nada de la señorita Hilda.

—Ella está bien, no se preocupen —dijo una valkiria que entraba a la habitación, su ropaje era blanco y dorado—, Hilda de Polaris fue salvada de la maldición de la sortija nibelunga y volvió a ser una buena persona como era antes, pero ahora los caballeros de Athena deben enfrentar a Poseidón y sus generales marinos.

—Entonces Hilda está bien, gracias Pegaso… ¡Iré a ayudarles! —exclamó Siegfried decidido y poniéndose de pie—, ¡Por el honor de los dioses guerreros de Asgard, ese Poseidón me las pagará!

—Sí, yo también iré —agregó Mime—, se lo debo a Fénix y a Andrómeda.

Una risa solitaria y moderada se oye desde un lado de la habitación, es Alberich el dueño de esa risa.

—Ustedes no cambian —habló finalmente Alberich—, siempre actuando de forma impetuosa, por eso fueron derrotados.

—A ti también te derrotaron Alberich —dice Syd.

—Sí pero fue un descuido de mi parte solamente —se defendió Alberich—, ahora las cosas son diferentes, lo que le ocurra a la Tierra ya no es de nuestra incumbencia, estamos en el verdadero Valhalla, no Valalla ni Guarujara, entiendan eso... Bueno iré a dar un paseo, los veré luego.

Diciendo esas palabras Alberich abandona la habitación

—En parte él tiene razón —dice la valkiria—, por cierto mi nombre es Sváva y vine a anunciarles nobles guerreros, que en unos instantes vendrá nuestra diosa Freya para darles la bienvenida, ella es la líder de todas las valkirias así que muestren educación y respeto… sin más que decirles, con su permiso me retiro.

Así Sváva se fue de la sala dejando a los dioses guerreros sorprendidos y expectantes.

—Freya vendrá en persona —Pensó Hagen—, no creo que sea tan hermosa como la señorita Flare.




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