Saint Seiya Ragnarok: Canto de Siegfried

Capítulo 2: Hidromiel, la bebida de los dioses

Los dos guerreros se miraban fijamente; Alberich XIII mostraba seriedad mientras Alberich de Megrez continuaba sin palabras por la inesperada sorpresa.

—Debes aprender a comportarte —dice Alberich XIII— y ser un fiel guerrero de Odín, regresa ahora al palacio Valhalla, Freya vendrá y puede que también Odín se presente; muestra respeto y sé humilde.

Al Alberich joven no le agradan para nada esas palabras y cambia su expresión de sorprendido a molesto.

—Genial —piensa—, primero estaba como sirviente de Hilda y ahora debo servir a Odín.

—¿Me oíste? —pregunta el viejo Alberich.

—Te diré algo antepasado, en la tierra yo era conocido como el cerebro de Asgard y el cerebro siempre va a la cabeza de todo; no soy bueno para recibir órdenes, sería más conveniente para todos si me nombran comandante de los ejércitos o algún puesto superior.

Alberich XIII sonríe ante tales palabras y le aconseja:

—Olvida esas tontas ambiciones, conviértete primero en un buen guerrero y deja lo demás a la voluntad de Odín.

—Lo siento pero eso no va conmigo —dijo Alberich y decide marcharse.

—¡Alto! —Exclamó el viejo Alberich levantando el puño en plena cara del Alberich joven en forma de amenaza ya que no llega a tocarlo— si no entiendes por las buenas, me veré obligado a enseñarte por las malas.
 

SAINT SEIYA RAGNAROK
Canto de Siegfried
Capítulo 2: Hidromiel, la bebida de los dioses


Alberich de Megrez se enfada con su antepasado por haberlo amenazado así, pero consigue ver algo escrito en el puño que tiene delante de sus ojos, en el puño de Alberich XIII se puede leer el siguiente mensaje: "Nos vigilan, compórtate". El joven Alberich lo piensa un poco, comprende ahora la situación y decide seguirle el juego.

—Es... está bien antepasado, no hay porque pelear entre nosotros, tenemos la misma sangre y llevamos el mismo nombre, discúlpame sí fui insolente —Alberich XIII retira su puño y dice complacido:

—Que bueno que lo entiendas muchacho, vayamos al Valhalla antes de que llegue Freya.

Y así ambos se dirigen a la sala principal del Valhalla ya que la repartición se iba a llevar a cabo.

Está escrito en los antiguos relatos llamados Eddas, que la mitad de los muertos que llegaban al Valhalla iban con Freya y la otra mitad se quedaban con Odín, y esto es precisamente lo que está por definirse.

En la sala principal del Valhalla estaban Hagen, Mime, Syd, Bud, Tholl, Penril y Siegfried. Todos vestían ropa civil asgardiana, mientras que sus sagradas armaduras fueron a parar a manos de los enanos para ser reparadas porque serán usadas en futuras batallas.

Las hermosas valquirias vestidas con túnicas blancas servían hidromiel a los guerreros y todos bebían animosamente a excepción de Siegfried y Hagen que hablaban sentados en un extremo del salón.

—Estoy preocupado por Flare —dijo Hagen a Siegfried—, no quisiera que ese pato de Cygnus se le acerque.

—Sí, te entiendo Hagen, y yo daría todo por ver a Hilda una vez más... si tan sólo hubiéramos escuchado a los caballeros de Athena desde el inicio... Esto no habría pasado.

—Debemos hacer algo Siegfried... ¿Qué tal si escapamos de aquí? O al menos podríamos escribir cartas y hacer que las valkirias las entreguen... aunque una carta no creo que sea suficiente.

—Esa idea pasó por mi mente, pero no va conmigo, es algo indigno; debe haber otra forma.

Una mosca que rondaba escuchó toda la conversación y se va lejos. De pronto se acercan dos valkirias con cuernos llenos de hidromiel que es la bebida de los dioses.

—Vaya vaya —dice una de las valkirias a su compañera—, algunos no están tomando hidromiel, tenemos que hacer algo al respecto.

Una de las valkirias se acerca a Hagen y le dice:

—Hagen de Merak Beta, tuve el honor de traerte desde la tierra hasta aquí, mi nombre es Hrist.

—¿Qué? ¿Fuiste tú? —Pregunta Hagen sorprendido.

—Sí, y fue triste porque esa chica rubia de cabellos ondulados no dejaba de llorar por ti.

—Flare —susurra emocionado— Flare lloró por mi.

—¿Y tú... —pregunta la otra valkiria a Siegfried— tú eres Siegfried doble de Alfa o era Dubhe de Alfa? Perdón soy un poco despistada —sonríe—. ¿Te acuerdas de mi? Fui yo quien te salvó cuando ibas al espacio exterior ¿Te creías nave espacial? Bueno, lo importante es que te atrapé y pude traerte, aunque Freya me regañó por haberte traído sin que hayas muerto primero... mi nombre es Sigrdrífa, nuestros nombres se parecen ¿Qué casualidad no crees?

Siegfried sonrojado y apenado a oír las palabras de Sigrdrífa:

—Yo, lo lamento Sigrdrífa, tuviste problemas por mi culpa.

—Eso no importa ahora, mejor beban la hidromiel que es buena para levantar su alicaído ánimo.

—Sigrdrífa tiene razón —agrega Hrist— y estaremos muy complacidas si ustedes beben nobles guerreros.

Siegfried y Hagen se miran el uno al otro como diciendo ¿Qué hacemos?

—Anímate Hagen, bebe por Flare —insiste Hrist.

Hagen de Merak toma el cuerno lleno de la dorada hidromiel mientras pensativo se queda mirando la espumante bebida.

—Sí, está bien... por ti Flare —al decir esto el guerrero de Merak junta sus labios con el cuerno y va bebiendo la sagrada hidromiel— Ah, es dulce.

—Bien, ahora es tu turno Siegfried, sé buen chico y bebe hasta la última gota.

—No haga caso a Sigrdrífa... sólo beba lo que considere suficiente, le ayudará a aliviar las tristezas del alma.

Siegfried parece ceder ante la insistencia de las dos valkirias y aún con dudas con una mano sujeta el cuerno que contiene la dulce hidromiel.

Sin embargo en ese instante, de forma totalmente sorpresiva, aparece en el gran salón del Valhalla, la dueña del corazón de Siegfried; vistiendo una reluciente armadura de valkiria, ella es nada más y nada menos que... Hilda de Polaris.

Hilda busca con la mirada a Siegfried en el gran salón y lo encuentra sin demora. Ella se le queda mirando fijamente y se da cuenta que está acompañado por Hagen y dos valkirias sosteniendo el cuerno de hidromiel.




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