Sal

Capitulo 11.- Llegada

El hotel se alzaba ante ellos como algo desconocido, como si de algún modo se vieran incapaces de reconocer una construcción después de varias horas de viaje en automóvil. No había equipaje que bajar, sólo sus propios cuerpos, y éstos, a ese punto parecían una carga más que suficiente, había gente que ya ni eso tenía. Nadie allí recordaba las bolsas de mandado, aunque con el tiempo que había pasado en la cajuela, junto al insufrible calor, probablemente no tuviesen más uso que el de composta, al igual que la sal derramada, que purifica y borra la huella del hombre.

La madre bajó primero, con el niño dormido en brazos, parecía no recordar que alguna vez tuvo un hijo mayor cuyo cuerpo jamás podrá tener un entierro digno. La adolescente bajó de segunda, con la mirada baja y la ansiedad invernando cual oso antes de que llegue un oportuno cazador. Después el estudiante, siendo ahorcado por sus propios pensamientos que él sabía no eran suyos, sino de algo más allá del tiempo y la humanidad, queriendo que él comprendiera algo que nadie más sabía, ahogándolo en unos abismos tan bochornosos, que él mismo de pronto sintió temperatura; entonces pensó que un virus mortífero sería mil veces mejor opción para terminar con la vida, que algo tan monstruoso y repulsivo como aquel ser blanco. Al final bajó el padre de familia, cuya mirada sombría nadie notó jamás, y ésta se esfumo cual humo apenas cruzó la puerta del coche para salir, sus pensamientos o eran enigmáticos o simplemente el shock era tan fuerte que seguía pensando en todo aquello como un mal sueño, estando su mente en una continua intermitencia como un televisor sin antena.

Todos caminaron fuera del estacionamiento subterráneo. Ni siquiera estando a cuatro horas de distancia se sentían seguros. El presentimiento de que aquel engendro se apareciera y con un solo toque los redujera a algo peor que la inexistencia, les revoloteaba alrededor de la cabeza cual mosquito molesto imposible de matar.

Al ver Alejandro en la recepción a una pareja, que por metiche en su conversación se enteró se llamaban Anael y Brandon, soltó una pequeña sonrisa y no pudo evitar recordar a su ex novia, Jennifer. ¿Por qué terminaron hace tres años? Una tontería seguramente. Según recordaba ella a menudo le recordaba lo egoísta que era, y éste no hacía nada para demostrar lo contrario. Cada que la recordaba se decía a sí mismo que fue lo mejor para ambos, pues apenas y tenía tiempo para él mismo.

Detrás de la joven recepcionista, había un librero, sobre la mesa un libro cuyo título no alcanzó a ver mientras que Carlos pedía una habitación grande. Leer para matar el tiempo, nada mejor para ello, quiso soltar él, mas luego de la conversación con Marlene se sentía incapaz de entablar cualquier tipo de comunicación con un ser vivo. Junto al libro, recargado contra una maceta, moraba un muñeco de felpa muy peculiar, teniendo éste una sudadera y varias correas alrededor de piernas y torso, junto con una cabeza grande cual pelota de tenis, pelo castaño como el suyo y ojos de botón. ¿Dónde lo vio antes? ¿En alguna serie o historieta? No lo recordaba, quizá se lo preguntaría a la chica de recepción en algún momento. El enano no estaba solo, recargado en el librero otro peluche, éste de un pato con suéter verde, ése también llamó su atención. Aunque le pareció más simpático el primero por su estilo steampunk, y le dedicó una sonrisa, en su delirio creyó que el mismo enano se la devolvió.

Finalmente, la familia entró a la habitación, aislándose del caos.



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En el texto hay: apocalipsis, trastornos, profecia

Editado: 10.02.2020

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