Sus piernas reposaban sobre los míos,
tocaba sus tobillos de lujuria,
y mis dedos escalaban esas cordilleras
que ante su pubis se juntan.
Sus piernas se escapaban de las noches,
saboreé el brillo de su encanto,
y ella cincelaba mis inquietudes con sus labios,
calmaba mis ansias mientras me adentraba a ella.
Mis manos inquietas recorrían los valles de su vientre y cintura,
tal vez,su suave llanura
dónde yo,dibujaba mis besos.
Fuimos dos lunas que ardian en aquel instante,
dos lunas juntas,
la noche de los grillos,
y adentro mi epidermis,
surcaba su abismo
y a lo lejos
contemplamos el trote del amanecer