Los primeros tres días en Paris fueron increíbles, se sentía bien no estar perseguido por la prensa, me sentía muy normal y relajado. Jane era increíble, me contaba la historia de cada lugar a donde íbamos, y había memorizado el mapa así que nunca nos perdíamos ni si quiera en el complicado metro. En él, museo del Louvre corrigió datos varias veces al guía que al final la miraba suplicante de que se callara pero la gente término preguntándole más a ella que al guía.
Trate de mantenerme serio y contenerme. Pero su cercanía me encendía. Cuando estábamos cerca sentía el tenue olor a vainilla que venía de su pelo o la calidez de su cuerpo acurrucado junto al mío cuando volvíamos en taxi y tenia frio.
Trate de no tentarme pero el miércoles por la noche todo mi control se desmorono. Habíamos llegado de dar un paseo por la basílica del sagrado corazón y cuando nos cruzamos con el gerente del hotel nos invito esa noche a una cena privada en honor a los 100 años del hotel. Me aseguro que eran solo algunas personas que tenían que ver con los fundadores y que sería un honor para ellos que los acompañáramos.
Me di un baño y use mi mejor traje. Me serví un trago y miraba hacia la terraza cuando Jane apareció en su puerta. Me quede sin aliento. Llevaba el cabello recogido en un elegante moño y un maquillaje muy suave que resaltaba sus bellos ojos azules. El vestido rojo le quedaba perfecto resaltando cada curva y terminando en el suelo. Cuando camino hacia mi vi unos zapatos rojos del mismo color del vestido. Le sonreí. Ella me hacia sonreír mucho y siempre me sorprendía.