Me sentí un idiota, pero no podía darle a Jane la esperanza de que lo que había pasado entre nosotros era algo más que sexo. Lo de la empresa de Prat fue una excusa patética. Pero si seguía en Paris con ella todo se iba a profundizar más.
Ella no me dijo nada, no me reclamo nada, ni si quiera la note molesta. No me contestó mal en ningún momento. Ni si quiera cuando llegamos a la casa y llame a una de mis amigas corrientes para cenar. Ella solo se despidió con cortesía. Tomo sus valijas y subió a su cuarto.
Trate de disfrutar la noche con Iris para poder quitar a Jane de mi cabeza. No tuvo sentido. Cuando fuimos a su apartamento y desnudo su cuerpo para mi pensé en Jane, cuando chupo mi polla arrodillada delante de mi pensé en Jane. Cuando me enfundo en un preservativo y se subió sobre mí para cabalgarme. Pensé en Jane. Y esa fue la única forma de venirme. Pensar en Jane bajo mi cuerpo y gimiendo por mí.
Cuando volví a la casa me pare en la puerta de su cuarto entreabierta. Ella dormía, bella y pacífica.
Nunca me sentí más canalla en toda mi vida.