Sálvame

Capítulo 4

 

 

 

 

— ¿Lo han encontrado?

—No, pero seguimos buscando en toda la ciudad.

— ¡No es suficiente Seth! Él tendría que estar aquí conmigo... Oh... ¿Dónde se habrá metido?

—Tranquila, va a aparecer, no puede habérselo tragado la tierra.

 

Conversación entre Seth Meyer y Raven Hale.

 

Nuevamente había despertado en el mismo calabozo, solo que ahora había un rostro nuevo, otra persona que si parecía ser una auténtica asesina serial por la mirada de loca y las tijeras que tenía en la mano. Intentó recordar algo más que lo que sabía, pero su nombre y su pasado seguían en lo profundo del abismo que era su mente.

Recordaba que la otra mujer, de bonitos ojos chocolate, le había puesto un nombre para no hablarle a alguien sin nada.

Caleb.

Despegó su mirada de la mujer de ojos verdes y rizos negros, para dirigirla a alguien más conocido, Eleine estaba sentada en una mecedora de mimbre leyendo algo, la sensación de tenerla cerca le influyó tranquilidad.

La otra no podría hacerle daño... A menos que Eleine confabulara con ella...

Paranoia, de nuevo.

— ¿Quién eres tú? —Preguntó al ver que ella usaba las tijeras para recortar un pantalón.

—Tanya Rivers —respondió Eleine sin quitar su atención del libro—. Ella te ha dado atención médica cuando te encontré.

— ¿Dónde me encontraste?

La ansiedad picó sus entrañas, necesitaba saber cómo y por qué estaba en esa situación, fue a mover su mano derecha pero al oír un sonido metálico se dio cuenta que estaba encadenado.

— ¡¿Por qué me encadenaste?! —exclamó, toda calma y comodidad cerca de ella se alejó como una hoja en el viento.

—La seguridad es lo primero —respondió en un canto la mujer de mirada loca—. Eres un desconocido, mi amiga lo ha hecho por su seguridad.

—No es mi deseo hacerle daño —habló entre dientes—. Me duele el cuerpo, tengo una pierna rota y no sé quién mierda soy ¡Lastimar a una mujer es lo último de mi lista!

Eleine, con toda calma, cerró el libro, lo dejó en la mesa de noche y se levantó, acercándose a la cama lo miró con atención, el rico color de sus ojos volvió a calmar su mente confundida.

—Por poco logras suicidarte allá afuera ¿Por qué? Ninguno de los dos sabe eso, así que hay que dejar las cosas claras, no sé quién ni qué eres o qué hiciste para terminar así ¿No es justo intentar protegerme de un perfecto extraño?

Tenía sentido, sin embargo eso no dejaba de provocarle ansiedad por no tener el control de sus movimientos, si hasta parecía un cautivo en un calabozo de pesadilla.

—Soy inofensivo —agregó mirándola con atención—. No recuerdo nada de lo que soy o de lo que he hecho, pero te puedo asegurar que no estás en peligro.

Eleine miró a la loca Tanya y luego regresó a él.

—No es negociable aunque tengas ojos de cachorro degollado, si quieres salir de esa cadena demuestra que eres una buena persona.

— ¿Buena persona? —Replicó con ironía—. Encuentras a un herido en tu patio, lo ayudas pero luego lo encadenas ¿y vienes a decirme que sea buena persona? Tú no eres precisamente un ángel.

Eleine frunció el ceño y sus labios se cerraron en una línea firme.

—Te salvé la vida y dependes de mí para subsistir, porque no creo que recuerdes algún pariente por aquí ¿cierto?

Caleb se quedó sin argumentos.

—Eso creí.

—Bien dicho. —Tanya la rodeó con un brazo—. Ten cuidado, para ser humana Eleine tiene garras.

Con un falso gruñido y una risa que le produjo un escalofrío, la mujer se despidió.

—Tendrás que cambiarlo, apesta a húmedo y tierra, no tardará en acarrear gérmenes.

Eleine asintió y una vez que su extraña amiga se hubo ido, retornó la atención de esos ojos de chocolate hacia Caleb.

—No te preocupes —le dijo en un suspiro—. Estás seguro conmigo, de haberte encontrado otro estarías en un hospital público y sabes cómo atienden a los indigentes.

—No soy uno.

Tomó un par de tijeras y comenzó a cortar el borde de su pantalón, la sensación del metal contra su piel se sintió extraña, pero más era su suave toque y sus cuidadosos movimientos.

—Sin identificación ni registros hubiese sido difícil darte atención médica.

Su lacio cabello negro caía por sus costados, ocultando ese rostro, su piel de tonos latinos.

—Supongo que hemos de convivir. —Contuvo un estremecimiento cuando sintió su toque en su muslo—. Me siento un parásito.

Eleine se detuvo al llegar a la cintura, el contacto de su mirada era intenso. Permaneció así, mirándolo con curiosa atención, sonrió y luego se sentó en el borde de la cama para reanudar los cortes en la pierna izquierda.




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