Sálvame

Capítulo 10

 

 

—No es tan fácil como crees, se está desarrollando muy rápido, creo... que no podremos ocultarlo por mucho tiempo.

— ¡No! ¡No es el momento! ¡Ellos no están listos para saberlo! el clan... No, no, definitivamente no está listo...

Conversación entre el Dr. Casstien y Derek Miller

 

 

 

—Flexiona... Estira... Flexiona... Estira... ¿Te duele si hago esto?

— ¡Auch! ¡Por supuesto que duele!

— ¡Oh vamos! No presioné tan fuerte.

Caleb le echó una mirada furibunda a la mujer que le estaba ayudando con sus ejercicios semanales, Tanya, con esa mirada de loca y actitud despreocupada, mantenía su pierna levantada en el aire con ambas manos, había hecho presión en la zona gemelar y le había producido un dolor punzante que le fue imposible de soportar.

—El músculo posterior ha quedado sensible —dijo bajando su pierna para dejarla extendida en la cama—. Tendré que cambiar tus ejercicios.

— ¿Ahora eres fisioterapeuta?

Eleine apareció desde la sala de estar, llevaba su lacio cabello negro recogido en una coleta alta, su mirada cansada revelaba que otra vez no había dormido bien. Caleb culpaba a ese caso de suma importancia el cual ella no podía dejar de lado, por las noches ella se desvelaba, y él también, pues era en la oscuridad nocturna en donde intentaba activar sus recuerdos, recuperar algo del abismo que había sumergido todo lo que una vez había sido, y al no poder recuperar nada, el temor de nunca develar su verdadera identidad le dejaba inquieto, incapaz de dormirse, viendo esa suave luz que se colaba por la rendija de la puerta.

—Se aprende mucho mirando videos y leyendo en internet. —Tanya sonrió a su amiga y luego al ver la cara de pánico en Caleb agregó—. Tranquilo grandote, siempre me aseguro de cerciorarme acerca de la veracidad de lo que veo y leo, ahora tengo ejercicios nuevos y necesitarás de algo de ayuda.

Eleine avanzó y se sentó al lado de su amiga, las dos mujeres lo miraron fijamente, Caleb confiaba en la mirada seria de ella, pues era todo lo que conocía, ya se había acostumbrado por completo, Eleine era la única distracción de la ansiedad que no lo dejaba en paz, sobre todo cuando recordaba la posibilidad de que él fuera un cambiante, parte de una raza que ella no soportaba ¿Qué sucedería si de pronto, surgía un cambio espontáneo y se transformaba frente a ella? ¿Eleine lo echaría al bosque a pesar de que ella era todo lo que tenía en el mundo? Caleb no estaba seguro, ninguna posibilidad era certera.

Tanya, no se fiaba de ella, todo en ella era sinónimo de locura, pero de una locura buena, aunque Caleb no sabía cómo debía reaccionar ante la energía y el carácter extrovertido de la mujer que parecía ser la mejor y única amiga de Eleine.

— ¿Qué necesita para mejorar? —preguntó ella.

—Caminar, y mucho, sus músculos deben tomar forma para que ya no duelan.

— ¿No hay medicamentos que pueda tomar?

Tanya se cruzó de brazos y miró a Eleine con horror, no parecía real.

—No todo se soluciona con drogas querida, tienes que llevarlo de paseo o no dejará de quejarse.

—Yo no me quejo —intervino Caleb.

—Ahora no, pero si el músculo afectado por la fractura no sana correctamente quedarás con limitaciones físicas permanentes.

—De acuerdo —Eleine suspiró—. Saldremos a dar un par de vueltas al pueblo ¿Quieres acompañarnos?

—Me gustaría, pero mi hermano quiere que lo lleve a BlueCreek a ver a su suegra, su novia estará allí también y probablemente será una reunión muy extraña.

Tanya se fue luego de hacerle una revisión de rutina completa, antes le suplicó a Eleine que le exigiera a Oliver que acelerara los trámites para la licencia de conducir de su hermano.

—Ponte abrigo, afuera hace frío.

Caleb se cubrió con una chaqueta negra y guantes rojos, salió al exterior, el aire frío revolvió su cabello, su piel picó en donde el calor fue reemplazado por el frío, se quedó de pie en el porche, apoyando la mayor parte de su peso en la pierna derecha, se le había hecho un hábito común, tanto que ahora que su otra pierna había sanado continuaba haciéndolo.

— ¿Estás listo? —preguntó Eleine al salir.

La brisa desordenaba su negro cabello, un abrigo color verde oscuro la resguardaba del frío pero aun así tenía ligeros temblores.

Caleb asintió en su dirección y ella le sonrió, un bolso negro con tachas de metal colgaba de su hombro, ella guardó sus llaves mientras bajaba los escalones del porche. Él la siguió, podía mantener un paso mucho más firme, pero el dolor persistía, una punzada que tiraba del músculo de su pantorrilla.

Tanya tenía razón, pensó, aun debía sanar más cosas que el hueso roto.

Por la capa de agujas de pino que crujían bajo sus pies, supuso que la estación correspondía al otoño, y por la temperatura que le hacía temblar, el invierno se acercaba. Caleb admiró con mayor tranquilidad los árboles a su alrededor, en su mayoría coníferas altas y robustas, algunos otros árboles se entremezclaban con esos gigantes, copas desnudas dejaban ramas balanceándose al son de la brisa.




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