—Ha copiado una sola carpeta, esto... ¡Esto es un desastre! ¿Qué vamos a hacer Derek?
—Rastreen el último contacto que tuvo McGraw, alguien le pidió el hackeo, no lo hizo sólo por diversión.
— ¿Y si encontramos al cliente?
—Lo primordial es evitar que todo se sepa, pero si tenemos suerte y le atrapamos, yo personalmente me encargaré de su castigo.
Conversación entre Derek Miller y Seth Meyer.
Eleine se obligó a respirar, todo su cuerpo temblaba y no era el miedo el que provocaba esa reacción, sentía mucho dolor, odio, tristeza y culpa en su pecho, sentimientos que se hundían en ella y le hacían desear querer hundirse también. Caleb estaba resignado en su asiento, ya había pasado más de una hora desde su último intento por calmar la situación, permanecía en silencio mirando por la ventana.
Eleine detuvo la camioneta en una de las calles de BlueCreek, faltaba poco más de media hora para alcanzar Ricker Mountain y ya estaba cayendo la noche sobre ellos. Intentó limpiar su rostro, acomodar su cabello, pero de todas formas su aspecto sería terrible.
Tantos eventos en un solo día eran demasiado para su corazón y su mente, recordar le hacía peor.
—Eleine...
La suave voz de Caleb hizo brotar un par de lágrimas, ella no tenía palabras, ni voz, el nudo era demasiado fuerte.
—Fue mi culpa —logró decir, su voz sonó raspada.
Él tomó su mano, con su pulgar acarició, ya le era familiar el gesto, y sin embargo cada vez que lo hacía era algo distinto, su toque nunca era el mismo, pero su motivo no cambiaba, buscaba calmar.
—En todo momento supo del riesgo —él dijo—. Pudo negarse a ayudarte, pero lo hizo y fue su decisión.
—Pero si yo no hubiera ido... Si Alena Golden no le hubiese dado sus datos a Will... Si yo no lo hubiese metido en esto... —Suspiró, estaba cansada—. Si yo no me metiera en donde no me necesitan él estaría vivo.
—Hace tiempo dijiste que la vida de un cambiante valía menos que la vida humana ¿por qué te importa tanto lo que le pasó a Patrick?
Eleine miró un instante a Caleb a los ojos y luego regresó su visita más allá del parabrisas.
Incapaz de responder, su pregunta le había descolocado, recordó el rostro del león, esos rasgos que al principio le dieron tanto miedo. Ella tuvo miedo, pero en vez de ofenderse y enfadarse le había cuidado, le ayudó, porque sintió su miedo y quiso hacerlo desaparecer, igual que Caleb.
—Él me ayudó —balbuceó, sus ojos se desviaron al sobre que estaba encima del panel.
“Busca a Amaia Dubinski”
La última voluntad del león estaba en ese sobre, Eleine sintió su pecho liberarse un poco al tomarlo, lo abrió, en su interior habían fichas y documentos con datos e información, en medio de eso había una imagen plastificada.
Con cuidado la sacó y le entregó el sobre a Caleb, encendió la luz interna para poder ver mejor. Deseó no haberlo hecho, pues la imagen destrozó sus fuerzas, pero no lloró, no podía.
Patrick sonreía mientras abrazaba a una mujer embarazada con cariño, ella se veía joven y feliz en su abrazo, era de piel oscura, curvilínea, y de cabello oscuro, rizado y esponjoso.
Eleine miró el vientre de la mujer, se preguntó qué habría sucedido.
La solitaria carta que le habían encomendado entregar todavía estaba en el mismo lugar donde la había arrojado al entrar, encima tenía la unidad USB, Eleine miró los objetos durante un tiempo, ordenando sus prioridades.
— ¿Qué vas a hacer? —Caleb preguntó, en el sobre volvía a colocar los archivos.
—Voy a buscarla y a darle esa carta —respondió con voz firme—. El informe puede esperar un día más.
Arrancó la camioneta y con mayor calma, condujo la última brecha que le separaba de su hogar, necesitaba descanso verdadero. Tal vez ahora que Caleb estaba casi recuperado por completo, podría enviarlo a dormir al sillón, así ella dormiría en su cama.
« ¿Pero qué estoy pensando?»
Le disgustaba manejar de noche, estar con su capacidad visual reducida le complicaba las cosas, si no fuera por las indicaciones de Caleb ella ya se habría ido por la desviación que llevaba hasta Addy.
Estacionó con cuidado, detuvo el motor, se quitó el cinturón, tomó el sobre junto salió al exterior. Hacía frío, había viento fuerte, oscuridad en todas partes, el sonido de las hojas de los árboles que nunca las perdían era estremecedor. Eleine odiaba el viento, porque le hacía recordar.
— ¿Estás bien? —Caleb rodeó la camioneta para alcanzarla.
Ella comenzó a caminar.
—Estoy bien, sólo necesito dormir un poco y mañana regresaré a ser yo.
Trastabilló. Caleb alcanzó su cuerpo, la atrajo, rodeó su cintura con un brazo y su calor alivió un poco el frío. Él le ayudo a subir en completa oscuridad, no sabía cómo podía caminar sin poder ver nada ni tropezar con algún obstáculo natural, y aunque le pareció extraño, no sentía ganas de ponerse a pensar en eso, literalmente ya no quería pensar. Así que, en silencio, ambos subieron por la montaña hasta llegar a la cabaña de piedra y madera. Las luces estaban encendidas, Eleine cerró los ojos, maldiciendo en su interior.
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Editado: 09.12.2018