Sálvame

Capítulo 36

 

Eres lo que ilumina cada día de mi vida, y ahora que no estás, siento que mi tiempo en vida se reduce a cada segundo en una desgarradora agonía ¿qué será de nuestros cachorros? Yo no seguiré aquí, perderte me mata lentamente. Lo único que deseo es que ellos tengan lo que nosotros tuvimos, un amor incondicional, un vínculo de compañeros.

De los escritos de Samuel Meyer en uno de sus últimos

 

 

 

 

Fueron dirigidos hasta Paradise City por uno de los guardianes, en un tenso silencio que duró todo el viaje, Caleb era el único al que le importaba poco su castigo, pues en todo lo que podía pensar era en Eleine ¿qué habría hecho con Derek? ¿Lo habría convencido? Apostaba su vida a que ella lograría su objetivo, era tenaz como ninguna y su recién descubierta valentía era una agridulce recompensa para él. Seth, Logan, Arif y Frank olían a miedo, supuso que por las consecuencias que Caleb provocó al arrastrarlos en esto.

La culpa rondó en su mente como una bestia insidiosa, y tenía razón, nadie más que él era el culpable, eso desvió el rumbo de su preocupación.

¿Qué sucedería con ellos?

Nada había salido como lo esperaba, ni siquiera supo cómo lograron cortarles el paso, o cómo fue que el alfa supo del escape, quería averiguarlo pero en este momento no sería prudente de su parte ponerse a indagar. Lo cierto era, que el castigo sería severo.

No le importaba mucho, Caleb estaba más que dispuesto a tomar el castigo de los demás.

Estuvieron en WiredTech cuando el atardecer casi estaba en el cielo, tiñendo las nubes de un tono rosa, Jeanine los recibió en la entrada con una cara de enfado y preocupación.

—Esto no puede ser peor —dijo, y miró al guardián que los había traído—. Dominic, dime que el informe del líder de los Cazadores no es real.

—Es real.

La mujer miró al cielo, su cabello plateado hecho una coleta se movió con elegancia, y cuando volvió a ver a los lobos, no existía nada de preocupación en sus ojos oscuros.

—Tendrán que rendirles cuentas al alfa —dijo en un tono demandante—. Esperen en su oficina.

Al ingresar, Tammy ni siquiera despegó sus ojos de la computadora, como evitando problemas, eso no era alentador, el aire parecía viciado con emociones y la angustia era una de ellas, Caleb no podía adivinar quién se sentía de esa forma, sólo lo percibía y al hacerlo, el lobo en su interior reaccionaba con inquietud.

La oficina de Derek estaba a la mitad del edificio, no era muy amplia, contaba con cuatro ventanales que dejaban pasar mucha luz, dos sillones dobles dispuestos uno a cada lado de la entrada, lámparas de pie en cada esquina y plantas colgando del techo. El piso era negro por completo y se veía muy suave, mientras que el escritorio era sencillo, piezas de vidrio unidas sobre las que descansaban muchos papeles, lapiceros y una computadora.

—Esperen aquí —ordenó Jeanine—. Y por ninguna razón tomen asiento.

La última petición le resultó extraña, pero cuando Caleb fue a preguntar, la lugarteniente del clan se había ido.

Pronto el ambiente estaba sobrecargado de tensión y angustia, además del notable aroma del dueño, por todo el lugar.

— ¿Qué crees que nos pase? —Logan le preguntó a Seth.

Temor disfrazado, casi oculto, en cada palabra, Caleb vio al lobo de reojo y notó su nerviosismo.

—No lo sé.

Por primera vez su hermano no tenía largas respuestas que ofrecer, se mantenía erguido mirando hacia los ventanales. Ninguna palabra de aliento de su parte, nada que aliviara las cosas, el castigo era inminente, saberlo no era la mayor causa de tensión, no tener idea de qué haría Derek y de qué forma los castigaría... Ese era el problema.

Porque antes de ellos, ningún lobo cuestionó nunca las órdenes del alfa, y si alguna vez alguien lo hizo, se guardó sus objeciones y desertó. Ahora Caleb y las personas a las que se sentía más cercanos eran traidores.

— ¿Qué habrá pasado con la chica? —Frank le preguntó a Arif.

—No es el momento —Arif contestó a secas.

Caleb afirmó sus manos en puños, la preocupación creció volviendo su garganta un nudo.

«Confía. Ella es fuerte, estará bien»

Le hizo frente a un lobo alfa, estaba orgulloso por ese logro, ya no sentía miedo. Pero Derek Miller era un poderoso cambiante que podría reducir esa fuerza interna en cuestión de segundos, a su lado Eleine corría peligro.

Para cuando la luz en el exterior estaba casi desvanecida, las puertas detrás se abrieron, Caleb se sentía frágil y débil de tanto tiempo de pie. Derek entró en un silencio profundo, el olor a sangre impactó en sus sentidos, cojeaba de una pierna y le costaba avanzar, pero dentro de todo se veía como siempre, fuerte y poderoso, como el alfa que era.




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