En las Escrituras está sellado con tinta el designio que cada seiscientos sesenta y seis años Lucifer tiene permitido limpiar la Tierra de sus impurezas. Librar a los hijos del hombre de su plaga más mortal; ellos mismos. Hace pagar a cada ser humano maligno por sus pecados, del mismo modo en que lo condenaron a él.
Después de un suceso inesperado y errado la vida de Lía empieza a cambiar cuando la llegada del mensajero del príncipe del Infierno, voltea y sacude su mundo como una avalancha.
Ella puede ver cuándo y cómo morirán las personas, el momento exacto en que los secuaces de la muerte vienen a reclamar el cuerpo de los caídos y magullados. El momento exacto en que la vida es arrebatada con crueldad de sus semejantes...
¿Hará algo para evitarlo?
¿Aun cuando el hacerlo implica ir condenando pedazo por pedazo su alma a las profundidades y llamas eternas del Infierno?
¿Incluso si salvar a otras personas implica padecer aquellas que serían sus muertes, para compensar la vida que ha salvado?