Sálvame [editado]

PRÓLOGO

La gravedad estira mi cuerpo al suelo en el momento en el que mi pie se enreda a la pata de la mesa de madera, el estruendo de la botella de vidrio hacerce añicos en el suelo me hizo cerrar los ojos con fuerza. Él se acercaba, podía escuchar sus pesadas pisadas hacer eco al chocar contra el piso de mármol. Con la respiración acelerada, movi un poco la cabeza en el momento justo en el que él agarraba la botella de alcohol que seguía en pie y la lanzaba con fuerza bruta en mi dirección, el vidrio impactó contra mi costilla robándome el aire, pese al dolor, estaba aliviada porque los fragmentos de la botella no se incrustaron en mi piel, gracias a la chaqueta que tengo puesta para proteger mi cuerpo del crudo invierno y los arranques de mi ebrio padre. Gruñó al ver que la botella no me causó ningún daño visible, sus ojos oscuros inyectados de sangre por la cantidad elevada de alcohol en su sistema, me miran con odio. Aullo del dolor y me doblo cuando su bota impacta con fuerza en mi costilla, quitándome nuevamente el aire. Él ríe mientras avanza hasta su sillón, dejándome tendida en el piso una vez más. Se sienta y me mira con asco.

— Eres una inútil. Quizás con eso aprendas a que debes lavar los platos antes de que llegue a casa. 

Respiraba entrecortadamente, mis pulmones ardían en cada inhalación y exhalaciones en el intento de regresar el oxígeno a estos. Entre gemidos de dolor, intente ponerme de pie, pero caí otra vez por el dolor en mi pecho. Apoyé mi frente contra el suelo e inhale profundo clavando mis uñas en el mármol ante el horrible dolor que me atacó. Creo que me a roto una costilla más. Reuniendo todas mis fuerzas volví a intentarlo y lo conseguí, me levanté, tambaleandome. Me afirmé a la mesa para no caerme y agache la mirada a mis pies descalzos.

—Lo lamento, padre— musité en un murmullo apenas audible.

—Vete, tú presencia me enferma. Y por sí no te a quedado claro, no te has ganado la cena de hoy.

Asentí levemente y aguantandome el dolor en mis costillas, avancé hasta mi pequeña habitación. Cerré la puerta tras de mí y suspiré entrecortadamente, las lágrimas se acumulan una vez más en mis ojos. Me siento en la cama quitandome la chaqueta con cuidado y busco una gasa elástica bajo mi almohada. Me quito la blusa desgastada quedando en sostén, palpo mi costado que tiene una gran marca rosácea oscura que pronto estará morada, gimo cuando mis dedos tocan un bultito. Envuelvo la gasa sobre mis costillas, apretando con firmeza para evitar más daños internos.

Las lágrimas se mantienen quemando mis ojos pero no caen, estoy acostumbrada a este tipo de abusos, es cosa de todos los días y no puedo detenerlo, no tengo la fuerza para hacerlo. Él es mi padre y haría todo por mantenerlo a salvo. Se que es estúpido, pero él es todo lo que tengo.

Su vicio por el alcohol comenzó desde que mi madre murió. En ese entonces yo tenía diez años y no comprendía porque mi madre se había marchado de esa forma. Una tarde mamá salió a comprar algunas cosas que hacían falta en casa, venía de regreso cuando un auto que venía a gran velocidad no alcanzó a frenar y la atropelló, quitándole la vida en el impacto. Luego de eso papá cayó en un grave estado de depresión, me olvido, se encerró en él mismo y comenzó a beber cada noche más de la cuenta. Cuando tenía trece años, llegó mi primer golpe, cuando limpiaba la casa había chocado con la mesa que tenía una botella de cerveza casi vacía y esta cayó al piso derramando lo poco que quedaba. Papá se enfureció mucho y se levantó rápidamente de su sillón, me golpeó tan fuerte el brazo que me lo fracturó, estuve semanas intentando no cometer algun error para que mi brazo sanara antes de otro castigo. Supongo que le tomó el gusto a la sensación de superioridad que siente cada cuando me levanta la mano, porque siguió así pendiente del mínimo error que cometía. Los daños que recibía algunas veces eran graves, por esa razón tomé clases de primeros auxilios en el colegio por tres meses. Con eso pude aprendí a curar mis heridas yo sola, y a detectar las fracturas como esta. Esta no es la primera vez que mi padre al golpearme me fractura una costilla. 

Me coloco la blusa despacio y suspirando entrecortadamente, me acosté en el viejo e incómodo colchón que tengo. Papá no tiene dinero para comprar uno nuevo, ya que cuando gana dinero solo se embriaga con los mejores licores que existen y de vez en cuando trae comida. Cubri mi cuerpo hasta mi cabeza con las finas y frías sábanas de algodón y tiritando del frío, caí dormida despertando de una nueva pesadilla. 

 

 

 

 

 

 

 

 

¡NUEVA VERSIÓN DE SÁLVAME!

Los personajes seguirán siendo los mismos, más voy cambiar todo, olvídense de lo que contenía anteriormente. 

¿Qué les pareció el prólogo? 
 




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