Sálvame [editado]

CAPÍTULO 01

Despierto cuando un nuevo día se hace presente. Hoy es mi primer día de colegio luego de dos semanas de vacaciones de invierno. Me levanto sintiendo un pinchazo en el costado, justo donde papá me lanzo la botella, ahogo un grito e ignorando el dolor me incorporo y bajo de la cama para ir a buscar entre mis pertenencias algún cambio de ropa que aún me quede. Mi cuarto es muy pequeño y con suerte cabía la cama en la que dormía, por lo que no podía darme el lujo de tener un armario o algún mueble, uno, porque no cabría, y dos, porque el dinero no alcanza para comprarlos, así que toda la ropa que tengo estan apiladas en una silla.

Tomé una remera negra que por lo vieja y desgastada que estaba, parecía más gris, pero no tengo algo más decente que ponerme. Me deshago de la pequeña blusa con la que dormí y me coloco la que saqué. Busque entre la ropa unos jeans gastados que eran de mi madre, antes de morir ella me lo había regalado, no me quedan cortos como la mayoría, lo cual era bueno. Me coloco mis viejos zapatos deportivos que guardo bajo mi cama, busco el poleron que había encontrado olvidado en la biblioteca pública a la que recurro comúnmente. Ese día había ido allí para estudiar para un exámen, y cuando salía lo encontré por una de las sillas, le había dicho a la bibliotecaria que lo guardara con las cosas perdidas, pero ella se negó y me dijo que me lo quedara yo, así lo hice y ahora lo agradezco, es suave y cálido por dentro, además me queda bastante grande. 

Tome mi bolso donde estaban los libros y lápices que trabajando a escondidas pude comprar. El bolso es viejo y feo, de un color café desgastado y con manchas de dudosa procedencia que no se quitan, pero eso no me importaba con tal de seguir con mis estudios.

Se que a esta hora mi padre ya se a ido a trabajar, es miércoles, hoy es su día de cobro, lo que significa que por esta noche estaré libre de golpes, ya que seguro irá a despilfarrar su dinero en alcohol y ni siquiera llegará a casa. Bajo las escaleras murmurando maldiciones por cada punzada que sentía en mis costillas. Salgo de la pequeña casa de madera que se encuentra entre una pradera al lado del bosque y comencé mi caminata diaria. El aire es tan frío que mis facciones se entumecen al instante y exhalo vaho al respirar.

Me demoro al menos una hora y media para llegar al colegio y otra hora y media para volver a casa. Lusher Charter School queda lejos de donde vivo, pero aún así es la que me queda más cerca y caminar no me agota tanto, ya que me he acostumbrado a las caminatas largas. Ya podía sentir las miradas y oír los comentarios de burla a medida que iba llegando a la calle en donde Lusher Charter esta ubicada. 

A parte de sufrir de abusos y maltratos en casa, también los sufro en la escuela. Y cada día sólo empeora. 

Todo gracias a Lisa Brown, ella es la típica chica popular que pasa por encima de todos solo porque sí, y le parece muy entretenido hacerme la vida imposible junto con sus amigas. ¿Creerían si les dijera que alguna vez fuimos amigas? O al menos eso creía yo. Lo fuimos hace muchos años, las dos teníamos doce en ese entonces y cuando le conté lo que le había sucedido a mi madre, en lugar de apoyarme, se alejó de mí como si le hubiera dicho que tenía alguna enfermedad contagiosa y comenzó a juntarse con las chicas que ahora llama mejores amigas. No se exactamente que fue lo que pasó o cual fue el daño que yo le hice para que ella se alejara de mí y comenzara a dañarme tanto físico como mentalmente.

Los minutos iban pasando mientras caminaba por los caminos de tierra, rocas y algunos pastizales. Este era mi atajo para llegar temprano, porque si tomo los caminos de concreto me demoraría más de una hora y no quiero llegar tarde, eso solo sería una falta grave que me costaría mis estudios. 

A lo lejos puedo ver la enorme estructura de Lusher Charter School, pintada por fuera de un color grisáceo, que le da más pinta de prisión que de escuela y tiene amplias áreas verdes para los juegos deportivos del equipo de Lusher Charter. Caminé lento, tengo exactamente media hora antes de que las clases den inicio, y necesito prepararme mentalmente para los insultos que me esperan al acercarme más allí.

A medida que avanzaba podía ver como las miradas de los grupos que se juntaban fuera del establecimiento para cotillear sobre los maestros y demás, se posaban en mí. 

Uno de los chicos del equipo de fútbol americano se acercó a grandes zancadas en mi dirección, mientras miraba de reojo a su grupo y reía por lo bajo. Luke pasó sus manos sobre mis hombros, mientras me miraba elevando una ceja y ladeando una sonrisa. 

—Pero miren nada más. Creí que no volverías, rarita. 

Me llaman rara por el simple hecho de ser diferente a ellos, por ser solitaria y por no ser una copia como todos ellos.

—Alejate de mí. 

—Vaya, vaya, vaya, parece que alguien se levantó con el pie izquierdo hoy. 

Lo aparté de un empujón e intenté avanzar, pero se quedó en intento por que sus manos se posaron una vez más en mis hombros. Suspiré cerrando los ojos, ¿Cuándo terminará todo esto?. Él se encontraba tras de mí, jaló mi bolso con rapidez haciéndome tambalear hacia atrás. Puso el bolso boca abajo dejando caer todo lo que llevaba dentro para luego arrojarlo en un charco creado por las regaderas automáticas.

—¿Sabes una cosa? 

No respondí.

—Te hice una pregunta.

Cerré los ojos con fuerza y mordi mi labio a tal punto que sentí que me lo partiría. Lo miré. 

—¿Qué?

—Eres estúpida.

La campana sonó y literalmente fuí salvada por esta. Luke sonrió satisfecho por su acción del día y se fue, entrando al establecimiento con sus amigos, mientras reían. Entre muecas de dolor recogí mis libros, cuadernos y lápices, abracé los libros contra mi pecho y me acerqué a ver mi bolso. Esta totalmente empapado y sucio, esta inutilizable, no puedo llevarlo así. Suspirando con pesadez agaché la mirada mirando mis pies, llegaría tarde a clases. Mis manos se aferraron con fuerza a mis materiales de estudio y con la mirada gacha, comencé a caminar dentro del establecimiento e ir a mi casillero. Metí una de mis manos en el bolsillo de mis jeans para sacar mi llave, lo abrí y guardé mis cosas dentro para posteriormente cerrarlo. 

Nadie moriría si me salto una clase.

Guardo mis manos empuñadas en el bolsillo del poleron y voy a los baños, mientras intento que la rabia e impotencia no se adueñe de mí y termine explotando en un mar de lágrimas. 

Abro la puerta y entro llevándome una no muy grata sorpresa. De pie frente al espejo se encuentra Lisa retocando su maquillaje, junto con sus amigas, Noah y Raquel. Lisa detuvo su mano dejando de pasarse el lápiz labial cuando me ve a través del espejo, una sonrisa cínica apareció en sus labios, dejó el lápiz a un lado y giró en mi dirección, mirándome fijamente. 

—Pero miren que tenemos aquí. Ya estaba comenzando a aburrirme— hizo un puchero exagerado con los labios.

Retrocedo e intento huir antes de que me hagan daño, pero queda en intento porque Noah me agarra del brazo y me empuja dentro, mientras Raquel aprovecha para ponerle seguro a la puerta, impidiendo mi huida. Un empujón más provoca que trastabillee y caiga al suelo sucio y húmedo. Jadeo ante el impacto que afecta a mis ya dañadas costillas. 

—De pie, torpe— dijo Lisa entre risas. 

Con un poco de dificultad me pongo de pie, obedeciendola. No quiero enfadarla ya que eso solo empeoraría más mi día. Bajo la mirada, evitando sus ojos burlones.

—Me das tanta lástima. ¿Sí te has visto las pintas que traes?¡Pareces pordiosera!, se que eres pobre, pero al menos robate algo decente o yo que se. 

Mantengo la mirada gacha y aprieto los dientes con fuerza. Ella tiene razón, soy un asco. 

¡No!, no dejes que sus palabras te lastimen, Micaela. 

Su mano se aferra a mi mandíbula con fuerza, sin pensarlo la aparto con fuerza. Gran error. Su mano derecha impacta con fuerza contra mi rostro, cerca de mi sien, girando mi rostro a un lado, gimo ante el ardor que me dejó en todo el lado izquierdo. Coloco mis manos sobre mi ojo que arde, mientras las lágrimas comienzan a fluir. 

— No vuelvas a ponerme las manos encima, maldita rata, ¿oíste? 

Asiento despacio sin moverme de mi sitio, suspiro acercándome y aferrándome al lavamanos con fuerza, cuando ellas abandonan el baño. 
 




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