Sálvame y te salvaré

8. Ese día

17 de enero

El día había llegado y Grace y Evan ya tenían hechas las maletas desde hacía un par de días. 

Después de unas semanas de duro entrenamiento de caras de pena, chantajes y ojitos de cordero, consiguieron convencer a sus padres de que las mejores vacaciones serían en Disney Land Paris. Los primeros días Helen y Charlie se negaron rotundamente a ese descabellado plan. Pasar las vacaciones en Brasil llamaba más la antención de los mayores, pero por una vez acabaron pensando que quizás ir a donde sus hijos les pedían no era tan malo. 

Los días antes fueron un caos total. Los niños, Evan, el cual solo tenía cinco años, y no tan niños, Leslie, que ya tenía 17, estaban alborotados. Solo pensar en que en unos días estarían en Disney los ponía nerviosos. Ella se despidió de sus amigas y de su novio, Brad, el cual juró y perjuró que la echaría demasiado de menos esas dos semanas. 

Aunque no fue así.

Evan, en cambio, no se despidió de nadie. Él odiaba las despedidas. Lo único que hizo fue darle una carta a su profesora, una en la que expresaba lo mucho que la quería. 

El 17 de enero había llegado y los dos chicos llevaban despiertos desde las cinco de la mañana. En tres horas exactas tenían que coger el vuelo que les llevaría a París y después de unas horas más de vuelo, otra de coche, estarían en el parque al que siempre habían deseado ir. 

Leslie corría de un lado a otro de la habitación buscando la bota que le faltaba mientras Evan estaba sentado en la cama de ella escondiendo la risa que estaba por salir. Él había escondido su bota destrás del váter y le encantaba ver como su hermana se desquiciaba por no encontrarla. 

-Si no me vas a ayudar a buscarla por lo menos ve a ayudar a mamá con las cosas que faltan-pidió algo molesta una Leslie que tenía su cabeza debajo de la cama.

Se levantó y vio que su hermano seguía ahí mirándola como un bobo, o eso pensó que era él.

-¿Me estás escuchando?-las manos de Leslie fueron automaticamente a descansar sobre su cintura, tal como su madre lo hacía cuando reprendía a Evan y su ceja derecha se levantó con facilidad. El pequeño sintió envidia porque él no conseguía hacer eso.

-Sí señora-dijo mientras pegaba un brinco y caía al suelo en pose de Spiderman. Segundos después salió por la puerta haciendo muecas, intentando levantar la ceja tal como su hermana y su madre.

Bajó las escaleras de dos en dos y se asombró al escuchar a su madre gritarle que si se caía y lloraba le pegaría con el bate de baseball de su padre en el culo para que tuviese por qué llorar. Él nunca supo como su madre le veía hacer esas cosas aun sin estar presente. Por eso y por más cosas ella era como su superheroína, junto con su padre. Pero en esos momentos la superheroína le superaba por goleada ya que el "superhéroe" estaba tirado en el sofá roncando. 

Evan se acercó a él y empezó a hacerle cosquillas en la barriga hasta que sintió como una mano, para él enorme, le cogía por la cintura y le levantaba hasta el cielo, según el pequeño. Hizo el avión como siempre hacía cuando jugaba con su padre en el sofá y sin querer se le cayó la baba en la cara de Charlie. Este tiró al pequeño en la otra punta del sofá y, mientras el niño reía, él pasaba la manga de su camiseta por su cara para quitar el rastro de saliva que había aterrizado ahí.

-Tuvimos que adoptar al babas...-se quejó el padre entre bromas.

-¡Eh!-gritó el pequeño mientras se le tiraba encima-. Si yo soy el babas tú eres el cacas-rió mientras tapaba su nariz con una mano y con la otra hacía como si quisiese alejar algún mal olor.

-Helen, el adoptado me ha llamado "el cacas"-se quejó Charlie como un niño pequeño-. Dile algo.

Justo en ese momento Leslie bajaba las escaleras, de dos en dos también aunque sin ser reprendida por su madre, y con las dos botas puestas. Se tiró en el sofá y después de textear algo miró a su padre.

-Evan tiene razón-dijo ella dejando el móvil encima de la mesa-. Papá, cuando sales del baño no podemos entrar hasta dos horas después, mínimo. Por cierto-hizo una pausa para causar suspense-, he encontrado la otra bota, alguien la había escondido detrás del baño-dijo acusando a su hermano con la mirada. El aludido simplemente tapó su boca para reír en silencio. Ahora no convenía enfadarla. 

-Estos niños mal educados...-se quejó su padre mientras negaba con la cabeza-. ¡Deberían volver al basurero de dónde los sacamos! 

Los dos chicos rieron y su padre les acompañó hasta que Helen llegó al comedor con las manos en jarra y la ceja levantada.

Entoces los tres se callaron y asintieron sabiendo lo que tenían que hacer cada uno. Cuando la mamá les miraba así solo significaba que les echaría a la calle si no movían el culo.

[...]



#11416 en Joven Adulto

En el texto hay: amor, liberacion

Editado: 22.05.2019

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