Salvando tu Navidad

1. Prólogo

De: Raquel

Para: Papa Noel

Asunto: Mis Navidades Perfectas

Han transcurrido tres años desde que no te escribo, realmente había perdido toda esperanza en estas fechas tan significativas por las que hoy, a pesar del tiempo, te vuelvo a redactar. 

He conocido a un chico, se llama Miguel, y aunque al principio fue una relación difícil y cargada de miedos del pasado, lo intentamos y salió bien. Él era un chico enamorado de su anterior pareja, le daba miedo querer y que le pudieran querer y yo.... Tres cuartas de lo mismo. Nos costó mantenernos al pie del cañón pero hoy puedo sentirme orgullosa de la relación que hemos creado. 

El tiene su familia, Klaus, ya sabes, como esas que te pedía año tras año por cartas. Sus padres son maravillosos, su hermano también, y aunque no he hablado mucho con ellos (por alguna extraña razón me cuesta desenvolverme) me tratan como a una más cuando estoy, procurando que me sienta lo más cómoda posible.

El primer día celebrando un cumpleaños con ellos quedé fascinada. Adornaron todo de globos, riendo, bailando y haciendo muchas fotos en las que también me incluyeron. Jugamos a la Play con su hermano, creando una competitividad nada tóxica mientras devorábamos los ganchitos y nos hinchábamos a Coca-Cola. Luego hicimos un corro después de la tarta, cantando y bailando sin dejar de reír. No fue mucho, yo lo sé, pero nunca había experimentado algo así y un calor empezó a emanar desde lo más profundo de mi ser, inundando mis ojos y calando mis mejillas. Sentí una paz inefable, ¿ese podría ser mi hogar?

Me sentía tan bien que me daba vértigo, que las cosas con Miguel se acabaran y tener que despedirme de el y de su familia a la que ahora podría considerar mía.

El pánico a posibles siempre había estado muy arraigado a mi, por lo que esta vez no sería diferente. El propio miedo me paralizaba, sin dejarme hablar o expresarme cuando ellos estaban cerca, protegiéndome como yo siempre había hecho, acostumbrada al dolor y la decepción que provocan las personas. Y aunque lo único que podía hacer era llorar, no creo que me lo tuvieran en cuenta.

Te escribo esta carta con toda la esperanza puesta en ella. No voy a pedirte explicaciones de por qué todas las anteriores madrugadas de nochebuena nunca has llegado a pisar mi salón, ni por qué todas mis navidades han sido vacías y sin emoción. 

Hoy te comento que voy a poner el árbol de Navidad, las luces y las guirnaldas, va a estar tan iluminado mi salón que lo verás como si de una estrella en el cielo se tratara. 

También que te dejaré un vaso de leche por si tienes sed y galletas de jengibre para tus renos.

Este año me he portado bien, igual que todos los anteriores. Mi deseo ya puedes imaginar cual es.

Quiero las mejores Navidades posibles. Dejar el miedo atrás y empezar a ser yo misma. Quiero disfrutar al cien por cien, reír hasta llorar y soltar de la mano al pasado, aquel que no me deja sentir que lo bueno me pertenece.

Quiero, que por una vez, todo vaya bien, sin el constante pensamiento de que en cualquier momento se puede truncar.

 

Feliz Navidad, con cariño:

Raquel.

 

Leía la carta mientras acariciaba el bigote blanquecino estilo Dalí abriendo sus ojos con sorpresa y buscando a través de la pantalla a aquella risueña chica que la había escrito. Pero en ninguno de los televisores alcanzaba a ver su persona. Descolgó el teléfono y marcó a Freyja, su mano derecha.

—Tenemos un código rojo —La oyó toser al otro lado de la línea y en su rostro se dibujó una media sonrisa, imaginando a la mujer limpiándose el suéter que debía haber quedado manchado del café caliente que acostumbraba a beber.

—Hace 40 años que no ocurre —Susurra Freyja desconcertada y con una pizca de terror en sus palabras–¿Cómo es posible?

—Eso quiero averiguar —Se levantó de su asiento y guardó la carta en su bolsillo —Aún estamos a tiempo de enmendar este error. Te espero en la sala Somnium, hay que volver a hacerlo.

Colgó el teléfono y se acercó al ventanal para sopesar las posibilidades de aquel nefasto error.

Nunca, bajo ningún concepto, debían dejar a un ser mortal sin Navidades. Su trabajo no consistía meramente en portar regalos a los niños por todo el mundo, mirando quién se había portado bien ese año y quién no. Aunque nunca esto había sido un impedimento para que pudieran disfrutar su infancia. Al final eran simples niños y merecían conocer la sensación de alegría mientras desenvolvían sus regalos, ajeno a la vida ajetreada de sus trabajadores padres. Esas fechas significaban esperanza y sueños, lo que privar a alguien de ellos, constaba una vida vacía y carente de expectativas. No podían dejar que la brecha se volviera a abrir, pues esta vez, nada la detendría de absorber todo lo bueno de los dos mundos.

Pensó en la remitente, y en como su fuerza de voluntad aún la creía capaz de cumplir sus deseos más internos aunque nunca se le hubiesen sido concedidos.

Tenía que arreglarlo como fuese, y se encargaría personalmente de ello, como hizo justo por esas fechas, hace más de 40 años.

Guardó su pluma en el abrigo rojo junto al domo de nieve y salió del despacho mientras un nudo se le incrustaba en la boca del estómago.

¿Podría dar sentido a la Navidad de la joven o todo sería en vano?



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En el texto hay: cartas navideñas

Editado: 23.12.2023

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