Salvando tu Navidad

4. Amor procesado

Klaus se dedicó esa mañana a pasear por la ciudad para dejar a Raquel y a Miguel solos en su intimidad, tampoco podía estar pendiente de ella las 24 horas del día. Su aspecto era más jovial, sin las arrugas, sin el pelo canoso y la barba espesa y blanca que lo caracterizaba. Para caminar entre mortales, debía convertirse en uno.

Dió una vuelta por el centro comercial cercano, en el cual, familias enteras entraban en las tiendas portando bolsas con regalos y una sonrisa cálida en los rostros. Ver la felicidad titilante en las miradas de cada uno le hizo recordar cuan importante era su trabajo para ellos y un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Se metió en uno de los baños públicos y cerró con pestillo, sacando el domo de nieve y visualizando a Freyja.

—Sabes que no te llamaría si no fuera importante —pronunció en voz baja mientras observaba a la mujer con esa expresión juzgante que tanto la caracterizaba —. Necesito que me des toda la información posible de Alfredo Gutiérrez, el padre de Raquel.

Después de esto se dedicó a comentar todo lo que había descubierto desde el hallazgo de la remitente y en como el padre había opacado e intervenido para que a Raquel no se le concedieran los deseos.

Una cosa era que por propia voluntad dejaras de creer, si obligabas a tú corazón a no tener esperanza, tú nombre se borraba automáticamente del fichero, pues no había nada que el mundo de Rovaniemi pudiera hacer. Pero ningún mortal, directa o indirectamente debía influir en los sueños y creencias de otro. Si un humano los tenía y no se concedían (a excepciones como la muerte, el hurto o la nigromancia entre otros), los dos universos peligraban, colgando de un hilo muy fino, condenados a convertirse en copos de nieve, alterando a toda especie existente en ellos.

—La brecha lleva desde el nacimiento de Raquel abierta —mientras pronunciaba estas palabras le hizo un gesto de silencio a Freyja para que actuara normal y no se alterara, no quería crear el caos y el pánico en el reino mágico —. La buena noticia es que no puede alimentarse, pues ella sigue teniendo esperanza en su corazón. Según el pronóstico —sacó la pluma de su bolsillo, escribiendo en una letra plateada en el aire una serie de números —. Esta es la última Navidad para enmendar el error catastrófico.

Siguió contando los detalles, sobre la persona que era Raquel y la suerte que tenía de tener a alguien como Miguel a su vera. El sólo tendría que ocuparse de conocer a todos los que la rodeaban, sin incluir a su padre, el cual vivía en una ciudad costera, y cercionarse de que esas festividades fueran las mejores que hubiera pasado la muchacha, haciendo que recuperara la felicidad ahora fingida y su corazón volviera a sentirse pleno.

Cuando finalizó la trasmisión del domo, lo volvió a colocar en su bolsillo, continuando su paseo a través de la alegría navideña que lo mantenía vivo. 

Freyja estaba aterrada mientras daba indicaciones a los duendes para que colocaran bien las direcciones y nombres en cada paquete, los cuales se iban introduciendo en el saco mágico sin fondo de Papa Noel.

Y aunque intentó tranquilizarse dando de beber a los renos y acarició la nariz rojiza de Rudolph, un sentimiento de incertidumbre se hospedó en lo más profundo de su ser. Sin Klaus en Rovaniemi la magia era tenue, sin chispa, y todos ellos se devilitaban. No era un gran problema cuando viajaba en nochebuena para alegrar y colorear los hogares con su presencia, al fin y al cabo era una única noche, apenas perceptible pues cada criatura descansaba profundamente después de todo un año de preparativos. 

Hacía 40 años todo era muy diferente, cuando la señora Klaus aún estaba entre ellos y la ausencia de Papa Noel no era notoria, ya que ella estaba allí, resplandeciente de magia y amor propiciando una vitalidad que durante tantas décadas no habían vuelto a sentir. La señora Noel era la mitad de la magia del reino y con la presencia de los dos, la calidez era tan grande, que la nieve no congelaba.

El reino estaba de luto, y aunque seguían haciendo lo que tenían que hacer, la incertidumbre y el temor de lo acontecido se dibujaba en los rostros demacrados de los habitantes. Pero como bien sabían todos, la esperanza era lo último que se perdía, y como mantra de Rovaniemi y sendero de luz en sus caminos, albergaban con optimismo la promesa de Klaus, el cual, siempre, arreglabla todo infortuno.

 



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En el texto hay: cartas navideñas

Editado: 23.12.2023

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