El ocaso es simplemente hermoso, dando el toque especial para un día especial. La luz entra por el majestuoso vitral de la Abadía, las hermosas flores silvestres blancas y lilas adornan el pasillo y cada rincón dentro y fuera del lugar. Conchas y caracoles marinos complementan los adornos florales. Parece el bosque de las hadas combinado con la magia del mar.
— Respira mi niña, no dejes de hacerlo —. Hago exactamente lo que mi padre me ha recomendado, honestamente no sabía que estaba conteniendo la respiración hasta ese preciso momento —. Respira o te pondrás azul, y tu madre, bendita mujer, me matará porque no combinará con tu vestido. —Sus palabras me roban la primera sonrisa que no me hace querer gritar por lo nerviosa que me encuentro el día de hoy.
— Respirar, sí, respirar es fácil.
— Algo básico, ya sabes.
Vuelvo a sonreír mientras lucho con las tremendas ansias que siguen creciendo de a poco en mi interior. Se supone que hoy es un día para celebrar, y estoy segura de que eso es exactamente lo que voy a hacer, pero no puedo evitar sentirme nerviosa, un poquito asustada, pero por sobre todas las cosas, entusiasmada.
El clima ha dado tregua y nos regala un día precioso. Mi cabello por una vez en mi existencia se está comportando decentemente, generalmente es una mata de rizos castaños incontrolables, el día de hoy cae en ondas suaves hasta mi cintura. La delicada brisa marina acaricia mi piel, la cual también ha decidido por primera vez en mi vida darme el regalo divino de la ausencia del acné. Mis ojos marrones ausentes de la irritación típica que me causa el maquillaje, que rara vez utilizo.
Peinado perfecto, ¡listo!
Piel perfecta, ¡listo!
Labios hidratados, ¡listo!
Vientre sin inflamación, ¡listo!
Ausencia de hambre, sueño o sed, ¡listo!
El vestido de seda blanca de corte imperio sin tirantes que llevo puesto se encuentra impecable, los zapatos que estoy utilizando son comodísimos, y eso es mucho decir ya que yo detesto usar tacones, aunque estos además de monísimos, son como caminar sobre algodón.
Todo, absolutamente todo es sencillamente perfecto.
La suave música proveniente de una arpista comienza a sonar dentro de la Abadía, las mariposas en mi estómago se han vuelto completamente locas, convirtiéndose en una estampida de elefantes, y es entonces cuando mi padre se convierte en la fuerza que necesito para comenzar a caminar hacia el altar y no entrar corriendo como desquiciada.
— No olvides respirar.
— Respirar, respirar.
— Detesto el esmoquin —sonrío de nuevo, sé del esfuerzo que está haciendo para llevar "semejante" prenda ostentosa.
— Te ves muy bien, papá.
Mi padre, un hombre alto y fornido, moreno, como yo, con una mata de cabellos rizados castaños, y varias canas salpicando por todos lados. Su cabello igual de indomable que el mío. Mis tías siempre han dicho que soy su viva imagen. Mi madre lo ha obligado a dejar su barba de lado, únicamente por esta ocasión, algo que ella celebró con un pequeño baile del triunfo está misma mañana.
Él se encuentra a mi lado, dándome apretones suaves en el brazo para que no me olvide de respirar, para que no olvide que él está a mi lado a cada paso del camino.
Mi sonrisa es enorme. Nunca creí que esté día llegaría, y ahora me encuentro caminando directamente hacia el hombre que poco a poco ha ganado mi corazón. Nuestro amor no fue instantáneo, fue cosa de tiempo, mucho tiempo. Hoy él está allí, de pie, con su esmoquin gris oxford luciendo guapísimo. Todavía recuerdo el pequeño gran desacuerdo con su padre por la elección de color.
— ¡El negro es clásico! ¡¿Cómo es que no usarás algo clásico y elegante el día de tu boda Gabriel?! —la vena de la frente del padre de Gabe estuvo a punto de reventar ese día.
— Porque es un día especial, papá, no un funeral, y voy a usar un esmoquin, no una botarga de colores.
— ¡Por el amor de Dios! —noté que la vena en su frente estaba cada vez más grande, y palpitante —. Yo fui a mi boda de negro.
— Elección tuya, no voy a ir de negro, así que córtala.
— ¡Marissa! —Elevó dramáticamente las manos en el aire—. ¡Tu hijo va a hacer que se me reviente un aneurisma que hoy lleva su nombre!
Discutieron durante otra hora, al final Gabe hizo lo que él deseaba, así que allí estaba, majestuoso como siempre, desafiando totalmente a su padre con una barba corta y bien arreglada.
Grandes ojos color esmeralda me devuelven la mirada, su hermosa sonrisa despierta la mía, y sus sexys hoyuelos hacen aparición. Suspiro porque un grito de emoción amenaza con salir. —Se me va a salir el corazón del pecho—. Finalmente, después de todo por lo que pasamos, aquí estamos, a punto de comenzar una nueva historia, juntos.
En la parte baja del altar se encuentra su hermano Nathan como su padrino, con un esmoquin negro, de mi lado, mi mejor amiga Ekaterina, Terin, como yo la llamo, lleva un vestido color vino de estilo griego. La imagen de ellos dos me lleva a un montón de recuerdos, recuerdos del largo camino que hemos recorrido.
Un suave apretón en mi brazo me trae de vuelta a la realidad, giro para ver a mi padre, lágrimas sin derramar empañan sus ojos, una sonrisa llena de amor y esperanza hace que tenga que tragar el nudo que se ha formado en mi garganta. Gesticula un te quiero que yo le devuelvo, y entonces llegamos a donde todo dará inicio.
Nos detenemos ante el altar, Gabe desciende por los cortos escalones, mi padre gira hacia él y asiente, Gabe extiende su mano temblorosa, yo la tomo con suavidad, mi padre las une rodeándolas entre las suyas.
— Te confío a uno de mis mayores tesoros, Gabriel, porque has demostrado ser digno de ella —su voz ha sonado ahogada. Toma aire dejando su mirada en Gabe —. Por favor, cuídala mejor de lo que yo lo hice.
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Editado: 13.09.2021