Samhain

Crueldad

 

En la Inglaterra del siglo VI, cuando los hombres aún no habían perdido del todo el contacto con sus verdaderos orígenes, cuando aún le rendían culto a la madre naturaleza y a todas sus criaturas. Cuando aún convivían en paz, mortales, elementales y criaturas mágicas. Tuvo lugar un suceso que, por su naturaleza terrorífica, aún hoy se recuerda.

Sarah era una hechicera muy joven y hermosa, era la hija menor y tenía cinco hermanos. Todos en el pequeño poblado la apreciaban mucho, porque a diferencia de sus hermanos que eran magos poderosos y en ocasiones bastante arrogantes, Sarah era dulce y siempre estaba dispuesta a ayudar a todos.

Tenía un pretendiente de origen francés de nombre Jean Pierre, y aunque sus padres no lo apreciaban mucho por no ser mago, Sarah le tenía mucho afecto. Habían crecido juntos y primero habían sido muy buenos amigos.

Unos días antes de la celebración de Samhain, la fiesta pagana que daba inicio a la mitad oscura del año celta, llegó al pueblo un inesperado visitante. Cuando Sarah conoció al apuesto y joven forastero, la chica sucumbió a su encanto y a sus buenas maneras, de modo que la noche de Samhain, después de la celebración, aceptó salir a dar un paseo con él a pesar de las ruidosas protestas de sus hermanos y a la advertencia de Jean Pierre en cuanto a que aquel individuo no parecía una buena persona.

-       Lo siento, se me hizo tarde – dijo la chica, con las mejillas sonrosadas por la carrera  

 

-       No te preocupes, es temprano aún.

 

-       ¿Y qué es lo que me quieres mostrar? – preguntó emocionada

 

-       Algo que solo se ve bien a la luz de las estrellas – contestó él

 

-       ¡Oh, recordaste que me gusta ver las estrellas! – exclamó – Estoy tan…

Pero nunca se enteraría de que iba a decir, porque en ese momento, cayó desmayada en sus brazos. Un hombre salió de entre las sombras, y se acercó a ellos.

-       Démonos prisa – le dijo

 

-       Bien, pero no supondrás que yo voy a llevar esto – se quejó el otro señalando el cuerpo inerte de la chica.

El hombre sintió una inmensa ira por aquel imberbe que se creía amo y señor del universo, pero por el momento no le convenía perder el tiempo discutiendo. Si bien era cierto que aquella parte había resultado demasiado fácil, aún se encontraban en un lugar donde podían ser vistos. Así que tomó el cuerpo de la chica y se alejaron rápidamente de allí. Una vez alcanzado el bosque, disminuyeron un poco la velocidad, pero siguieron avanzando a buen paso. Caminaron en silencio durante todo el trayecto, el joven sentía tanto desprecio por el hombre como éste por él. Sin embargo, las órdenes no se discutían y si tenían que trabajar juntos lo harían por muy desagradable que les resultase. Disminuyeron el paso en cuanto comenzaron a sentir el olor a hierbas en el aire. Unos minutos después, entraban en el escenario.

Era un amplio claro en cuyo centro se alzaba un Dolmen inmenso que a su vez tenía en su centro una enorme piedra, lo que sugería que sería usado como Ara, y en la periferia había sido trazado un círculo con una sustancia que parecía alquitrán. Unas hogueras encendidas en cuatro puntos distintos, eran las que iluminaban el lugar y el aire olía a Artemisa, Menta y Salvia.

Había en el lugar varios hombres y mujeres que vestían largas túnicas negras y todos llevaban máscaras plateadas. Otro accesorio que parecían llevar todos, eran unas piedras negras de Obsidiana engarzadas en anillos de oro. Estaban dispuestos alrededor del círculo, en actitud expectante.

-       Sean bienvenidos, Venec y Ael – dijo la voz de un hombre enmascarado

-       Erus – saludaron los recién llegados, postrándose ante el enmascarado, después de depositar el cuerpo de la chica un poco más allá

-       Levántense, han cumplido adecuadamente con su misión. Ocupen su lugar.

Se colocaron las túnicas, las máscaras que les fueron entregadas y ocuparon sus lugares en el círculo. La ceremonia estaba por dar inicio.

Unos metros más allá, se veía la figura inerme de un hombre junto a quien había sido dejado el cuerpo de la chica y por el momento parecían haberse olvidado de ellos.

El enmascarado al que habían llamado Erus, se colocó en el centro y se dirigió a la concurrencia.

-       Estamos reunidos aquí esta noche, en el mes de Samonios, para dar inicio a la mitad oscura del año. Hoy, día de Samhain, nosotros, a quienes les han sido confiadas las llaves, para abrir las puertas del Sidh, para que se fundan las dos dimensiones, la de los vivos y la de los muertos, celebraremos como en la antigua Tara y ofreceremos los sacrificios requeridos por la divina Morrigan.

 

En este punto se detuvo, miró al cielo y luego volvió su mirada a los individuos que lo rodeaban.

-       Tráiganlos – ordenó

 

Dos de los enmascarados se acercaron a los cuerpos y alzándolos nuevamente, los transportaron hacia el centro. La chica fue colocada en el centro del Dolmen y el hombre al lado de éste. Le entregaron una daga de plata a Erus antes de volverse al hombre que habían dejado en el suelo y estirar la mano con evidente intención de despertarlo.



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Editado: 18.10.2022

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