Sabella dejó a Hugo viendo la televisión en el salón comedor y caminó hacia la puerta principal para irse, encontrándose con Antonio que dejó al entrar su cartera en el suelo.
— Siento la tardanza. — Se disculpó Antonio.
Sabella sonrió y negó, había estado bien pasar un rato con Hugo y tener la cabeza lejos de la mansión del Ceo.
— Hugo es como un niño, aún no me explico cómo puede ser profesor. — Habló Sabella, evitando reírse cuando Hugo apareció en el umbral del recibidor.
— ¿Hablando mal de mí? — Bramó Hugo y arrugó su nariz.
Antonio se acercó y lo abrazó, lo que hizo que Hugo se aferrara a su cuello quejándose por su tardanza.
— Ahora que tu amor se encuentra aquí, me iré. — Se despidió Sabella y Hugo que siguió enganchado al cuello de Antonio, le dijo adiós con la mano.
— Ten cuidado. — Le dijo Antonio.
Sabella asintió, cogiendo su chaqueta de un perchero y mirando a sus amigos, especialmente a Hugo que buscaba la constante atención de su prometido.
Sabella regresó a la mansión del Ceo con la comida que había comprado para almorzar y se encontró con Samuel que la abrazó, hundiendo la cara entre sus piernas.
— ¿Dónde has estado? — Preguntó Sam, levantando la cabeza y mirando a su mamá con añoranza.
— ¿He tardado? — Le preguntó Sabella, poniendo una mano en la cabeza de su hijo y frotándole el cabello con amor.
Sam le asintió varias veces y Sabella sonrió, descubriendo que Steven los miraba desde un umbral.
— Bienvenida. — Habló Steven, levantando su mano abierta a modo de saludo.
Sabella asintió y bajó la mirada hasta su hijo.
— ¿Tienes hambre, Sam? — Le preguntó Sabella y Samuel asintió, corriendo hacia Steven para agarrar su mano.
— Papá también tiene hambre. — Dijo Sam, contento por tener a sus dos padres con él, por ser como los demás niños del colegio.
Steven se inclinó hacia su hijo y le asintió, sonriendo luego los dos, siendo tan parecidos que a Sabella le resultaba imposible negar que efectivamente, Steven, el soltero de oro que toda madre querría para su hija, era el padre de Samuel.
Sabella sonrió viendo a Samuel comer del pollo frito que compró y observó cómo por el contrario, el Ceo dudaba en comerlo.
— No es necesario que comas. — Lo libró Sabella de hacerlo. — Lo he traído porque a Sam le gusta mucho el pollo frito.
Steven la miró, dejando un pedazo de pollo en su plato y echándose hacia atrás en la silla para cruzar las piernas.
— Madre de Samuel, me gustaría hablar contigo ahora que tengo un poco de tiempo libre. — Le comentó Steven, mostrando una sonrisa en su rostro.
— Me parece bien. — Accedió Sabella y miró a Sam que los miraba. — Quédate aquí con Dorotea, regreso enseguida.
Samuel puso una mueca, pero sus ojos se iluminaron cuando recibió de su mamá otra porción de pollo frito.
Los dos se levantaron y Steven frotó el cabello de su hijo antes de caminar delante de Sabella para guiarla hasta su taller.
En el taller, Sabella observó una sábana de color carmesí cubriendo el vestido de novia y miró a Steven cuando le ofreció asiento en un sofá que ocupaba una esquina del taller.
Sabella caminó hasta allí, sentándose en el sofá mientras que Steven lo hizo en un sillón.
— Madre de Samuel, sé que no le gusto por lo descarado que fui al elegirla como la madre de mi hijo. — Habló Steven y Sabella sonrió al instante.
— Está equivocado. Samuel es hijo mío, no suyo. — Lo corrigió Sabella. — Yo hice bien las cosas para ser madre, es usted quien no lo hizo, quien puede meterse en un grave problema. Lo siento, pero no voy a permitirle quitarme lo que es mío solo por tener dinero y ser el heredero de su familia. — Nada más terminó de hablar, Steven sonrió y se lanzó casi sobre ella, aferrando sus manos.
— Eso es lo que me enorgullece de la madre de mi hijo. — Le dijo Steven, acercando su rostro al de ella. — Aunque no nos guste, Samuel será el heredero de la familia Romano, pero… Saber que su madre lo defenderá de esos descarados que creen poder obtener todo lo que quieren, me hace ser muy feliz.
Sabella soltó sus manos de Steven, no podía creer que acusara a su familia de hacer justo lo que él había hecho con ella, se inmiscuyo en su vida y puso a su hijo en el centro de un huracán.
— Es mejor volver con Sam. — Sabella se levantó para irse, pero fue detenida por Steven que agarró de nuevo sus manos y se levantó.
— ¿Por qué tanta prisa, madre de Sam? — Le preguntó, mirándola a los ojos y besando después una de sus manos.
Sabella tragó saliva, el corazón le latía rápido, más rápido de lo que nunca lo había hecho y hasta podía sentir que le dolía.
— Dejemos así las cosas, señor Steven. — Contestó finalmente Sabella, soltando sus manos una vez más, lo que hizo sonreír a Steven dulcemente.
— Podrías llamarme padre de Sam, ya dije que sería una forma cariñosa de llamarnos. — Le pidió Steven, apartando del rostro de Sabella unos cabellos. — Será bueno para Samuel que sus padres se traten bien.
— Nunca lo llamaré así. — Respondió Sabella al tiempo que le golpeó la mano. — Y recuerde, Sam tiene el apellido Leone, no el apellido Romano.
Steven la agarró del mentón y se inclinó besándola en sus labios, lo que provocó que Sabella lo apartara de ella y bufara enojada.
¿Cómo se atrevía a besarla? ¿Cómo se atrevía a jugar con ella y su pequeño Sam?