Sabella arropó a Samuel que dormía abrazado a su oso de peluche y no pudo evitar sonreír, recordando después el beso que Steven le robó.
Recordó también las palabras que dijo, tachó a su propia familia de descarados que creen poder obtener todo lo que desean.
Sabella salió del dormitorio de su hijo y cerrando la puerta a su espalda, dio un profundo suspiro.
— He terminado de la forma que menos quería. — Se dijo Sabella y caminó hasta su dormitorio, encontrándose con Steven de frente en el pasillo.
— ¿Todavía estás levantada? — Le preguntó Steven, agarrándola de un brazo cuando Sabella lo ignoró para continuar caminando. — Podría pedirte disculpas por lo de antes, pero sería arrepentirme de haberte besado y no lo hago.
Sabella lo miró, soltando su brazo y proponiéndole.
— ¿Te apetece tomar algo? — Steven se sorprendió, pero dibujó una sonrisa en sus labios y asintió. — Entonces bajamos.
Steven asintió nuevamente y extendió su brazo para indicarle que la seguiría.
Los dos se acomodaron en la alfombra de una de las estancias de la mansión y se sirvieron unos chupitos de sake, haciendo chocar sus vasos antes de beberse el sake de un solo trago.
Sabella puso mala cara y Steven sonrió, cogiendo la botella para rellenar los vasos.
— ¿Cómo es tu familia? — Le preguntó Steven dejando la botella y agarrando su vaso. — ¿Tienes hermanos?
Sabella cogió una patata frita de una bolsa y la llevó a su boca.
— ¿Mi familia? — Repitió Sabella la pregunta de Steven. — Tengo dos hermanos, uno de ellos tiene una Hacienda y se dedica a la crianza de caballos de carreras.
Steven asintió y se bebió el sake de su vaso como si fuera agua.
— Ya veo… ¿Y tu otro hermano? — Se interesó, aunque ya conocía el número de hermanos que tenía, a que se dedicaban ellos y con quienes estaban casados. Los investigó con antelación, ya que serían la familia de su hijo.
— Mi hermana está casada con un banquero millonario. — Respondió Sabella, mientras cogió su vaso de sake y miró a Steven. — No es interesante, ella no hace nada, solo se gasta el dinero de su marido.
— El sueño de cualquier mujer. — Bromeó Steven, viéndola beberse el sake y hacer una mueca al tragarlo. — ¿No te gustaría estar como ella? ¿Criar a Sam sin ninguna preocupación?
Sabella soltó el vaso en la alfombra y miró a Steven a los ojos.
— Yo ya estoy criando a mi hijo sin ninguna preocupación, no necesito la ayuda de un hombre.
— ¿Ni de mí, que soy su padre? — Preguntó Steven queriendo escuchar su respuesta. Sabella se rió y se inclinó hacía él para mirarlo más cerca.
— No, tampoco necesito tu ayuda. — Pronunció y se incorporó, cogiendo la botella de sake para llenar su vaso. — ¿Ahora por qué no me hablas de la familia? ¿A qué clase de personas se tendrá que enfrentar Samuel?
— Solo son millonarios ambiciosos, no tengo nada más que decir de ellos. — Steven se llevó las manos a la cabeza, echándose el cabello hacia atrás y Sabella se quedó mirándolo, sin tan terribles eran, entonces, ¿cómo tuvo el valor de hacer lo que hizo… ? ¿Acaso creía que un hijo era un juguete?
— Todas las familias tienen sus cosas malas y sus cosas buenas, así que no te preocupes. — Habló Sabella, intentando mostrar tranquilidad en sus palabras y en su voz.
Steven asintió y Sabella extendió un brazo para poner su mano en el rostro del padre de su hijo.
— Podríamos ser una buena pareja. — Dijo Steven mirándola fijamente y Sabella apartó su mano.
— No te confundas, señor Ceo. — Respondió Sabella y cogió su vaso para tomar del licor.
Steven sonrió al verla poner de nuevo una mueca por el sabor del sake en su boca… Le gustaba la madre de su hijo.
Sabella se tumbó en la cama de su dormitorio y se quedó mirando el techo, sentía que su cabeza le ardía por la bebida que acababa de consumir.
— Su familia podría quitarme a Samuel si se lo proponen. — Suspiró Sabella, tumbándose sobre un costado y ahogando un gruñido de enfado. — No puedo permitir que eso suceda. — Se dijo y se incorporó, para poder levantarse de la cama y caminar hacia la puerta.
Cuando abrió la puerta del dormitorio de Sam, lo encontró igual a como lo dejó, plácidamente dormido junto a su oso.
Sabella encajó la puerta y se acercó a la cama para acariciar el cabello de su hijo, con la luz de la luna su color rubio brillaba como oro.
— Mamá. — Habló Samuel que se despertó y agarró la mano de su mamá. — ¿Dormirás conmigo?
— Samuel, mamá no sabe qué debe hacer. — Lamentó Sabella, tumbándose junto a su hijo en la cama. — No sé si es correcto que estemos aquí.
Samuel se incorporó con las manos en la cama y acercó su cara a la de su mamá.
— Samuel está feliz porque tiene una mamá y un papá. — Habló Sam con una sonrisa.
Sabella sonrió a su hijo y le frotó el cabello.
— Me gustaría ser tan optimista como lo eres tú. — Comentó Sabella. — Si mi pequeño Sam se encuentra feliz, entonces no tenemos nada más que pensar.
— Mamá, no estés triste. — Le dijo Samuel que la abrazó y Sabella lo abrazó también.
— Sam… — Susurró Sabella, temerosa de lo que pudiera pasar, temerosa de tomar la decisión incorrecta y que unos extraños con dinero y poder le quitaran a su hijo.