Samuel El Hijo De Un Ceo

12. El Asistente Del Señor Ceo.

Sabella ayudó a su hijo a acomodarse en una de las sillas de la mesa de la cocina, acariciando después su cabello. 

 

— ¿Y papá? — Preguntó Samuel mirando a su mamá. 

 

— Señorito Sam, el señor Steven se está preparando para ir a la empresa. — Respondió Dorotea, poniendo sobre la mesa un plato con tostadas y dedicando al pequeño una sonrisa. 

Samuel miró a su mamá y la señaló con su dedo índice. 

 

— Tienes que ser amable con papá. — Le indicó Sam a su mamá.

Dorotea se rió por las palabras del miembro más joven de la mansión, mientras que Sabella que servía un vaso de leche a su hijo, no supo que debía responder.

El timbre de la puerta retumbó por toda la mansión. 

 

— Desayuna, Sam. — Le dijo Sabella a su hijo, dejando la jarra de leche en la mesa y dirigiéndose después a Dorotea. — Yo abriré la puerta.

 

— Seguramente será el nuevo asistente de mi niño Steven. — Habló Dorotea, dándole a Samuel una tostada con queso y mermelada de fresa. 

Sabella salió de la cocina y caminó hasta la entrada principal de la mansión, donde nada más abrir la puerta se encontró con Antonio vestido con un elegante traje de chaqueta gris. 

Sabella se quedó sorprendida. 

 

— ¿Qué haces aquí? — Le preguntó y Antonio levantó su mano en forma de saludo. 

 

— ¡Tío Antonio! — Gritó Samuel, que apareció de repente queriendo ser abrazado por su tío favorito. Llevaba las manos sucias de queso y mermelada y fue agarrado por Sabella del uniforme de la guardería, Sam miró a su mamá con los ojos desencajados. 

 

— ¿No has visto tus manos sucias? podrías manchar a tu tío. — Le regañó Sabella y Samuel puso una mueca, mirando después a su tío Antonio para buscar su aprobación. 

 

— Mi amado Sam. — Pronunció Antonio que no podía rechazar el afecto de su sobrino, así que se quitó la chaqueta y se la extendió doblada a la mamá de Sam. Sabella la cogió de mala gana, dejando a su hijo libre para verlo correr y abrazar a su tío. — ¿Me has echado de menos? — Le preguntó Antonio cargando con él y Sam asintió. 

 

— No le creas. — Habló Sabella y Samuel clavó sus hermosos ojos en su madre. — ¿Estoy mintiendo? Lo único que tienes en boca es la palabra papá. 

Samuel arrugó la nariz intentando ser serio, mientras que Antonio intentó no reírse. 

 

— Buenos días. — Saludó Steven que bajó las escaleras acompañado de su secretaria.

Sabella dirigió su mirada hasta él y al verlo vestido con un traje negro, recordó las veces que se cruzó con él en la empresa, siempre elegante y serio, dando a entender que él era el más importante. 

Antonio dejó en el suelo a su sobrino y se inclinó frente a su nuevo jefe. 

 

— Buenos días, Señor Steven. — Dijo Antonio con respeto. 

Samuel corrió hacia su padre, pero una vez más Sabella lo detuvo cogiéndolo del uniforme de la guardería. 

 

— Primero pídele a Dorotea que te ayude a lavarte las manos. — Le habló Sabella seria y Samuel puso una mueca de disgusto. 

Sabella observó entonces el traje de Steven, era de buenos materiales, hecho a medida y de diseño exclusivo. Ni muerta dejaría que su hijo le pusiera una mano encima. 

 

— No importa. — Dijo Steven y se agachó extendiendo sus manos hacia su hijo. 

Samuel quiso ir, pero miró inseguro a su madre que permanecían seria. 

 

— Me lavaré las manos. — Prefirió Samuel y corrió hacia la cocina, dejando a su padre con los brazos extendidos. 

Steven clavó con reproche sus ojos azules en Sabella. 

 

— Antonio, ¿podrías acompañarme a la sala? Me gustaría ponerte al día sobre algunos temas antes de mis vacaciones. — Preguntó entonces Martha al nuevo asistente de su jefe.

 

— Claro, señora Martha. — Contestó Antonio, que recuperó su chaqueta de las manos de Sabella. 

 

— Suerte. — Le deseó Sabella, intentando actuar como si no pasara nada, pero sabiendo que la mirada de Steven estaba sobre ella de forma insistente. 

Antonio caminó detrás de Martha, quien sonreía aliviada de descansar pronto del señor Steven. 

 

— Quería recibir los buenos días de mi hijo. — Le reprochó Steven a Sabella tan pronto se quedaron solos. 

 

— No actúes como un niño. — Contestó Sabella, que se acercó a él y lo agarró de las solapas del traje. — Sabes cuánto mancha un niño, no pienso dejar que Samuel toque un traje tan caro. 

Steven arrugó el entrecejo y se soltó de ella. 

 

— ¿De verdad te importa algo tan insignificante? Es solo un traje. — Gruñó Steven, colocándose bien la chaqueta. 

Sabella elevó una ceja al darse cuenta que para Steven el dinero que invirtió en ese traje no era tanto. 

 

— ¡Papá! — Gritó Sam que se acercó corriendo y Steven lo cargó en sus brazos. 

Sabella suspiró, observando como Samuel abrazó con fuerza a su papá y como Steven lo correspondió frotando sus mejillas. Se parecían demasiado… Ni siquiera necesitaba una prueba de paternidad para ver que realmente ellos dos eran padre e hijo. 

 

 

Sentado en el sofá de su apartamento y con la pierna escayolada, Hugo se rió a carcajada de lo que Sabella le contó. 

 

— Deja de reírte. — Le dijo Sabella seria y dio después un profundo suspiro. — Siendo un hombre adulto se comporta como si tuviera la edad de Sam. 

Hugo dejó de reírse y extendió su dedo índice derecho hacia su amiga. 

 

— Es tu gran oportunidad, Sabella, haz todo lo posible para atrapar a ese hombre y tenerlo en tu mano. — La aleccionó Hugo, asintiendo a sus propias palabras. — Que Steven Romano se enamore de ti es lo mejor que podía pasar. 

 

— No necesito que se enamore de mí. ¿Me has visto acaso con cara de necesitarlo? — Preguntó enojada Sabella y Hugo asintió por varías veces. 



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En el texto hay: familia, romance, millonario

Editado: 27.05.2022

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