Después de haber dado un grito que se escuchó en toda la finca en la que nos alojábamos, me quedé mudo delante de los chicos y mi cuerpo dejó de responder por completo a excepción de mi mano derecha, pues con ella estaba cubriendo mi boca mientras observaba un montón de sangre escurrir por todas partes. Con la música de fondo en un volumen bastante alto y, adicional a ello, ebrios y más que drogados, estábamos atónitos y confundidos, yo no podía razonar mucho pues tenía la cabeza dándome miles de vueltas, tal parecía que habíamos bebido demasiado. Todo en ese instante fue demasiado frágil y nadie sabía lo que estaba sucediendo, pasó más de media hora y la policía no tardó en llegar. El ruido de las sirenas se intensificó hasta que los coches se hicieron enfrente de la finca, las luces rojas y azules destellaban por entre las ventanas y me sentía nada más y nada menos que en un allanamiento. En un abrir y cerrar de ojos, la casa se llenó de agentes de uniforme que se dividieron y empezaron a registrar la vivienda de forma sistemática, algunos llevaban guantes de látex y un equipo especializado para recoger pruebas. Mientras todo ocurría, un aire de irrealidad parecía impregnar todo lo que aconteció después. La acogedora finca en que tanto nos divertimos se había convertido en la escena de un crimen…