Todo indicó que dicho hombre había percibido mis dudas, pues se acercó justo a mí y se presentó como el investigador “Godoy”, tomó asiento en uno de los sillones que había frente a mí y noté que estábamos a puntos de compartir algunas palabras. Entendí que íbamos a tener una larga conversación donde debía jugar con mi mente y ser lo más astuto posible para no caer en nada sutil, y mucho menos directo que de alguna forma pudiese perjudicarme. Y como si no fuera suficiente, para confirmar que aquella salida había resultado del todo mal, afuera comenzaba a llover a cantaros y en el cielo se formaban cada vez más nubes grises, densas y muy grandes, sin duda alguna, estábamos entre lo que quisimos que fuese aquel paseo y lo que terminó siendo en realidad. El interrogatorio inició, habían cuestionado a uno por uno hasta que llegó mi turno, y ¡oh sorpresa! No supe cómo reaccionar. — ¿Qué hace usted aquí? —Preguntó Godoy de manera parca. —Pasando el rato con mis amigos —respondí. — ¿Y qué estaban haciendo? ¿Tomando alcohol? —Sí, tomamos un poco, vinimos aquí con la intención de compartir y pasarla bien —dije intentando no sonar nada nervioso.
— ¿Y quién de ustedes llevaba la droga con la que se traficó? En ese preciso momento un par de lágrimas salieron de mis ojos y fue inevitable para mí no entrar en llanto; no supe qué ni cómo responder, ya había pensado las posibles preguntas y cómo responderlas de tal manera que mis nervios no se evidenciaran, bastó con esa cuestión para que mi cuerpo se congelara y no pudiese moverme en absoluto. No pude seguir concentrándome en Godoy ni mucho menos en toda la conversación que estábamos teniendo. —Te muestras alterado y es comprensible, estas sometido a mucha presión —me dijo mientras me miraba fijamente a los ojos. Sin embargo, él no sabía que desde niño había sufrido mucho del sistema nervioso, cualquier pequeño detalle, por más inútil que fuera, terminaba por alborotar todo mi ser, era algo que nunca supe controlar. Me encontraba temblando y no podía dejar de hacerlo, podría haber sido el frío que había despertado la turbulenta lluvia, los nervios, el miedo, la angustia que produce el estar ante una situación que no sabes cómo manejar… Había demasiados motivos en aquel momento por el cual mi cuerpo tiritaba una y otra vez.