San Bernanrdo, Un Misterio DetrÁs De Los Amigos

VIAJERO HABITUAL

—A la mayoría los conocí en una tarde de paseo, el calor que irradiaba el sol aquel día terminó esfumándose y comenzaba a hacer frío por lo que el aire helado no tardó en consumirnos a todos... Y fue ahí donde llegaron ustedes, es mucho o poco lo que ha logrado obtener, ¿no? —Prosiga… No tuve otra opción que contarle todo lo que “sabía” y “recordaba”. El chico era bello, y sus facciones llamaban la atención, podría haber sido un viajero habitual u ocasional al que le gustaba andar, rodar sin parar. Mis amigos y yo habíamos estado intranquilos durante el fin de semana, quisimos hacer mucho, pero en realidad fue muy poco. El joven aquel se alejó de nosotros y yo sólo me acerqué a ver hacia donde se dirigía, se fue a unos cuantos metros de donde estábamos, se hizo en una hamaca como si estuviese esperando a alguien, pero pasó el tiempo y nadie aparecía. Luego se dirigió hacia el cuarto y veía a la nada, como queriendo que transcurrieran las horas, ahí busco algo en su bolso y casi inmediatamente se lo introdujo por la nariz, no alcancé a ver qué había sido, pero seguramente fue alguna droga. De un momento a otro, él desapareció sin yo darme cuenta, no supe en qué momento le perdí el rastro, realmente no supe qué pasó; yo me había devuelto hacia el salón a seguir compartiendo con los demás chicos. Los minutos en que se había desaparecido se convirtieron en horas hasta que lo encontramos muerto, realmente no puedo decir que pasó, ni usted pensar que yo haya sido el culpable, él solo se fue misteriosamente. La sangre aún está fresca, incluso se puede oler. Él estuvo aquí, o quizás aún esté. Mientras proseguía con mi historia, el investigador escuchaba atentamente mientras observaba los rostros de cada uno de los integrantes. —Luego ocurrió lo que ocurrió y al creer que todo había sucedido hace poco tiempo, abandoné la escena del crimen, corrí hacia las habitaciones con el propósito de encontrar algún detalle que pudiese darme una pista, pero no alcance a ver nada ni a nadie, en ese momento me devolví al salón donde estaba el cuerpo, miré por todas partes, pero fue inútil —dije. —Veo que las manos ya no le tiemblan — respondió Godoy de manera tajante y brusca. —Ha dejado de llover —respondí en el mismo tono. En aquel momento las luces de las patrullas seguían viéndose reflejadas en las paredes del salón y no podía evitar pensar que todo era irreal, que se estaban burlando de mí o quizás todo estaba siendo producto de mi imaginación. — ¿Cómo se llamaba? —Se llamaba Guillermo —respondí.




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