En aquel punto me encontraba tan exasperado que pensé en sincerarme respecto a lo que había sucedido en la finca con alguien, pues ya no podía reconocer si lo que pasaba y me atormentaba todas las noches era real o producto de mi imaginación… Y en mi afán porque desapareciera y encontrar la tranquilidad que tanto anhelaba, recordé lo que siempre había escuchado, “para que no se hagan realidad las cosas, hay que contarlas”. La verdad, es que nunca, pero nunca, me arrepentí de lo ocurrido en aquel paseo, y aunque me había pasado la vida imaginando y recordando todo, aquel misterio pudo haberle pesado mucho más a los débiles e incluso ignorantes. Sin embargo, fue imposible no sentir una culpa que, por más que intentaba, no lograba desprenderla de mi mente, hasta que finalmente había entendido que era dicho remordimiento el que me había llevado a tanto, a aquellos intensos acontecimientos que me convirtieron en un demente. La verdad, es que para contar lo que había ocurrido esa noche debía entrar en detalle, incluso lo que había presenciado Guillermo antes de su misteriosa muerte, con el fin de que toda persona pudiera comprender mejor lo que sucedió y por qué yo había vivido noches tan exaltantes para ese entonces. Había mentido cuando le dije a Godoy que aquella noche, justo cuando él se encontraba en la hamaca esperando alguien, no había nadie más, pues él sí se encontraba con una persona que, si no me equivoco, era su pareja; dicho hombre no había sido invitado a la finca, pero tal parecía que había llegado por sorpresa Recuerdo que en ese momento tuvieron una discusión y por los gritos, pude inferir que el nombre de su novio era Fernando. —Deja todo por favor, deja todo lo que estás haciendo —decía Fernando con un sutil desespero. —No puedo, es completamente imposible, vine aquí a pasarla bien, ¿tú por qué me estás amargando la noche? —Le respondió Guillermo de manera irreverente. —Pero no puedes abandonarme en este momento, te necesito. Estoy a punto de salir corriendo. —Es completamente imposible, entiéndeme tú a mí por favor — ¿No puedes dejarlo para otro momento? —Pues no, con los chicos ya habíamos quedado de compartir estos días juntos, ¿cómo me dices que me marche contigo? —Añadió en su defensa con algo de molestia. —Además tú no estás bien, mira cómo has llegado aquí sin avisar, te he dicho que no puedo, por favor, no insistas.